Epílogo

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La gente llenaba el jardín de la mansión Wayne que era la locación para el magno evento: la unión de Bruce Wayne y Clark Joseph Kent.

Se habían colocado carpas de color blanco y del techo de éstas colgaban pequeños frascos con velas dentro que se complementaban con unos hermosos candelabros dorados, mostrando un espectáculo de luces increíble.

Las flores colgaban de los pilares y adornaban las mesas donde los invitados platicaban o comían. Se trataba de unas rosas azules de un color irreal, denominadas "kriptón", aquellas que tiempo atrás Bruce mandara a hacer genéticamente para el agrado de Clark.

Los meseros paseaban entre las mesas repartiendo bebidas y canapés, eran robots, debido al secretismo de la boda sólo había amigos íntimos.

Este casamiento era el primer gran evento después de la pelea contra Cadmus, un año atrás. La herida que dejó, tanto en la Liga de la Justicia como en la gran familia Wayne, sería difícil de borrar.

Por eso el ambiente festivo tenía una velada sensación de nerviosismo que ni las sonrisas ni las felicitaciones borraba por completo.

Conner abrazó la estrecha cintura de Tim y lo atrajo a su cuerpo, mientras su esencia Alfa le envolvía de forma protectora.

-¿Por qué tan de repente?-le preguntó avergonzado el tercer Robin, escondiendo la cara en el pecho del Alfa de primer nivel.

-Puedo notar tu estrés- le dijo suavemente, acariciando sus cabellos y peinándolos, acomodando un mechón rebelde. Tim se rehusaba a dejar su cabello crecer demasiado, sin embargo, los suaves y lacios mechones eran difíciles de domar. El Omega creía que tener el cabello largo le daba un aspecto femenino y, al ser el nuevo Batman, rechazaba todo lo que fuera blando.

Kon no le había dicho que aunque rapara su cabeza no podría hacer nada en contra de sus ojos grandes ribeteados de largas pestañas, la nariz pequeña y afilada, los labios rellenos y su rostro de angulosas proporciones. Tim deseaba reflejar al Batman de Bruce, pero debía entender que nunca sería Bruce, así como él, no sería Clark.

-¿Estoy oliendo?- le preguntó Tim en un susurro histérico que sabía que el otro escucharía.

-No, lo sé porque te muerdes los labios, tus pies no dejan de moverse y tu mano está sudando- le dijo Kon acentuando su esencia para tranquilizarlo, aquel olor a madera que amaba el Omega.

Tim rodó los ojos, Kon era demasiado observador, sabía permanecer callado y escuchar, un don que pocos Alfas poseían, quizá debido a su crianza con Omegas. Aquello no le había hecho menos Alfa, pero sí más susceptible a comprender a los demás.

Esa característica en su personalidad le hizo compensar sus deficiencias como Superman por la manera en que intimidaba, sin desearlo, a las personas que quería salvar.

-¿Me dirás por qué estás nervioso?- preguntó cuándo sintió que Tim se relajaba en su abrazo, el Omega de bajo nivel se mantuvo callado, avergonzado y dudoso de sus propias palabras.

- Siento que todo el mundo puede verla... mi marca- le dijo haciendo palabras sus dudas.

Unas pocas semanas atrás habían compartido el celo, una experiencia por la que habían pasado con anterioridad, pero en esta ocasión fue distinto. Tim le pidió la mordida a Kon, quería que lo marcara para siempre.

Los ojos azules de Kon, tan hermosos como el cielo despejado, le habían observado en silencio, nervioso y asustado, pero seguro de su decisión.

Pese a su largo noviazgo, Tim le temía a la mordida, no porque no deseara el compromiso, no porque no quisiera una vida con Kon, sino porque temía a su naturaleza Omega, a ser doblegado, a ser débil y vulnerable. Sentía que la marca lo haría perder algo irremplazable de sí mismo: su mente analítica y sistemática.

It Was Always YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora