Aire

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Era época de tormentas pero aún no habían empezado, ese año llegarían más tarde y serían más intensas.Delia miraba a su hija con una mezcla entre amor y miedo.Nezo aún no sabía nada de todo aquello que removía los pensamientos de su mujer, él seguía pescando, día tras día sin cesar.A los pocos días del parto, Delia no aguantó más la espera, tenía que verse con su padre.Lo hizo una noche en la que Nezo se fue al muelle muy temprano, Delia cogió a Beatriz envuelta en unas lanas y caminó hacia la casa de su padre, no iba allí desde hacía quizás siete años, en esa casa Delia creció, era por completo de madera, tenía dos plantas, en la puerta colgaban extraños símbolos grabados en unos cuadrados metálicos, el metal ya estaba ennegrecido pero los símbolos seguían visibles.A Delia le costó, pero llamó a la puerta, a su padre lo había visto fugazmente en distintas ocasiones, en algunas misas, en funerales y el mercado.Pero de cerca como cuando abrió la puerta aquella noche no lo había visto desde hacía mucho tiempo.
-Delia -a Sevio le costaba mantener sus ojos mirando a su hija.
-Padre, necesito de tu ayuda y es de importancia que aceptes ayudarme.
-Veo tu situación y me temo decirte que te avise de tu destino en cuanto vi a ese
pescador-Sevio pensaba que si hija estaba sola, con un bebé a su cargo y que acudía de vuelta casa por conveniencia- no puede dejarte embarazada y luego desentenderse.
-¿A que os referís?
-¿No es obvio lo que quieres?, un techo y comida.
-Me temo padre que una vez más está equivocado, con Nezo no estoy viviendo ninguna miseria, a lo que vengo es buscar tu consejo como chamán.
Sevio se vió sorprendido ante aquellas palabras de su hija y sin más la dejo pasar al interior de la casa.
-Toma asiento Delia, enseguida vuelvo.
Delia se dedicó entonces a observar la estancia en la que había una mesa, cuatro sillas, ella estaba en una de ellas, un mueble con muchos cajones donde su padre guarda múltiples objetos que utilizaba en su trabajo y también había otro mueble en el que Delia recordó a su madre guardando sus agujas y lanas, también la recordó tejiendo y eso la tranquilizó. Finalemente apareció Sevio, con una taza de un brebaje que él solía preparar a sus invitados, Delia nunca supo que era exactamente pero al beberlo descubrió que era más amargo de lo que creía pero que dejaba una buena sensación.Guardaron un silencio breve y entonces Delia empezó a contarle todo lo que le preocupaba, el sueño, el amuleto y sobre todo, su hija Beatriz.Sevio escucho sin interrumpirla y finalmente habló:
-Creo que deberías considerar deshacerte de ese amuleto que habita en tu casa.Se que dicen que dan buena suerte pero por mi experiencia puedo decirte que la presencia de esos objetos ha dado más problemas que alegrías.
Delia pensó en aquello brevemente y se preguntó cómo decirle a Nezo que por una serie de extrañas coincidencias debía desacertase de un objeto tan preciado.
-¿Pero servirá de algo ahora que haga eso? -añadió Delia.
-Puede que el mal ya esté hecho y que el destino de tu hija ya esté marcado, ¿Como era el día en tu sueño?-preguntó Sevio intrigado.
A Delia le costó recordar un poco el sueño pero finalmente lo hizo:
-Hacía mucho viento, como el principio de...
-Una tormenta-concluyó Sevio.
-¿Que significa?
-No lo sé, pero nada bueno viene con las tormentas.
Delia dejó caer unas lágrimas, se despidió de su padre y volvió a casa, mientras volvía el aire se aceleró cada vez más, la tormenta estaba cada vez más cerca.

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