La última vez

Acto 1: Locuras de un estúpido corazón; Scott

Los ojos del mayor de edad se fueron abriendo al momento que la luz solar chocaron con sus párpados caídos.

Su cabeza dolía a horrores, sentía como si estuvieran apuñalado su cerebro millones de veces. Debe admitir que es la primera vez que toma más de lo que está acostumbrado, hasta apuesta que se acabó sus cinco botellas del buen whisky que se guardaba para celebrar.

—La puta madre — fue lo que dijo al levantarse de la cómoda cama, sin notar el cuerpo que estaba a su lado.

Una fría brisa se pasó por su cuerpo como una corriente eléctrica, entonces había caído en cuenta de su desnudo, lo cual le extrañó.

Su mirada fue abierta como dos platos al instante y se giró, logrando ver a un Pedro que parecía dormir tranquilamente.

—Bloody hell — al termino de la oración fue donde se agarró la frente, palmeandola con enojo. —No puede ser, hice una estupidez — el propio labio inferior fue mordido por sus dientes blancos al saber que había hecho algo que tal vez no debió.

Con torpeza fue hasta el baño de la sala para encerrarse en el, quería recordar cómo y qué fue lo ocurrido ayer en la noche, sin embargo, la resaca no ayudaba en nada. La mente le daba vueltas cuando buscaba alguna memoria hasta en los rincones más obscuros.

Unos golpes suaves en la puerta llamaron su atención. —¿Scott?, ¿Te sientes bien? — la voz que tanto ama suena como eco en él. Se sintió culpable por su idiotez de borracho deprimido.

Como reflejo, su mano fue dirigida hasta el pomo para poder abrir y así estar frente a frente, quiere afrontar sus errores como todo orgulloso.

—¿Tuvimos sexo? — larga de una, sin importarle que el contrario se le tiñeran las mejillas de un rojo sangre por ser tan directo.

—Sí — el mexicano habló en voz baja por la vergüenza del momento. —¿Al fin te diste cuenta? — ambos se observaron, uno expectante y el otro confuso. Escocia tenía la boca abierta mientras trataba de deducir como si fuera Sherlock Holmes, mas no resulta como esperaba.

—¿De qué hablas?—

—Me refiero a que te amo. ¿Ahora lo sabes? — una pequeña sonrisa se presentó en los labios del menor de edad al sentir unas mariposas revolotear por su estómago con entusiasmo.

El pelirrojo se mantuvo en silencio, algo que no fue para nada incómodo, como si analizara cada palabra que le había dicho. —Emborracharse y tener relaciones sexuales no es una forma — rió por la inocencia del castaño, quien mostró un rostro de duda. —; No necesitabas hacerlo conmigo, ni consumir alcohol. Te amo por como eres, y te escucharía mucho más si no hubiera estado de esa forma — habló con tranquilidad, no tenía fuerzas para hacerlo más fuerte. Sujetó la cintura ajena con dulzura, donde aprovechó para robarle un beso fugaz. —El amor se comprueba con hechos románticos, palabras cursis, y no con sexo — a pesar de creer en ello, respetó que el país centroamericano sólo había tenido un poco de experiencia con Estados Unidos de América.

Pero de todas formas, no podía descuidarse, sabía que el corazón de Pedro estaba divido, por lo que se prometió ganar su amor. No le importaba las barreras, porque él arriesgaria todo por ese extranjero, incluyendo su existencia.

«Este sólo es el comienzo de una gran batalla. »