13. Buen Corazón.

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Desde que llegue a la casa de mi enemiga, mi punto de vista acerca de ella cambiado. Sí, sobre la chica que me lanzó hacía una pared con la fuerza de toro gigante. Nunca me pudiera haber imaginado vivir en la casa de mi enemigo, pero éste era un caso especial.

Aquí he obtenido una nueva vida.

Pude oír una susurró en alguna parte de mi mente. Era la voz de una chica, una chica a la que conozco.

...

Comenzamos el entrenamiento en el jardín al frente de la casa. Era apenas la mañana, y el sol calentaba todo a su paso, incluyendo la hierva, que en eso momento hacia sentir su calor en las suelas de mis zapatos.

Ella observaba atentamente al movimiento dado por mí, creo oír que dijo algo de mi muerte. Minutos después comprobé mi gran oído al encontrarme en el suelo con ella arriba, manteniendo una daga clavada en mi pecho.

- No morirás -dijo. - La hierva de Dragón evitará toda muerte por un día, aquel es el gran efecto. La hierva que usaban los Dioses antiguos. Pero te envidio, tu cuerpo también contribuirá a la regeneración rápidamente -susurró volteando la cabeza hacía otro lugar.

- ¡Deja de palabrerías! -exclame, la daga había profundizado demasiado en cierto órgano ubicado bajo el estomago. El dolor producido era insoportable.

- Lo siento, pero debemos probar algo -se reincorporó y fue hacía la casa.

Ella había dejado la daga clava aún en mí. La sangre discurría por la hierva y se mezclaba con la tierra mojada. Últimamente había estado violando el régimen del sueño, por lo que mi visión se hacía borrosa más y más borrosa, aquello me dificulto ver o que trajo ella cuando regresaba.

- ¿Qué es eso? -pregunté.

- Es un pájaro que encontre hoy, esta herido. Intenta curarlo. -respondió.

- ¿Cómo hago eso? -pregunté titubeante.

- Haz lo que ya sabes -dijo.

No sabía en realidad lo que debía hacer, pero alguna especie de sentimiento acompañado de una corazonada, me decía que le ponga una mano encima. Así fue como al poner mi mano sobre el cuerpo del animal, las varas se activaron en mi bolsa.

El ambiente se volvió ciertamente agradable, como si nos rodeará un aura de tranquilidad y brillor.

- Ves, al ser el ave un animal no racional, las varas le ceden un poco de su poder de vida através de ti -exclamó.

- Oh, genial, aprendí algo nuevo. ¿Ahora cómo evito morir...? -

- Tus niveles de regeneración después de tantas muertes han mejorado, en pocos minutos... o horas, quizás días, volverás Volverás a la normalidad; Aunque el proceso podría tardar años considerando tu estado actual -rió. - tu sangre tiene el poder para activar las varas, pude cortar la piel de tu dedo, pero apuñalarte era una idea un tanto interesante... debo vengarme porque casi me quitas el Mystril en la cabaña, ¿no crees?

- Eso... - me interrumpió prontamente un ruido que se formaba dentro de la casa.

Un ser salió de la puerta corriendo, deteniéndose luego cerca de nosotros. Era su hermano.

- Se han escapado, los monstruos - balbuceó él con cierto lloriqueo.

Las tejas de la casa salieron disparados ante la potencia del crecimiento de algo dentro, una figura antropomórfica, se levantaba airosa frente a los escombros. Parecía tener la cabeza de un pulpo gigante, con un cuerpo humanoide. Las alas no eran como las de las aves, se parecían a las de los murciélagos de las cuevas, sus piernas se encontraban rodeadas con escamas similar a los dragones y algunas protuberancias nauseabundas que hacían dirigir mi vista hacía otro lado.

¿Cómo puedo aparecer tal cosa gigante en un día tan normal?

- Se rompió el cristal legendario -dijo ella, seguido de unas cuantas lágrimas.

Aquel cristal que poseía el cuerpo físico de la bestia mágica legendaria, Aeranis. El destructor de maldad.

Las Varas De BellDonde viven las historias. Descúbrelo ahora