Mamá ¿qué haces aquí?

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Me encontraba en este momento en el hospital, en la silla al lado de la camilla, de mi hermano, sin embargo las decoraciones de las paredes comenzaban a molestarme, porque, para ser sincera no me gusta que estén decoradas con una línea azul bastante apagado tirando a verde, y el resto de la pared esté color blanco más parecido a beige, por el desgaste de dichas en los años, creo que necesitan una nueva pintada, desde lo personal.

Mis padres salieron hace rato para traer algo de comida, no sé, como mínimo espero que traigan varias cosas de la máquina de despensa, porque he estado aquí toda la tarde, y me empieza a dar hambre, algo bastante raro en mí.

Luego de un rato, mis padres llegan con unas... Galletas, y un juguito de cajita. Wow, no me esperaba más, por supuesto que no.

No seré mal agradecida, porque yo soy buena hija, si, por eso. Bah, mentiras, es más bien porque no quiero que se sientan mal, hace tiempo que no nos vemos, es muy pero muy probable que no sepan que por venra aquí me sentí anoréxica o algo así.

M e tomo mi juguito y decidimos irnos del hospital, pues, no es que quede muy cerca de la casa, además, volveremos mañana para venir por mi hermano, pues mañana le dan de alta.

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Más o menos tipo 7 llegamos a la casa y yo casi que muerta de hambre.

¿Qué? ¡Eran solo unas galletas!, y uno de esos juguitos que le das a un niño pequeño, en serio, me siento como niña pequeña.

Mi padre comenzó a hacer la cena, y me dio más hambre de a poco, por el olor de la comida, algo me dice que va a estar muy buena.

Supongo que papá también ha tenido hambre, es decir, estar desde antes que yo, y sólo comer lo que mamá le dio, que fue casi lo mismo, un paquete de papas artificiales, y una gaseosa, y bueno, ustedes saben que los paquetes de papas artificiales son más aire que contenido.

Y luego de un rato de esperar, tal vez 20 minutos, al fin, mi padre sirvió la comida, que de hecho está bastante buena, no lo niego, parece que lo que pasó con mi hermano y conmigo pasó lo mismo con mamá y con papá, porque hace unos meses, mi papá, no sabía cocinar ni un huevo, es decir, no sabía ni hacer huevos revueltos.

Al finalizar de comer lavé mi plato e iba a comenzar a subir las escaleras, pero el timbre sonó.

Y yo que esperaba poder ir a dormir tranquilamente esperando que para mañana no tuviera que ir al instituto.

Al abrir la puerta, yo, por mi parte no esperaba que Oliver estuviera allí, parado frente a mí, pero, probablemente, ustedes si lo hubieran predicho, porque son lectores acostumbrados a clichés.

—Hola, Oliver.

—Hola, Emily, vine a traerte mis apuntes para que te des-atrases, de lo que copiamos hoy, espero que te sirvan. Y no te preocupes por pasármelos pronto, porque ya hice los deberes que habían en los cuadernos, me los puedes entregar el miércoles.

–Oh, gracias, Oliver – le doy una sonrisa – ¿qué dijeron los maestros?

—No mucho, pero su cara de satisfacción decía mucho, es como si te quieren pero no demasiado en sus clases, algunos hasta nos dieron hora libre.

—No tienes que decirme de manera más indirecta que me odian –me hice la ofendida, pero no lo estaba, porque esa sonrisa en su rostro hacía que sus ojos tuvieran una especie de raro brillo que lo hacía más bonito de lo que ya era, un brillo que me robó una sonrisa, y sin que yo o permitiera, una sonrisa se asomó por mis labios.

—No te odian, te quieren a su manera, es todo.

—Si, como tú digas.

Guardamos silencio los siguientes segundos, y no sé cuándo, ni cómo ni donde, bueno, si donde, pero no sé cuándo, llegó mi madre, quién en este momento se encontraba mirando a Oliver con algo de inseguridad, mirada que se fue desarmando poco a poco y tomando una cálida.

Cupido... ¡En persona!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora