III. Intocable

1.7K 146 22
                                    

Laura

Agosto... Mi peor mes. Odiaba este mes más de lo que odiaba a la persona que me causó esto, realmente lo diaba más. Cuando llego a la oficina, Maia está hablando con Ross animadamente.

— ¿Alguna novedad? — le pregunto a Ross, quién estaba sonriendo.

— De hecho... Hay un hombre en tu oficina. Le dije que no podía pasar pero dijo algo de conocerte íntimamente...

Mierda.

— Hijo de una gran... Malditas pollas millonarias. — murmuro mientras me voy a la oficina.

Cuando abro la puerta, esperando encontrarme a Drew. Me encuentro a un hombre con traje sentado en mi silla. Oh por Dios...

— ¡¿Qué haces aquí?! — grito sonriendo mientras me siento en su regazo y lo abrazo fuerte.

— Londres no es tan divertido sin ti, cariño. — responde cuando me abraza. — ¿Estás llorando?

Sonrío. — Tampoco para tanto, Ellington.

— ¿Cómo has estado? Escuché rumores y tuve que venir... ¿Por qué dicen que eres una perra malcriada? Solo alguien te decía así...

— Y ese alguien se lo dijo a todo el mundo, ¿recuerdas? Creía que habías visto el video.

— No, no lo he visto. Estás diferente. Ya no eres tan alegre como antes y mucho menos dulce, no dejes que te arruinen.

— Tarde. De todas formas, estoy bien. Ya lo he superado.

La puerta se abre y Ross entra, al instante que nos ve mira el suelo. ¿Qué le pasaba?

— Puedo venir más tarde si lo prefiere... — murmura.

— No, está bien. Ellington, él es Ross Lynch, mi asistente. Lynch, él es Ellington, mi mejor amigo.

— Un placer conocerte. ¿No es una dulzura tu jefa? — pregunta Ellington y Ross contiene la risa.

— No la definiría así... — dice por lo bajo.

Ruedo los ojos. — Ellington, tenemos que trabajar. ¿Podemos vernos luego?

— Eres una adicta al trabajo, Marano. Nos vemos luego. Adiós, Ross. Suerte con ella.

Lo miro indignada y me levanto de su regazo.

— Adiós. Un placer conocerte. — se despide Ross sonriéndole levemente. Es aún más lindo cuando sonríe.

 — Te gusta. — susurra Ellington en mi oido para después irse.

¿Qué? No.

— ¿Vamos? — le pregunto a Ross que me está esperando en la puerta y él asiente.

No me gustaba Ross. Era torpe, tímido y ni siquiera perteneciamos al mismo status. Éramos de dos mundos completamente diferentes, con personalidades diferentes y situaciones económicas diferentes. Imposible que Ross Lynch llegara a gustarme.



Luego de nuestra reunión de negocios, la hora del almuerzo llega y Ellington vuelve para llevarme a comer.

— ¿Qué querías decir con que me gusta? — le pregunto cuando nos sentamos y pedimos nuestra comida.

— Te gusta Ross, o te gustará. Veo como lo miras, te intriga por qué le eres tan indiferente.

— Bueno, si... No me mira como si fuera una hermosa multimillonaria a la que le pudiera sacar provecho. Me ve como una mujer normal, común y corriente que es una perra con todo el mundo.

— Salvo que en realidad no lo eres. Ni siquiera sabe lo que has hecho por muchas familias y en las fundaciones que estás, ¿por qué mantienes eso en secreto?

— Porque si vuelvo a parecer una débil, sensible y buena van a volver a herirme y no quiero volver a pasar todo lo que pasé.

— Pero te gustaría mostrarle a Ross quién eres. — dice y yo asiento mientras me sonrojo.

— Si, odio que mire así... Como si yo fuera peor que no sé... ¿Un pateador de perritos? En fin, no me gusta que me mire así. Me gustaría poder explicarle que soy así para protegerme y que me entendiera. No me pasa con el resto, me da igual lo que piensen de mi. De hecho, me gusta que lo piensen.

— Si, te gusta.

— ¡No! Convivo con él la mayoría del tiempo, por supuesto que voy a odiar que me mire así. No me gusta. No puede haber nada entre nosotros. Joder, es mi asistente.

— ¿Y? Si él se enamorara de ti, cosa que no le va a costar, se enamoraría de quién eres no de tu dinero. Tendrías algo real y algo hermoso. ¿Qué importa si no tiene el dinero que tú tienes? ¿Qué importa si no puedes ir a fiestas elegantes con él?

— No puedo decidir con quién estar y lo sabes. Mi padre decidirá con quién voy a casarme desde lo que pasó con... Ya sabes.

Ellington suelta un bufido mientras rueda los ojos.

— Estamos en el siglo XXI, Laura. Tu padre necesita modernizarse, además es completamente injusto que tú tengas que renunciar a tu felicidad y Vanessa no. Vanessa es la zorra de las dos hermanas Marano, no tú. Solo te enamoraste y cometiste errores, suele pasar. Sigo pensando que tú y Ross harían una gran pareja.

— Oh, si... Cenicienta y el prínicipe, La bella y la bestia, La princesa y el sapo. ¡Y en todos los casos yo sería la bella, prínicipe o princesa! — exclamo.

— ¡Deja de preocuparte por tu jodida situación económica! Le daré un gran trabajo a Ross y será más o menos millonario, fin.

— No. Seguiremos así. No te metas en esto, ni siquiera le gusto.

— Pero él a ti si.

— No.

— Niégalo las veces que quieras, pero espero que no sea muy tarde cuando te des cuenta.

— Me iré a trabajar. Nos vemos luego, Ellington. ¡Quédate en mi casa! Estoy a punto de echar a Vanessa de la casa, sus malditas pollas millonarias me tienen cansada. —digo y huyo de ahí para no seguir con esa absurda conversación.

Este fin de semana tenía una nueva cita, era imposible pensar en un nuevo amor cuando mi vida amorosa estaba dirigida por otra persona. Ross no me gustaba, me parecía guapo y una buena persona pero yo pensaba eso de muchas personas. Lo único diferente era que no me miraba como el resto pero también odiaba su mirada. Era solo mi asistente, un asistente que debe esforzarse para llegar a fin de mes y que ni siquiera tenía la mitad de la educación y clase que yo tenía. Era completamente imposible y mis padres me lo prohibirian si tan solo les planteara la idea.

Ross Lynch era prohibido para mi y así quedaría, intocable e imposible. Totalmente prohibido. ¿Por qué la idea me desagradaba tanto? No lo sabía.




Forbidden | Raura TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora