Otra vez tú.

Suena como algo que yo haría.

No recuerdo nada de lo que pasó después de que Harry me metiera a esa habitación.
Era seguro que alguien había puesto algo en mi bebida porque de otra forma no me habría sentido tan mal.
¿Que pasó después?
Bueno debió haber sido algo grande si no ¿porque estoy en un maldito hospital?
Empiezo a ponerme ansiosa.
Miro a mi al rededor.
Adam.
A mi costado, en el sofá de la habitación, se encuentra Adam. En una posición incómoda para descansar.
Miro a mi costado y en el buró encuentro un frasco de pastillas tengo el impulso de lanzarlo a Adam, así que lo hago.
Enseguida me arrepiento pues un dolor recorre de mi brazo a la cadera.
Mierda.
Adam se levanta y se dirige a la puerta mientras talla sus ojos.

-Doctor! -Grita, después se dirige a mi lado, toma mi mano y la coloca en su pecho. -Seguramente te duele todo, ese frasco que me lanzaste es tu única salvación nena.

Quiero decirle que no me llame así pero en su lugar le sonrió. Se quedó aquí quien sabe cuánto tiempo, a mi lado.

-¿cuanto tiempo he estado aquí? -Siento una punzada en el lado izquierdo de la cadera- Necesito ese frasco Adam, por favor.

Suelta mi mano y se agacha a recoger el frasco al pie de la camilla.

-A penas una noche, no necesitaron sedarte, ya lo estabas bastante.

-Recuerdo. Recuerdo el rostro de Harry diciéndome que me callara. ¿logro... El pudo...

-Descuida, entre a esa habitación y evite esa parte. Aunque no pude evitar que cayeras por la ventana. ¿No recuerdas nada?

-No pero suena como algo que yo haría para escapar.

Adam me sonríe pero no dice nada más. Solo me sonríe y me da un beso en la frente. En este momento me siento tan liviana que cierro los ojos. Duermo. Sueño, sueño que Adam no me ha dejado, que todo lo que una vez quise para nosotros es real. Solo es un sueño, lo sé pero hay algo hermoso en controlar los sueños y sentirlos reales.