7. Al filo de la Espada.

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El filo de la espada rozaba el suelo de madera, nunca antes hubiera pensado en morir en un material de tan buena calidad, pero dadas las condiciones, mi muerte se acerca tan pronto como el galope de los mejores caballos del ejército de Sterla.

Coguí la empuñadura con las pocas fuerzas que me quedaban; apenas podía estirar mi brazo, pero seguramente podría darle una buena punzada en el cuerpo a aquel desgraciado que se me aparecería en breve.

Temblaba en aquella desesperación, mis manos sostenían fuertemente la espada preparada para todo, pero algo me inquietaba. El olor a pestilencia que salía de aquella grieta, pronto salía acompañado de pequeñas criaturas similares a arañas del tamaño de un roedor; poseían amplias fauces como las de un cierto bicho que vi hace poco, pero estas no se recubrían de un líquido viscoso, si no, de sangre.

Cada una de las patas que se acercaban lentamente hacía a mí hacían una alfombra de bienvenida para lo que me esperaba pronto. La bestia de la cueva.

...

Una risa femenina salía del gran agujero que anteriormente era la escalera. Los poderes de la bestia eran tan grandes que podía manipular el ambiente y la construcción a su gusto, un momento... una bestia no podría hacer tal cosa, por lo que me permití pensar por un momento que estaría siendo controlada por un alguien poderoso. Una persona con la capacidad de domar bestias de esa altura o invocar desde Garthia, lúgubres y desgraciados monstruos.

Las Varas De BellDonde viven las historias. Descúbrelo ahora