Acto 3: ▸Heartbroken

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Las gotas de la lluvia al caer en la ventana era lo que tranquilizaba sus nervios. Aún estaba preocupado de no saber el paradero de su esposo a las altas horas de la noche, a pesar de estar acostumbrado, no podía evitar sentirse mal con tanta incertidumbre.
Arthur se había contactado con unos de sus hombres especializados en espionaje, esos que el parlamento le habían otorgado por si el inglés necesitaba de ayuda, y eso es justo lo que requería.

El rubio ceniza avanzaba por la sala a la espera de la información pedida sobre algún rastro que pudiera haber dejado Alfred donde sea que esté. Incluso comenzaba a suponer que lo habían secuestrado para venderlo por el mercado negro, no es que vale mucho por su cerebro, era más que nada por su aspecto físico —que tampoco era lo mejor—. A éstas alturas del partido cualquier opción podría ser una respuesta a su gran duda.
Estaba nervioso por lo que le dirían una vez que encontrasen alguna pista del americano, tan solo esperaba que le dijeran que estaba comiendo hamburguesas por lugares que ni él se hubiera fijado. Tan solo quería saber que su amor estuviera en buen estado.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por una llamada a su teléfono de línea —ya que su móvil lo había roto—, la cual con apuro fue a contestar. Escuchaba la voz que se encontraba del otro lado, quien le decía que se vio a su amante en las calles del gran México, en una localidad cerca de la representación del norte de dicho país.
Lágrimas cristalinas bajaron por sus mejillas al oír las palabras contrarias, pero lo peor era que lo sospechaba, no, sabía que ese oxigenado trataba de reconciliarse con su ex-novio. —Se lo agradezco — le costó hablar como normalmente lo hacía, gracias a su repentino sollozo silencioso.

El pecho le dolía de rabia que sentía en esos momentos; sus manos tiraron al suelo todo aquello que fue comprado junto a Alfred, rompiendo sin piedad la porcelana con que fueron hechos los garrones de un mueble. Todo lo veía a su paso terminaba hecho pedazos en el suelo, no le importaba si se lastimaba, él quería borrar todo rastro del más joven que hubiera en su hogar, es más, si no le tuviera un cariño enorme a esa casa, la quemaría.
Ya cuando había llegado al dormitorio compartido, sacó las ropas del blondo para tirarlas por la ventana para que terminaran en la calle. Tal vez un indigente tendría suerte de tomarlas.

Cada habitación había sufrido un daño, debido a que cada una tenía una contribución del norteamericano con quien estaba casado. El livig fue el que estaba en ruinas, la televisión se estrelló contra el ventanal, quedando rota ambas cosas. Floreros en las esquinas con daños irreparables, al igual que el sillón morado que era del de anteojos rojos.
No obstante, aún no había terminado con su reciente labor.

Los pasos del inglés eran lentos al entrar a la cocina —que pocas veces era usada—, con goteras fue prendiendo la hornalla hasta dejar caer su anillo de compromiso en ella, que se quemaba medida los minutos pasaban. Esos esmeraldas que alguna vez habrían demostrado felicidad al recibir aquel regalo, hoy lo veían como la peor cosa que hubiera existido después de Estados Unidos de América.
El británico estaba cansado de entregar su alma, su amor, a un estúpido niñato que no tenía sus objetivos claros en ésta vida como países que eran. Así que agarró sus cosas antes de salir para contar con la ayuda de la reina, quien podría darle una mano para conseguirle un vuelo directo a México. Porque él sí tiene planes concretos.

Como era de esperarse, la mujer había accedido al capricho de la representación de su bella nación, algo que el angloparlante le agradeció desde su corazón.
Ya arriba del avión privado que había conseguido, iba preparando los detalles que le faltaran para que todo saliera tal como él quería, no habría clavos sueltos.

Luego de unas horas de viaje, al fin estaba en el lugar donde deseó estar en Inglaterra. Como no quería perder más tiempo en comer, ya que no había cenado nada, fue a la dirección mandada por sus hombres de investigación.
El sitio no era la gran cosa, sus pintas parecían como la de cualquier casa de barrio en donde viven los de la clase media, un buen gesto desde su punto de vista.
—¡Pedro! — gritó al captarlo en el jardín trasero del lugar, que estaba ardonado con unas lindas flores amarillas y púrpura; el mexicano, el oír esa voz conocida, se giró con duda. Era Arthur. La sensación de verlo no era buena.
—¿Qué haces aquí? — el menor de edad se cruzó de brazos al mismo tiempo que retrocedía para que el de orbes brillantes no estuviera cerca suyo.  —Ya tienes lo que quieres — esa oración había dolido en su interior, sabiendo lo que ello significaba para ambos.
No obstante, el rubio no iría a rendirse con tan solo eso. —Alfred me importa una mierda. Vengo a decirte algo — se ganó los cafés ajenos cuando hablaba, lo observaban curiosos a lo que dijera. —Ese estúpido te está acosando; puedo asegurarte que quiere que vuelvas con él — Pedro iba a reprochar por lo último, aclarando que él ahora sólo tenía sentimientos para el escocés, mas el otro no le dejó decirlo. Ni tampoco le creía demasiado. —No espero a que me entiendas después de todo lo que te hice, pero ahora quiero ayudarte — cada palabra del inglés le causaba ciertas preguntas que no se animaría hacer, era todo tan poco real para él.

El de cabellos castaños calló, estaba sorprendido por las declaraciones que su acompañante le estaba haciendo. —¿Y cómo lo harás, cejón? — el apodo no era del agrado personal de la nación antigua, eso lo tenía en cuenta.
Al contrario de lo que se esperaba, la isla dio una sonrisa cómplice, una llena de maldad que estaba experimentando por el odio que sentía hacía Alfred. —Si hacemos una alianza, terminaré con ese bicho por ti — su mano estaba estirada en dirección del moreno, con la espera que éste aceptara.

_«América, te has metido con el Imperio equivocado»._

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Holuuuu~ hemos vuelto~ y ahora no me tarde yo ;3;
Ya está todo decidido para el final así que voten~ comenten~ y recen por qué acabe el episodio antes de entrar a la prepa
Felicidades a l@s mexican@s que se quedaron en sus opciones del comipems~

La última vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora