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James cayó boca abajo sobre un suelo sólido, rasposo, áspero y húmedo. Antes de que pudiera verificar en qué parte de la Isla se encontraba, comenzó a recordar los hechos recientes. Ben había aparecido a un par de kilómetros de la Nueva Colonia, y tras unas palabras inquietantes, más una amenaza directamente hacia Dylan, una serie de hombres muertos controlados por una fuerza inexplicable habían salido del suelo para aumentar la tensión del momento. Los golpes y disparos se efectuaron, y en los últimos segundos, Ben lo había tomado como una especie de rehén, para luego desaparecer del lugar. ¿Estaba en lo correcto? ¿Y por qué le dolía la espalda?

En cuanto abrió los ojos, se percató de que estaba en un risco, y en la amplitud de su vista se podía observar el océano que rodeaba la Isla, así como algunas de sus bahías, y parte de la jungla.

—Bello, ¿no es así?

Ben estaba frente a él, mirando el eterno mar, como lo había descrito Dylan, e ignoraba el hecho de que James estuviera ahí.

Sin detenimientos, James se levantó con rapidez, cerró el puño, e intentó atacar a su adversario sin piedad alguna. Pero tan rápido como se había levantado, se detuvo de golpe. Una fuerza sobrenatural le impedía moverse un centímetro más. Algo lo había paralizado por completo.

—James, ¿en serio nunca aprendes?

—¡Te voy a matar, infeliz!

—Fuertes palabras para alguien demasiado débil —se rió Ben—. Estoy intentando enseñarte algo.

—¿Qué puede mostrarme un desgraciado como tú? —le escupió James.

Ben volvió a reír por lo bajo y finalmente se dio la vuelta. Seguía siendo un anciano, lo que significaba que aún no había encontrado el modo de recuperar su cuerpo. ¿Qué tan difícil se tornaría la situación si lo encontraba? ¿Sería más fuerte?

De repente, James sintió cómo la fuerza que lo retenía había perdido el control sobre su cuerpo. Seguía teniendo la adrenalina al tope, y en cuanto recuperó la movilidad de sus miembros, James prosiguió su camino para hacerle todo el daño posible a Ben.

—James, ¿de verdad?

Del suelo rocoso salieron un par de cadenas, siendo controladas por la misma fuerza sobrenatural, que tomaron a James por sorpresa. Sus manos, al instante, quedaron atrapadas por el metal que Ben estaba controlando, y ahora estaba atrapado entre él y el suelo, siendo absorbido por el mismo. Las cadenas tiraban de él.

—¿Qué necesito hacer para que me escuches? —Ben se talló los ojos.

—¡Suéltame! —bramó James—. ¿Qué quieres? ¿Qué demonios quieres?

Otra ola rompió el corto silencio que se hizo entre los gritos de James y los comentarios de Ben. El lugar no era el más apropiado. Si el anciano lo había llevado hasta ahí entonces no quería matarlo. No quería hacerle daño. Esa era una muy mala noticia; conversar con él era quizás la peor decisión que se podría tomar.

—James, ¿alguna vez te dije mi padre me abandonó cuando yo era muy chico? —Ben cambió el tema tan repentinamente que James no lo vio venir—. ¿Acaso te comenté que, al llegar a la Isla por primera vez, todo lo que yo quería era sentirme bien? ¿Especial? ¿Querido por alguien?

—¿De qué estás hablando? —James intentó calmarse.

—Exacto, James —respondió Ben—. Son cosas de mi vida privada. Cosas que nadie conoce, ni siquiera el muchacho que dice liderar este tedioso pedazo de tierra.

—¿Quieres destruir la Isla?

—¡Oh, no! ¡Por supuesto que no! —clamó Ben casi en una risa—. Esta Isla es lo más cercano que he tenido conocido como un hogar.

Travesia [Pasajeros #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora