Capítulo 24

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Vivía en un edificio diminuto entre un gran complejo de casas iguales, calles sucias y llenas de grafiti.

En su casa las paredes, otrora blancas, se veían desgastadas por el paso del tiempo. Había algunas telarañas en las esquinas, pocos muebles decorando, el refrigerador a veces no funcionaba y la estufa tenía truco para prender.

De cualquier manera aquel era su hogar y era el ùnico que había conocido.

No recordaba nada más allá de su vecindario, jamás había ido de vacaciones y sólo salía para ir a la escuela que quedaba a unas calles.

El único sitio donde solía divertirse era el parque cercano, donde la hierba crecía sin consideración. En las noches cerraban la reja que cercaba el parque, pero él y unos niños de la cuadra saltaban sin esfuerzo la valla metálica para seguir jugando. Sus favoritos eran los columpios, donde sólo uno funcionaba correctamente, el sube y baja no tenía asiento y tenían que aferrarse al tubo despintado con las manos desnudas.

Aquella era su vida y su día a día. Era un niño y no conocía nada más, nunca pensó en las carencias que vivía y, menos aún, cuando todos a su alrededor pasaban por situaciones similares.

Era normal enfermarse y pasar largo tiempo tosiendo, aun cuando había acabado la época de frío, porque no había medicinas para curar la tos de perro. Era común comer lo mismo varios días seguidos, saltarse una comida o irse a la cama con el estómago gruñendo, esperando dormir pronto para no pensar en el hambre.

A diferencia de otras familias que conocía, la suya era pequeña. Los niños vecinos eran cinco hermanos seguidos y, recientemente, su padre los había abandonado. Ahora los veía menos, sabía que paseaban por los cruces de las calles pidiendo monedas y se ausentaban de la escuela local, lo cual no era extraño que pasara.

La mayoría iba a clases por aprender cosas básicas como leer y escribir, después de eso no parecía haber mucha utilidad en asistir.

Su familia se componía de Catherine, su madre, la cual era una Beta de bajo nivel y quizá por ello no tenían más niños, debido a las dificultades natas de los Betas para reproducirse.

Además de que no recordaba ninguna muestra de afecto que su padre Jason, un alfa de primer nivel, le hubiera dado a su madre. Hasta donde recordaba, su madre siempre se había dedicado a las labores del hogar y su padre trabajaba en un taller como mecánico.

Todos los días su padre llegaba cansado del trabajo, sentándose a la mesa exigiendo su comida, siempre estaba enojado y gritándoles, pero parecía gritar más cuando la comida estaba fría o de plano no había nada que comer.

Su madre temblaba en una esquina soportando el regaño, cuando se cansaba de ellos iba y se echaba a la cama a ver televisión, entonces era el momento de ellos para comer en silencio como ratones.

Recordaba a su madre empequeñecida y flaca, no se parecía en nada a ella, era pelirroja, con pecas en la cara y unos grandes ojos verdes hundidos y ojerosos. Tenía el más débil de los aromas a canela y casi nunca hablaba, parecía ordenarle todo con aquellos ojos expresivos, los abría mucho cuando estaba enojada y los entrecerraba cuando estaba calmada o adormilada.

No recordaba que su madre hubiera hecho contacto con él nunca, su padre odiaba que lo cubriera con su esencia.

-¡Vas a volver maricón al niño de tantos abrazos que le das!- le reñía y lo mandaba a lavarse si notaba en él la más mínima señal de olor.

Ya alguna vez su padre había golpeado por ello a ambos, por eso tenían cuidado de nunca tocarse.

Los días eran soportables cuando no hacían enfadar a su padre, el cual tenía muy poca paciencia para los errores y, siempre parecía cometer alguno cuando estaba frente a él, tirar un vaso, tropezarse, descomponer algo o el peor de todos, responderle.

It Was Always YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora