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  Diddier iba muy cansado, aquél animal parecía que ya se lo comería, pero él, corría muy rápido hasta más no poder, cuando sintió que le había ganado ventaja al animal y que ya estaba fuera de peligro, exhausto se dejó desvanecer lentamente doblando sus rodillas, haciendo que su cara acariciara el suelo.

  De pronto llegó el tigre y comenzó a rodearlo, luego a olerlo, aquél tigre ya estaba a punto de darle una mordida cuando inmediatamente una bala cruzó sus sentidos haciéndolo caer inmediatamente al suelo, al oír  aquél disparo, Diddier se levantó como un rayo y vio frente a él, dos hombres armados, eran Chicho y Robelo, al verlos Diddier les agradeció por haberle salvado la vida.

  —¡Hola! no se quienes son, pero muchas gracias por haberme salvado la vida, creo que si no hubiera sido por ustedes ya estuviera en la pansa de ese animal.
 
  —¿Qué haces por  aquí? —le preguntó Robelo.

  —Eh, bueno pues, es que yo solo venía para la entrada y de pronto ese animal me persiguió y me hizo meterme hasta aquí.
Pero bueno muchas gracias creo que ya es tarde ya me voy, fue un placer.

  Diddier se dio la vuelta y se dispuso a marcharse, solo había dado como cuatro pasos cuando uno de ellos le dijo:

  —Parate ahí.

Diddier obedeció, pues pensó que  sería algo bueno y valla sorpresa, al dar la vuelta, Chicho le apuntó en la frente con una pistola.

  —¡Arriba tus manos! —le dijo.

  —¿Pero qué pasa? —preguntó muy asustado.

  —Pasa que te irás con nosotros. —le dijo Robelo.

  —Pero...
 
  —Pero nada —interrumpió Chicho.

  —Pues haganle como quieran, —murmuró—, yo no voy con ustedes.

  Ellos sabían que no lo matarían, así que intentaron golpearlo  para darle una lección y Robelo le pegó un puñetazo en la cara.

  —¡Aaaoh! —gritó.

  —Eso te pasa por machito. —le dijo Chicho.

  Se indignó tanto al recibir aquél golpe y se lanzó contra Robelo y le pego una patada en las rodillas, al instante Robelo le devolvió otro puñetazo cerca del ojo, Diddier le volvió a pegar nuevamente en el rostro de Robelo y lo elevó al suelo. Al ver Chicho que aquél muchacho no era tan dejado, jaló su pistola y le disparó en el brazo, al instante Diddier cayó en el suelo y los dos comenzaron a patearlo.

  —Ya, ya, ya, para, para , Chicho. —exclamó Robelo mientras lo agarraba por la espalda y lo llevaba hacia atrás—. No nos conviene golpearlo mucho, este será nuestro esclavo y tiene que tener fuerza para que saque bastante oro.

  Diddier había quedado bien golpeado, toda su cara golpeada y sangraba por la nariz y por la boca.

  —Eso te pasa por andar de machito —murmuró Chicho mientras le apuntaba con su dedo índice de su mano derecha—, ahora levántate y camina con nosotros.

  El pobre estaba todo mareado, casi ni podía caminar y con aquél disparo en el brazo, desgarró su camisa y Robelo le amarró su brazo, luego lo empujó diciéndole:

  —¡Camina idiota! a partir de este momento serás nuestro esclavo y trabajarás para nosotros el resto de tus días.

  —Sí imbécil —afirmó Chicho insultándolo—, camina, será mejor que lo amarremos
Zorro, por que con ese paso no llegaremos hoy.

  —Simón, aquí ando yo una cadena. —añadió Robelo mientras sacaba una cadena de su mochila.

  —No... Por favor no —gimoteó Diddier— no, dejen me ir, se los suplico dejen me porfa yo ya no puedo más.

El Amuleto MágicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora