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  No hallaba palabras para preguntarle a su madre si lo dejaba ir a la montaña. Luego de tanto pensar, logró encontrar las palabras astutas para que su madre lo dejara ir:

  —Mami, fíjese que en el cole, la  maestra que nos da biología, nos dejo una investigación sobre las plantas y animales y nos pidió imágenes y yo me quiero sacar todos los puntos y el mejor lugar que puedo encontrar es en la montaña...

  —¿En la montaña?  —preguntó su madre mientras lo miraba fijamente a los ojos—. Amor, ¿tú creés que yo te voy a dejar ir a esa montaña?

  —Sí mami... es que usted piensa que yo estoy chiquito, ya voy a cumplir diecinueve años, no me pasará nada.

  —Sí, pero vos bien sabés lo que se dice de esa montaña, allí es muy peligroso.

  —¡Hay mami! —Exclamó Diddier poniendo una cara de conquistador— usted que se complica mucho, porfa mami déjeme ir, valla, le prometo que antes de las tres (de la tarde) estoy aquí de vuelta.

  —¡Como que a las tres! muy tarde. A la una aquí y...

  —Entonces sí ma —interrumpió  mientras su rostro se llenaba de alegría.

  —¡Noo! —gritó.

  —Eh, no ma... —replicó. Su corazón palpitaba muy aceleradamente, mientras tragaba  saliva gruesa—, dijo, no. ¿Por qué no quiere que valla?

  —Por qué es muy peligroso, ¿que no entendés? —exclamó mientras rebanaba unos  plátanos para freírlas.

  Diddier no era un chico malcriado si no más bien un hijo bien portado y educado, si lo fuera se hubiera ido sin su permiso; pero él seguía insistiendo:

  —Mami por favor déjeme ir valla, solo iré hasta la entrada, tomaré las fotos que necesito y me vengo.

  Él tenía tantas ganas de conocer esa montaña y desde tiempos planeaba ir, ya sabía al peligro que se enfrentaría pero él  se quería arriesgar

  —Está bien, te dejo ir.

  —¡Gracias mami, sabía que me iba a dejar ir, gracias muchas gracias! —le decía mientras la abrasaba y la besaba en la Mejía y en su frente.

  —Que conste que te dejo ir por esa materia eh, para que no perdás puntos, por eso lo hago.

  Se sintió muy mal al escuchar la voz de aquella mujer inocente, pues él sabía que era una mentira y que no tenía tareas.

  —¡Ah, pero eso si! —añadió  mientras le sacaba unas tajaditas en un plato y se las servía en la mesa— ésperate a que te fría otras tajaditas más para que las lleves.

  —Si ma... no se preocupe —afirmó mientras se llevaba una tajadita a la boca.

  Quince minutos mas tarde su madre ya le había aliñado sus tajaditas en una bolsa plástica.

  Se despidió de  su madre con un beso y le dijo:

  —Regresaré pronto.

   Tomó consigo su mochila, se puso sus botas y también llevó un machete y emprendió su viaje a las meras 08:00 a.m.



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¿Que tal este otro? ¿Cómo les parece la actitud de Diddier?

¿Estaría bien mentir a su madre?

Comenten y no olviden la estrellita

El Amuleto MágicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora