En la habitación de Emma, antes de la esclavitud.
El alba tocaba su morada sin molestar su visión. Ella aún no se despertaba, pero pudo sentir la calidez de la mañana.
Las hojas de los árboles de cerezo que se mecían en el cielo lunar, se esparcían por doquier, y algunas pegaban en la ventana de la habitación.
...
Al abrir sus ojos, se dio cuenta de que la mañana había llegado. El sonido de las hojas cayendo en la ventana era tan agradable que se quedó un momento allí, olvidando la escuela.
Al darse cuenta de su tardanza cogió rápidamente la maleta con todas sus cosas y se apresuró a la puerta de metal que se alzaba a la entrada de su cuarto.
- ¿No desayunas? -preguntó su hermano, que la esperaba con un amable traste lleno de delicias.
- No -respondió ella.
- Desde que se fue mamá comes a deshoras. Pero que se le va a hacer... -susurró viendo como la chica de los cabellos desaliñados, salía por la entrada a su destino diario.
En el cielo se dibujaban unas extrañas nubes turbias, pero comunes para Emma. Parecían tener cierta textura de pintura con acuarelas. Y por el cielo, se extendían mucho menos que en Eganea, pero ha de ser por su tamaño, el cual las agrupaban en grandes nubelosas; esa era la razón de las lluvias diarias al atardecer.
Por otra parte, la escuela no estaba muy lejos de casa y se podía llegar a un paso lento de 30 minutos. Así llegaba Emma, siempre. Esta vez la esperaba en la puerta la rectora, una persona de carácter despótico y malhumorado.
- Llegas tarde -dijo aquella que yacía parada en las puertas de la escuela.
- Si... fue por... -murmuró en tono bajo, pero fue repentinamente interumpida.
Una mano se posó en el hombro de ella y forcejeo un poco de su camisa.
- ¡Viene conmigo! -exclamó hacía la rectora, el ser que tomaba posesión del hombro de Emma en el preciso instante.
Las cosas quedaron en silencio unos pocos segundos, los cuales dieron paso a un momento incómodo. La rectora hizo un gesto de desagrado y se retiró por los inmensos pasillos que daban a todas las aulas.
Ellos se quedaron allí, quietos en el tiempo, quizás hasta pegados por el destino.
- Soy Elías... -dijo él, sin siquiera quitar la sonrisa del rostro. - Es un nombre extraño- argumentó, con una sonrisa que iluminaba aún más su rostro.
- Gracias... -susurró ella.
- De nada, es un favor por el lazo que nos une - rió.
- ¿Qué lazo? -preguntó.
- El lazo de la tardanza, hermanos de tardanza -dijo mientras dejaba suavemente el aura de sus manos en la camisa de Emma.
Él corrió, corrió hacía adentro. Al lugar al que llaman la cárcel de la adolescencia, la escuela.
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Las Varas De Bell
Fantasy[PAUSADA POR UNA SEMANA] Dann, un 'recolector', es reconocido en el mundo de Sterla como el hombre inmortal. Pronto su vida normal -aparentemente - se verá envuelta en un bucle de sucesos extraño al conocer a una chica, en uno de sus tantos trabajos...