EL LIBRO DE LOS CONDENADOS

Capítulo 28

-Lo siento tanto, Jade. Perdóname por haber dudado de ti

Anael susurraba una y otra vez mientras estaba sentada a mi lado en el sofá que se encontraba en una pequeña sala de estar

Ni siquiera sabía cómo habíamos llegado aquí. Cuando Miguel me abrazo y me pidió perdón, estalle en un llanto incontrolable y algo vergonzoso que no me dejaba ni respirar. Solo tengo vagos recuerdos luego de eso. Recuerdo sentir los brazos delgados de Anael rodearme y, junto con Miguel, me condujeron a esta pequeña sala en donde estábamos más a gusto y en privado, y en la que me explicaron la milagrosa curación de Anael. Ella está bien ahora, por supuesto. Se veía hermosa como siempre, y se veía tan pequeña con ese vestido verde esmeralda que tenía puesto, que era adorable. Sus ojos y su cabello realzaban por el color del vestido. Estaba bien. Aunque ella no podría volar durante un tiempo debido a que su ala todavía está un poco sensible después del daño infligido

Hace unos minutos había podido reunir las fuerzas que me quedaban y había dejando de hipar y sollozar como una niña pequeña pidiendo por su madre. Así que hora podía ver todo con más claridad y objetividad

Me limpie la nariz con un pañuelo y mire a Anael que se encontraba a mi lado mirándome con expresión llena de culpabilidad y remordimiento en sus enormes ojos violetas. Ella tomo mi mano y la apretó

-Lamento tanto todo lo que has tenido que pasar, Jade – dijo ella con voz ahogada – debí confiar en ti. No debimos creer las mentiras de Castiel y...

-Lo entiendo – la interrumpí y le di una sonrisa llorosa – de verdad lo hago, Anael. Ustedes jamás pensaron que Castiel podría mentirles de una manera tan descarada y sin un ápice de culpa. Es su hermano y compañero. Es lógico que dudaran de mí y no de él

-Una de lo cosas que admiro de ti, Jade, es que siempre has sido demasiado madura y sabia para haber vivido tan poco – mis ojos se dirigieron en la dirección en la venia la suave voz de Miguel – eres demasiado noble y gentil. Eres rápida para el perdón, e incluso, entregas ese hermoso regalo a las personas que no lo merecen

No sabía que decir al respecto. Miguel me había elogiado. Algo que nunca había hecho. Ha dicho que siempre ha admirado mi capacidad para perdonar y eso es algo grande viniendo de él. Miguel arcángel siempre se ha caracterizado por tener un semblante serio y una actitud fría y autoritaria, pero viéndolo aquí delante de mí, con sus ojos azules cargados de sentimiento y vestido como un mortal, pienso que todo eso es una ilusión. Un truco que el hacía para esconder sus verdaderos sentimientos. Supongo que lo hace porque él es uno de los principales arcángeles. Debe guardar la compostura y ser el duro comandante del ejército del Cielo. Él no debe titubear en nada ni mostrar debilidades, y lastimosamente por su naturaleza angelical debe mantener toda emoción a raya. El amor, el principal sentimiento con el que todo ser vivo fue creado, está en nuestro interior. Principalmente en un ángel

El amor es una fuerza poderosa. Puede construir mundos y salvar vidas, pero también pude destruirlo todo

Sorbí por la nariz y baje mi mirada hacia mi regazo. Retorcí mis manos alrededor del pañuelo que Miguel me había entregado hace unos minutos

-No pensé que el Cielo me perdonaría por haberme llevado El Libro – dije un momento después

La habitación se quedó en silencio y levante mi cabeza para mirar a los ángeles que estaban aquí conmigo. Anael estaba a mi lado todavía pero no me miraba en lo absoluto. Su cabeza cobriza estaba vuelta en dirección a Miguel que se encontraba de pie frente al ventanal de la pequeña sala. El sol se estaba ocultando, pero había suficiente luz todavía y esta entraba a raudales por las ventanas iluminando el cabello rubio del ángel. Si entrecerraba los ojos, podía ver la energía pura que se arremolinaba a su alrededor y creaba líneas, finas como una telaraña, que formaban unas esplendidas alas. Sabía muy bien que si él lo deseaba, la energía se volvería más fuerte y visible ante los ojos de los humanos, y mostraría sus alas doradas y con un millón de ojos en ellas