33: Monstruo.

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-Es hora de que me vaya -aviso, cuando sé que no hay más por decir.

-Espera -me detiene-. ¿Esto significa que ya no...?

-No lo sé -digo y me pongo de pie-. Necesito pensar, Adam.

- ¿Puedo saber adónde vives? Me he vuelto loco preguntándole a Amelia y Branden -dice-. Sé que tú y ella se ven seguido, pero...

-Vivo en... estoy muy cerca -respondo-. Vivo con Sean y estoy bien, no te preocupes.

-Tengo qué. Amelia me ha dicho que has heredado mucho de tu padre y con eso puedo vivir al menos sabiendo que vives en buenas condiciones, pero no dejo de pensar en ti -murmura-. ¿Adónde vives? ¿Por qué no te llevaste los libros que te he dado? Eran tuyos... también la ropa y... y todo.

-No podía llevarme nada -respondo-. Lo que traje es lo que debía llevarme y ya.

-Y entonces... entonces... -se detiene de golpe.

- ¿Qué?

- ¿Por qué te llevaste mi corazón? -Pregunta y se me hiela la piel-. Te extraño, Amaia, te necesito y ya no sé qué hacer para dejar de sentirme miserable por ti.

-Adam... yo no creo que sea buena idea -suspiro-. A veces yo también te extraño, es muy difícil sentirme de esta forma, vacía... pero no es justo.

-Ya lo sé -dice-. Y quisiera arrepentirme de haber hecho lo que hice, pero... no lo hago. No me arrepiento de eso, Amaia.

-Es tarde -trato de cambiar de tema-. ¿Dónde están todos?

-Les he dado la semana libre -se encoje de hombros-. Necesito dejar mi vicio.

- ¿Cuál vicio? Nunca te he visto tomar, fumar o drogarte.

-Eras tú -responde-. Mi vicio eras tú.

Era. Lo era. Sé que soy yo quien lo está rechazando, pero me ha dolido lo que él ha dicho. Me duele saber que ya no soy parte de él y no sé si realmente él me comprende a mí en ese aspecto.

-Adam, no hagas esto más difícil -le pido-. ¿Has comido algo? ¿Dónde están las niñas?

-Solo digo lo que necesito decir para que tú te quedes, Amaia -responde-. No he comido, no tengo hambre. Nanette y Naiely están de paseo con Helena, ha decidido quedarse un rato con ellas para que no me vean de esta forma.

Yo niego con la cabeza. No quiero verlo de esta forma, tampoco permitiré que Adam muera de hambre, así que me dispongo a preparar algo de comer para él.

- ¿Adónde vas? -pregunta.

-Te daré de comer -respondo-. ¿Puedes pasarme cebolla y tomates de la refrigeradora, por favor?

Él me mira, de una manera que no consigo comprender y suspira. Me pasa las cosas que le he pedido. Me quito el suéter y me ato el cabello a un moño despeinado antes de iniciar a preparar algo sencillo para que desayune, almuerce y cene.

Paso al menos dos horas cocinando para él, y para cuando son las doce, que a mí también me da hambre. Sé que es hora de despedirme. Limpio todo el desastre que hice en la cocina y acomodo las cosas en su lugar. Distingo algunas cosas rotas y me pregunto qué habrá pasado durante el tiempo que no he estado en esta casa.

Me acostumbré a preocuparme por ella y a pensar acerca de lo que las personas sentían en este lugar. Ahora me es casi imposible no pensar en las cosas preponderantes del lugar.

- ¿Ya te vas? -pregunta.

-Viene siendo hora de que me vaya -respondo con seguridad.

-No te vayas -me mira a los ojos-. No me dejes aquí.

-No puedo llevarte a mi casa y no puedo quedarme, Adam -replico-. Mejor...

- ¿Mejor qué? ¿Me quedo aquí solo? ¿Pienso en ti y me suicido?

-No digas eso -le pido-. No digas que te vas a suicidar. Puedes salir y...

-Ya no hay lugar al que pueda ir sin pensar en ti -gruñe-. Ese es el problema. Tú te colaste tanto en mi vida que ahora es imposible no pensarte, Amaia. Te amo como no he amado a nadie y lamento decirlo hasta ahora. Te juro que esto es algo que no controlo. Yo no puedo dejar de sentirme así.

- ¡Basta! -exclamo, porque me duele-. ¡No, Adam, no! Yo ya no puedo. No necesito esto para mí. No puedo sentirme cómoda cuando me has dicho semejantes cosas, la verdad es que no consigo comprender por qué...

-Olvídalo -se da media vuelta y camina hacia su oficina-. Cierra la puerta al irte, y por favor, no le digas a nadie lo que he hecho. O si lo dices, está bien, ya no importa.

Da tres pasos más y con eso me deja sola en el lugar. Cierra la puerta detrás de él y yo me quedo de pie en la sala, con las lágrimas a flor de piel. Me pongo mi suéter y salgo de su casa, sintiendo que he dejado demasiado de mí dentro de ella.

Bajo los escalones rápidamente y salgo del área de la mansión. El bosque sigue pareciéndome siniestro, siendo medio día, pero lo atravieso como si no fuera nada.

Al llegar a casa, encuentro todo como lo dejé. Almuerzo un poco de todo y luego me encierro en mi cuarto. Quiero dejar de pensar en Adam, quiero dejar de pensar en lo que hizo y por qué lo hizo. Necesito dejar de hacerlo, pero es algo tan... sorprendente que ni siquiera puedo realmente imaginarlo asesinando a alguien.

Sean llega algo tarde a casa. Me pregunta qué hice todo el día y yo le respondo que he dormido, he salido a pasear por los alrededores y he acomodado mi habitación, aunque es mentira. Él me cuenta sobre su día y me alegro por lo bien que le está yendo en su trabajo como gerente en una pequeña bodega.

Durante la noche, no consigo dormir, es como si todo lo que hoy ha pasado no pudiese dejarme en paz. Es como si yo hubiese matado a Samuel y no Adam. Sus palabras suenan en mi mente como si fuese algo que recién haya estudiado para un examen y no consigo saber cómo ahuyentarlas.

«- ¿Lo mataste?
-Sí.» esa frase. Esa maldita frase me tiene con los pelos de punta. Es como si él me lo hubiera preguntado a mí. Además, ¿cómo me hubiese podido imaginar que él podía matar a alguien? ¿Cómo si lo único que hacía era hacerme feliz?

Tal vez lo hizo también por hacerme feliz, tal vez lo hizo porque no quería verme mal, pero me ha destruido con eso. Me ha hecho demasiado daño.

«-Mejor...
- ¿Mejor qué? ¿Me quedo aquí solo? ¿Pienso en ti y me suicido?».

No puedo imaginarlo haciendo eso. No quiero que lo haga.

«-Dime la verdad, por favor, aunque de verdad lo hayas matado.
- ¿Y qué pasaría si fui yo quien lo mató? Me vas a odiar. ¿Y qué pasaría si no fui yo? ¿Me volverás a amar?».

Lo haría. Lo haría de verdad. Maldita sea, ¿lo he dejado de querer?

«-No sabes lo mucho que te necesito. Lo mucho que te metiste entre mi cerebro y mi corazón, Amaia, lo mucho que me duele saber que ya no eres mía. Esto no es de amarme, no es de amarte, pero ya te he perdido, ¿no? Sé que no te sentías bien conmigo, pero, ¿te preguntaste qué sentía yo?»

Lo hice. Y se metió entre mis pensamientos y mi corazón, también. Él se convirtió en parte de mí.

«-Me arrepentí solo porque sentía que ya no te merecía; tú eras siempre tan buena, tan amable y tan merecedora del amor de alguien bueno, como tú, que... me sentí asqueroso».

Adam lo era todo. Yo perdonaría a Adam hasta... hasta la muerte.

«- ¿Crees que soy verdaderamente un monstruo?».

¡No! ¡No! ¡No! ¡No...!

Belleza y RencorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora