Las Varas De Bell

Epílogo: Las Garras de la Muerte

La gente le teme a la muerte más que al dolor... es un tanto extraño que teman a la muerte. La vida duele mucho más. En el momento de la muerte aquel dolor se acaba, así que es mejor ver a la muerte como un mal amigo, pero a la vez bueno.

...

El monstruo antropomórfico destrozaba la casa cada vez más; los pies demolían las paredes, la destrucción pronto se esparcía por todas partes; sus brazos se tomaban forma de tentáculos cada aproximadamente 30 segundos y remecían el techado.

Ante tal espectáculo yo y Christina, nos encontrábamos atónitos, viendo la destrucción de aquel hogar tan agradable en el que había dormido tan pocos días en la cama cómoda como la seda, que luego de la aparición volaba por los aires en pedazos similares.

El monstruo se acercaba a paso lento hacía nosotros, con un rugido poderoso que se podía oír resonar en todo el cielo.

- Fue lindo mientras duró -dijo ella con una sonrisa en medio de lágrimas que surcaban sus mejillas.

Debería hacer algo... soy inmortal. Pero lastimosamente ser algo no percible ahora mismo no me ayudaría en nada. Era mi maldición, algo que había odiado desde que no pude proteger a mis compañeros del antiguo trabajo.

El pequeño niño lanzaba unos gritos de dolor tan grandes que hacían un extraño coro de miedo con el rugido monstruoso.

Algo nos cayó, no recuerdo bien, pero todo se apagó.

¿Era la muerte otra vez?, al parecer de nuevo no había podido hacer nada.

Ni las invocaciones, ni la inmortalidad sirvieron para ayudar. Fue tan inesperado, al apagarse entre gritos me dí cuenta que había sentido algo por primera vez en mi vida antes del dolor de la muerte y la impotencia.

Un nuevo sentimiento llamado amor.

Aunque ciertamente muchas preguntas quedaron sin resolver. Ahora estoy en alguna especie de mar infinito, un mar de recuerdos, lleno de penas... aunque en algunos lugares yacen glorias, nunca me dí cuenta de ellas. ¿Mi vida fue tan triste?