Penumbra

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El viento siempre soplaba siempre en dirección contraria a la de los que se dirigían a esa imponente estatua. Tenía ojos cristalinos tallados piedras preciosas, el cuerpo estaba esculpido en bronce, una mujer bella y de aspecto frágil si no fuera por su rostro, desprendedor de furia y miedo. Delia y Nezo se conocieron en la infancia y de ahí algo más surgió entre ellos, en su edad adulta ambos se encontraban perdidos ante aquella estatua en mitad del bosque, Nezo tranquilizaba a Delia, la cual estaba embarazada.Silencio a excepción del viento es lo que había rodeando aquella mujer de bronze, sin poder resistirse Delia toco su pie, el viento paró de inmediato y despertó de aquel sueño ya con su hija en brazos. El parto había sido largo y ella perdió la consciencia, pero todo acabó bien, tenía una hija sana y fuerte de unos ojos singularmente claros y cristalinos.Delia la llamó Beatriz, el padre aceptó el nombre aunque sabía que era un nombre poco común, aquel día había sido muy largo. Nezo acababa de ver nacer a su hija, pero no por ello podía perder el tiempo, en mitad de la noche se dirigió al lago y allí empezando a desplegar los utensilios de pesca, esperó al amanecer y a sus compañeros de trabajo, debía compensar su día sin trabajar.Delia no pudo dormir aquella noche, sin Nezo se sintió sola, aunque ya nunca estaría sola, tenía a su hija.La casa donde vivían estaba a las afueras de un poblado conocido como Overg, rodeado por un bosque, nadie sabía ni quería saber lo que había más allá de él.Los habitantes eran complicados, su manera de pensar parece estar atrapada en un bucle, cada día la mayoría de los hombres van a pescar al lago o a cazar al bosque, otros son artesanos y por último están los que controlan todo, son los curanderos, los sacerdotes y los hombres de palabra, entre ellos nadie es superior, pero todos ellos son superiores al resto. El padre de Delia, Sevio, es curandero, ya es mayor, atiende pocas visitas pero aún tiene influencias, no se habla con su unica familia que es Delia, ya que su mujer murió hace años y desde que Delia decidió casarse con Nezo no le ha dirigido ni una mirada a su hija.La situación familiar de Nezo es distinta, es hijo de pescador, pero sus padres murieron cuando él aún era un niño, estonces lo acogió su tía Gafne, una mujer amable y alegre, hasta que sus padres no murieron, Nezo nunca conoció a Gafne, no entendió porqué hasta que se hizo más mayor y descubrió que su tia era ladrona, pero de las más singulares, Nezo no se enteró de la profesión de su tía por rumores ni por su propia cuenta, Gafne robaba en las sombras, de una manera impecable, todos creían que era solo una pobre desamparada mujer que vivía de lo que su marido, cazador, le daba, pero todos se equivocaban, en las noches de verano, las más frías y oscuras del año, Gafne entraba a las casas de los hombres de palabra con un plan bien trazado, y de allí conseguía un bien muy preciado, amuletos, con ellos se comercia en los callejones y las trastiendas, valen la vida para muchos y Gafne cada año se hacia con un par de ellos. Los primeros hombres de palabra al fundar el poblado y mientras levantaban la iglesia encontraron bajo tierra una caja metálica de bronze con cientos de extrañas piedras de bronze, les dieron el nombre de amuletos y los consideraron un regalo de dioses, hubo casi una guerra por los amuletos entre hombres de palabra y sacerdotes pero finalmente se repartieron. Gafne sin levantar sospechas y en la más absoluta discrección, durante años robó amuletos a los hombres de palabra y se los vendió a través de intermediantes a los sacerdotes, un día apareció finalmente acuchillada en un callejón.El marido de Gafne, dado que Nezo ya había alcanzado la adolescencia, le contó a que se dedicaba su tia y le dió algo que le había dejado en herencia, un amuleto el cual aún conserva.Delia un día, después de haber empezado a vivir con Nezo encontró el amuleto guardado en una cajita de madera mientras ordenaba sus cosas, al abrir la caja y verlo, la cerró de inmediato y ignoró haber visto tal elemento, pero después de aquel sueño en mitad del parto, de aquella estatua y de ver sus mismos ojos cristalinos en su hija empezó a sospechar de su suerte y decidió que tarde o temprano tendría que hablar con su padre, entendedor de todas aquellas señales y curandero de experiencia.

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