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  —Me alegra mucho que quiera hablar con nosotros, oficial —añadió Beyto.

  —Miren, yo estoy muy intrigado sobre algo, y yo se que ustedes saben perfectamente sobre este tema.

  —Pues usted dirá —asintió Heysel.

  —Es sobre Diddier, es un personaje muy raro a como su padre me lo había describido.

  —¡Claro! Él no es, —prosiguió Heysel— y se que usted me creerá fácilmente, el amuleto que me quitaron eso tiene que ver en todo.

  —¡Verdad que sí! —exclamó.

  —Por supuesto, el amuleto es mágico, por ese amuleto ocurrió todo lo que pasó, el verdadero Diddier es el que está en el cuerpo de Chicho.

  —Tenía razón entonces.

  —¿Quien tenía razón?

  —El que llamó a la policía, el que los denunció a todos.

  —¡Por favor oficial! Mande llamar a Chicho, él es Diddier en su cuerpo.

  —Eso no se podrá.

  —¿Porque? ¿Acaso no está en está misma jefatura?.

  —Lastimosamente no, el murió.

  —¡Cómo! —exclamaron al unísono los tres.

  —¿Y cómo pasó eso? —preguntó muy asustada Heysel.

  —Él estaba hablando de que no era él. Y justamente cuando el iba decir quien era, un joven le disparó en la frente.

  —Tengo mucho miedo.

  —¿Miedo de qué?

  —De que no vuelva nunca más su espíritu y que el que quede viviendo en su cuerpo sea el malvado Chicho.

  —Intentamos volver su espíritu —dijo Arnulfo— pero fue inútil.

  —Ese es nuestro miedo —añadió Beyto.

  —Ahora entiendo por que lo llevaban amarrado. Y  por eso el se reveló con furia con ustedes

  —¿Y Valladares? —preguntó Arnulfo.

  —¿Conoces a Valladares?

  —Sí, yo era policía y junto a el eramos grandes amigos.

  —¿Y cómo cayó allí usted?

  —Un policía me traiciono.

  —Mejía.
 
  —Si ese era su nombre.

  —No se preocupe él ya está detenido.

  —Ese animal me vendió.

  —No se preocupe ya le llegará su juicio.

  —¿Dónde está Valladares ahora? —pregunto nuevamente Arnulfo.

  Martinez, agachó su cara y pasándose la mano sobre su cara exclamó:

  —Mi gran amigo se nos ha adelantado.

  Todos se pusieron muy triste.

  —Señorita —continuó Martinez—, me podría acompañar al hospital por favor. Quiero que vallamos a visitar al hijo de mi amigo.

  —¡Claro!, pero tal vez me podría ayudar, mire como ando mi presencia, me gustaría bañarme y cambiarme.

  —¡Sí! Vamos te llevaré a una tienda de por acá cerca, te compraré un traje y te bañas y nos vamos, todavía es temprano, son las 09:36 p.m. Y a ustedes —dijo a Beyto y Arnulfo— no se preocupen yo les ayudaré a salir de aquí.

El Amuleto MágicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora