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  A la mañana siguiente Diddier seguía en la camilla, él ya estaba despierto y vio que la puerta iba abriéndose, era Chicho el que llegaba y le dijo:

  —Bueno muchacho, levantate que ya es hora, aquí no te trajimos para lujo, aquí estas para chambiar y no me digas que te duele ese brazo y si te duele tomate estas pastillas y asunto arreglado.

  —Sí, me duele un poco; pero no me puedo tomar esas pastillas en ayuno.

  —Te las vas a tomar porque yo te digo, ¿me oyes?.

  —A pues, no me las tomo. —le dijo, cruzándose los brazos.

—Ah, no —murmuró Chicho, mientras sacaba su pistola y se la ponía en el pecho— si te digo que te las bebes es por que te las bebes.

  —Está bien, me las tomo. —sucumbió mientras se levantaba de la cama y tomaba un vaso con agua  de una mesita que había allí y agaró las pastillas y se las tomó.

  —Ah, ves —murmuro, con voz de mando— quien es el que manda.

  Seguido de esto, Chicho se  lo llevó a la mina y luego lo puso a trabajar. Allí estaban Beyto con Arnulfo trabajando en la mina como a cien metros adentro.

  —Bueno, aquí es donde vas a trabajar —le dijo Chicho y sacando un  brazalete parecido a un reloj  se lo puso en el brazo a Diddier.

  —y esto ¿para qué es?—preguntó Diddier.

  —Esto es un brazalete que marca tu territorio, esto marca asta donde devas andar tiene tres luces igual al color de los semáforos, la luz roja te indica que estás en una zona donde no hay peligro; la luz amarilla indica que estás  entrando en peligro y la verde indica muerte, cuando mires la luz amarilla retrocede. Así que ya sabes las reglas, ni se te ocurra intentar escapar por que te irá pésimo, así que mejor calladito porque calladito te ves mejor o como quien dice en boca cerrada no entran moscas.

  —Okay señor, entiendo.

  —Bueno, entonces a trabajar, quiero que saquen bastante oro hoy, vamos vamos.

  Luego de esto Chicho se marchó.

  Diddier comenzó a trabajar y como no estaba acostumbrado, al principio no podía. Sería por el dolor de su brazo.

  —Entonces muchacho ¿cómo amaneciste de tu brazo? — preguntó Beyto a Diddier.

  —Un poco adolorido —contestó arrugando la cara.

  —¿Te duele verdad?.

  —Si, me duele mucho y me hicieron tomar unas pastillas a fuerza.

  —Verdad que te digo —le dijo el doctor.

  Como ellos habían llegado de primera, ya tenían buen pucho de oro y tomaron una espuerta y la llenaron y le dijo Beyto a Arnulfo:

  —Bueno, creo que ya con esto tenemos suficiente para nuestro primer viaje, valla llevando la espuerta, no la vamos a llenar mucho, usted anda muy débil con esa pierna así, mejor llevela así vacía.

  Arnulfo tomo la espuerta y se la llevó. Luego ellos siguieron trabajando.

  —Oigame usted Beito —preguntó Diddier mientras seguía trabajando.

  —Mmju dime — respondió él.

  — Usted ¿ya días está aqui?

  —Uuy, hace un año —le dijo mientras se detenía por un momento de trabajar.

  —Y ¿Como fue que lo agarraron?

  —Bueno pues yo tenía mi Clínica privada en Danlí y allí yo atendía a mucha gente. Pero un día mientras yo me conducía hacia Jamastran a hacer un mandado, cuando yo iba por la vuelta de la ese, habían  allí dos hombres haciéndome parada, yo nunca acostumbro a pararme pero ese día para mi desgracia yo me pare, aquellos hombres se montaron en mi auto, bueno pues me amenazaron con sus armas, yo seguí conduciéndo mi auto ya habíamos recorrido como un Kilómetro,  cuando ellos me obligaron a...

El Amuleto MágicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora