c u a t r o

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Jungkook, ¿ese era su nombre? — El mayor asintió, sintiéndose cada vez más hundido con tan sólo sentir los recuerdos tatuados en su piel.

Pero sólo eran eso: recuerdos.

Conjunto de imágenes que ayudaban en dejarlo más abajo de lo que ya se encontraba.

Escuchaba el sonido relajante de la brisa pasando entre las ramas de un árbol.

Cerraba las ventanas de su corazón dejando caerse en la profundidad de su dolor.

El moreno no dejaba de pensar en lo interesante que era la vida del chico roto.

Sin embargo, no expulsaba ninguna palabra, sintiéndose extrañamente molesto.

Aquella mueca se formaba en sus labios, soltando un "mh".

¿Por qué todo era tan difícil?

En búsqueda de la persona correcta, parecía encontrarla pero luego ésta la desechaba.

Sin embargo, el chico de bonitas facciones y él no eran tan distintos.

Su respiración se iba al notar que no era el único hundido en lo más oscuro.

O el único que deseó cerrar los ojos hasta que la tormenta pasara.

Pero probablemente, el más roto de los dos era el mayor.

Rió, creyendo que pensaba cosas ridículas.

En unos segundos notó que el chico tenía en su mano un pequeño aparato y lo llevaba a su oreja.

¿Por qué lo miraba atentamente?

Miraba su rostro tranquilo transformarse a uno realmente preocupante.

La mano de SeokJin se cerró, formando un puño.

Las lágrimas volvían a aparecer, sin embargo éstas no tenían permitido salir.

Sólo bastó abrir y cerrar los ojos para que el moreno comenzara a buscarlo.

Para poder desaparecer.

Para poder deprimirse.

Para poder avanzar con más velocidad hasta que tenga la respiración agitada.

Para poder comenzar a gritar en búsqueda de la respuesta a su amargada vida.

Buscó con desesperación.

El único rayo de luz que quedaba se escondió.

Las estrellas y la luna salieron.

Pero la protagonista siempre era la luna.

Quizás eso era SeokJin a sus ojos, una pequeña estrella.

Una pequeña estrella opacada por su tristeza. 

Esto no era el juego de las escondidas, sin embargo no se rindió hasta encontrarlo. 

Con la mierda hasta el cuello se encontraba gritando.

No sabía su nombre, pero sabía perfectamente el libro de su vida.

Relatado por su dulce voz con aquellas típicas líneas que siempre decía. 

Sólo se habían visto pocas veces, pero en su mente no parecía así.

¿No qué odiabas que la gente bebiera?

Y ahí estaba, en frente de un bar dudando si entrar.

Dudando si empezar algo que no podrá terminar.

En estos casos, sólo quiero desaparecer.

Hizo un chasquido con su lengua.

Sonrió, haciendo notar sus dos agujeros que estaban en sus mejillas.

Sabía que no podría aunque quisiera.

El mayor, metido en sus pensamientos, no observó al contrario.

Permaneció ahí, torturándose como lo hacía diariamente.

Oh, ¿cómo puede ser que sufra tanto alguien como él?

Pero luego recordó.

Las personas más bellas son las que han pasado por más cosas.

Las más tristes, con el corazón roto y resentido.

Sin embargo, le llamaba la atención lo roto de él.

Le daba la sensación de reparar cada centímetro de su corazón.

Pero, una cosa rota siempre lo estará.

Y una cosa rota no puede reparar a otra.

Ven, vamos a desaparecer juntos esta noche.

Sin pensarlo, no era necesario hacerlo.

Juntos olvidando las penas.

No suena nada mal, ¿no?

Al menos no en la mente de Namjoon.

Le sonaba maravilloso.

Conocer más de él, sonaba interesante.

Y que le regale una sonrisa sincera alguna vez en su vida.

Aquel bello chico sin nombre, curioso se le acercó al de hoyuelos.

Y se dieron cuenta que las mejores noches son aquellas que no son planeadas.

loveless | namjinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora