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—Yo no quiero arruinar nada —soltó Max después de tres minutos de silencio—, pero ¿dónde demonios estamos?

Por primera vez en muchas horas, Dylan no quiso responder a otra de las múltiples preguntas que le hacían los Pasajeros. Desde que habían dejado la Ciudadela, el muchacho se había puesto el objetivo de avanzar la mayor cantidad de kilómetros entre ese punto y el Puerto, que se encontraba al norte. Era un viaje de más de un día, y no podían usar portales, ya que Ben podría tener sorpresas esperándolos por ahí. No. Tenían que hacer todo manualmente. A la antigua, tal y como tenía que hacerse.

Max y Luna iban al frente del grupo, y después de pasar por un pantano un poco tétrico, fue Max quién decidió hacer la pregunta que llevaba, por lo menos, una hora intentando hacer.

—Espero que no perdidos —murmuró Han.

—¿Este es el camino correcto? —preguntó Killian.

—No quiero pensar que James nos está esperando en algún punto que tanto él como Ben hayan conocido antes —terció Dylan.

—¿No conocías una ruta más agradable? —se quejó Max.

—¡Max! —Luna le dio un jalón a su brazo, incitándole que bajara un poco la voz.

A pesar de haber pasado los peligros de la Ciudadela, la Isla seguía siendo un lugar peligroso a esas alturas. Los hocicortos eran la amenaza más posible en aquellas zonas; por cualquier cosa, Dylan junto con Killian y Han se mantenían armados, observando con atención los lugares que los rodeaban.

¿Qué iba a pasar con James? Ninguno lo sabía. Dylan jamás había presenciado algo como eso, y buscar un modo de separarlo del cuerpo del anciano haría aquella Travesía mucho más larga. Aunque tuvieran el tiempo, no había nadie en la Isla que supiera de un caso así. ¿Owen quizá? Dylan lo ignoraba. Sabía que tarde o temprano tendría que verle la cara a su amigo. No sabía qué pasaría en cuanto eso sucediera.

—¿Qué haremos una vez llegando al Puerto? —preguntó Luna.

Esa era una de las preguntas que Dylan no quería responder. No tenía la respuesta. Si estaba en lo cierto, más de la mitad de los piratas estaría del lado de Ben, incluyendo al padre de Killian, el pirata Geoffrey. El más despiadado de esos hombres. No les sería fácil enfrentar a una armada así. Y menos con un hombre como Ben en sus filas.

—No lo sé aún —respondió Dylan, saltando un tronco volcado que salía directamente de la laguna verde que había a su lado izquierdo.

—Dylan, la Pirámide tal vez... —comenzó a decir Luna.

—La Pirámide está paralizada —dijo el chico con brusquedad—. Algo le hizo Ben. La detuvo. No sé. No podemos...

Se detuvo en seco. No sabía qué estaba ocurriendo, ni cómo detener a Ben. Y al parecer, tanto Han, como Luna y Max se percataron de su preocupación, ya que siguieron el camino sin dirigirle la palabra al muchacho.

Killian fue el único que se detuvo a su lado.

—¿No te has planteado la idea de que la Pirámide está justo donde tiene que estar? —murmuró el pirata.

—¿Qué quieres decir?

—La primera vez que la buscabas... tenías un par de semanas en la Isla. Llegaste, con miedo, con temor, y lo único que quieras era salir.

—Te copio.

—Descubrir que había una Pirámide que se movía por todo el Triángulo, y que tú fueras el único que podía encontrarla... te dio una motivación increíble. Yo mismo la vi. ¿Recuerdas? Te seguí en tu aventura. Con Owen, Selina, Liam...

—¿A qué quieres llegar, Killian? —le interrumpió Dylan.

—La vimos durante ocho minutos —dijo Killian, con una voz más seria—. No creía que estaba ahí. Sin embargo, existía. Entramos en ella. Vi cosas que jamás expresé con mis labios. Todos vimos algo diferente. Esa Pirámide... lo has dicho a los Pasajeros, lo sabes, es la vida de la Isla. Esa Pirámide jamás se equivoca. Conoce el pasado, presente, futuro.

—No puede ayudarnos...

—¿Qué si está ahí porque debe estar ahí? —le guiñó un ojo Killian—. ¿Qué si la Pirámide se dejó herir para algo más grande? ¿Algo de peso eterno? ¿Algo que será de ayuda para nosotros?

Dylan no respondió. No sabía la respuesta. Pero Killian tenía razón en algo... la Pirámide no dejaría que algo así sucediera si no hubiera un plan detrás de todo ello. Sólo hacía falta descubrirlo.

—El líder de la Isla debería saber más de eso que un simple pirata —murmuró Killian con una sonrisa, y sin añadir más, siguió su camino.

James cayó al suelo, sudando y sintiendo una agonía terrible en todo su cuerpo. No sentía sus piernas, pero sus brazos le dolían como si estuviera todo el día en el gimnasio, cargando un peso exagerado para la fuerza que tenía. En esos casos, si no descansaba, caería sin conocimiento. Sólo que... en ese momento no se sentía como si hubiera ido al gimnasio.

—¿Divertido? —escupió al suelo.

Ben, atrás de él, estiró un poco los brazos y soltó una maldición al escuchar cómo uno de ellos se tensaba.

—Necesito que te esfuerces, James —dijo el anciano—. Necesito tu fuerza.

—¡No pienso darte nada de mí!

Ben se rió.

—Por favor, ¿te escuchaste? Ni siquiera tú crees tus palabras.

Estaban en una planicie lo suficientemente estrecha entre un par de árboles. ¿Un bosque, quizá? No tenía idea. Durante las últimas horas había estado fuera de sí, como si se tratara de un sueño. Como si James no fuera James.

Pero era curioso. Era extraño. Por un momento... James había despertado en otro lugar durante el lapso de tiempo que pasó encerrado en su propio cuerpo. Mientras Ben se alejaba de la supuesta Ciudadela, él durmió profundamente, permitiéndole al anciano el control total sobre su cuerpo. Pero al mismo tiempo, James sintió cómo despertaba en una habitación extraña, en un edificio de departamentos de lujo. ¿Qué significaba eso? ¿Era un sueño? ¿Había sucedido realmente? ¿Qué...?

—¿Qué fue lo que me hiciste?

James se dio la vuelta y quedó sentado sobre el lodo del lugar.

El cansancio que sentía lo estaba dejando muy débil.

—Preguntas erróneas, James, preguntas erróneas —se bufó Ben—. Tienes que pensar con más claridad. La pregunta correcta es qué planeo hacerte.

El anciano comenzó a caminar alrededor del Pasajero. ¿Qué estaba...?

—¿Y eso qué será?

—Necesito tu físico, James, necesito que te esfuerces.

—No...

—Necesito que saques la oscuridad que hay dentro de ti. Requiero que me des lo que necesito.

—No voy a darte nada...

Mientras más hablaba, más débil se sentía. Su vista se estaba volviendo un poco borrosa, y comenzaba a perder el sentido de su propio cuerpo.

—Y creo saber el modo de hacer que eso pase —Ben se colocó a un costado de James y colocó su mano sobre el hombro frío y sudado del Pasajero.

James lo sintió. Ahí estaba de nuevo.

—Vamos a terminar con esto —dijo Ben en cuanto volvía a tomar el control de James.

—¿Qué vas a hacer? —logró soltar antes de sentir la presencia del anciano en su cuerpo propio.

—No es lo que voy a hacer, sino lo que tú harás —respondió el anciano, ya dentro de James— Vas a matar a tus amigos. Ya no necesito nada de ellos.

Travesia [Pasajeros #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora