Capitulo 4: El Balcón.

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~ELIZABETH~

-¿Y vosotros que hacéis aquí?- dije, con tono molesto.

Mire a Mia, esperaba no ser la única con una cara de póker, pero estaba igual que yo.

-Os lo dijimos esta mañana-Contestó el maldito Logan con una sonrisa.

-Yo os mato, ¿Mia, que te parece si los tiranos por el balcón?- le pregunte a mi compañera ya al limite de perder los estribos.

-Me parece una buena idea, Eli- comentó mi amiga en el mismo tono que yo.

-Chicas, no os pongáis agresivas.-dijo Zac gracioso.

-Solo pensamos en devolveros, lo que nos hicisteis ayer- habló Logan, indiferente.

-¿Como habéis llegado hasta aquí, tan rápido?, es más ¿Como sabéis nuestra número de habitación?, no recuerdo habéroslo dicho- Preguntó Mía de brazos cruzados esperando respuestas.

-Estamos aquí por que vuestra habitación está encima de la nuestra, solo hemos escalado un poco y ya estábamos en vuestro balcón y lo segundo, se puede decir que lo supimos gracias a la amable señorita que se encargaba de las instalaciones del internado- Termino de decir Zac, orgulloso por su "investigación".

Están locos, es lo único que se me pasaba por la mente para describirlos.
Pude oír cómo golpeaban la puerta.

-Señoritas, hay revisión de habitaciones- dijo una voz, que no supe reconocer.

Las malditas revisiones, se querían asegurar de que no tuviéramos drogas, o cosas fuera de lugar, lo hacían una vez a la semana, por lo que tenía entendido. Era la primera que nos hacían y mira tú por dónde tocaba hoy. Yo creía que nos avisaban un día antes, pero estaba claro que no.

-¿Que hacemos?- dije susurrando.

-Mételos en el armario, son lo suficientemente grandes para que ellos quepan- contestó Mía no muy segura.

Los llevamos al armario y los metimos ahí, menos mal que entraban perfectamente.

-Ni se os ocurra tocar nada- Dije con el ceño fruncido.

-¿Eso es una amenaza?- Habló Logan con una sonrisa maliciosa.

Estaba muy cerca mía, mi vista se iba a sus abdominales. Dios estaba demasiado bueno.

-Si lo es, para los dos, ahora callaros- contestó Mía, cerrando las puertas del armario.

Menos mal que Mia estaba conmigo, porque si no, me hubiera quedado ahí enfrente suya babeando. Aún que todo lo que tiene de músculo y cara lo tiene de tonto.

-¿Señoritas, estáis ahí?- dijo con persistencia, golpeando con más fuerza la puerta.

-Ya vamos- Logre decir al fin.

Abrimos la puerta y era la señora Anabeth, no la conocíamos muy bien, solo la habíamos visto algunas veces regañando a unos cuantos estudiantes.
Nos miró de reojo y entró. Tenía unas gafas redondas, un vestido ancho de color blanco y llevaba el pelo recogido en una coleta alta. Empezó a revisar el baño, los colchones, los cajones... revisó absolutamente todo, pero lo que le quedaba por mirar era lo que nosotras no queríamos enseñar, el armario. Me temblaban las manos y Mía estaba sudando, nos miramos, se notaba que estábamos nerviosas y un poco asustadas, si descubrían que había dos chicos en la habitación de unas chicas y que estaban "encerrados" en un armario, habría doble problema. A saber que iba a pasar, como mínimo nos expulsaban y tendríamos que volver a nuestra casa, además de que nuestros padres nos matarían nada más pisar el aeropuerto.
Se estaba acercando, puso la mano en el pomo dorado del armario de madera y se dispuso a abrirlo. Me iba a dar un infarto, cerré los ojos con fuerza, y cogí la mano de Mia, las dos apretamos el agarre, nos estábamos preparando para el castigo, pero ocurrió un milagro, de esos que pasan en las películas y que creí que nunca me pasarían.
Llamaron a la puerta, dudo unos instantes pero se alejó y fue a abrir la puerta. Apareció el profesor de Ética, estaba sofocado, se notaba que había corrido.

LO QUE NOS OCULTAN LAS NUBES Donde viven las historias. Descúbrelo ahora