Una Navidad.

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Corría por el pasto, el viento  pegaba en mi cara, la luz de la luna me iluminaba el paso, el olor a vida me inundaba mis fosas nasales, mi cabello que antes estaba peinado, estaba por toda mi cara con unas cuantas hojas. Estaba tan cansada de correr que decidí acostarme, cerré lentamente los ojos, dejaba que mi tranquilidad me dominara.

La soledad siempre fue mi mejor amiga, y la sera por siempre, hasta que cierre los ojos eternamente.

— ¡Esmeralda! — Oí la voz de aquella mujer. Me levanto rápido del suelo dejando caer algunas flores que tenía en mi vestido negro.

— ¡Que! — Respondo a gritos.

— Venga que ya va a nacer el niño — Adoro cuando no me pongo mis zapatillas, me encanta sentir ese cosquilleo cuando roso el pasto con mi pies.

Cuando llego, abro la puerta de par en par, toda mi "Familia" se me queda mirando, algunos con repulsión, otros con asombro y uno que otro con seriedad, todos estaban sentados en la mesa ya listos para comer, solo yo faltaba. Me siento al lado de mi hermana, ella ríe cuando me ve, alzo la ceja y digo con simpleza.

— ¿De que ríes pedazo de estiércol? — Ella me mira y con su mano hace un intento de peinarme, saca algunas plantas que tenía en mi cabello.

— Estas toda despeinada.

— No estoy despeinada, si no que mi cabello tiene libertad de expresión — Ruedo los ojos y pongo mi cara de pocos amigos.

— Aja Mafalda.

— ¡Familia! — Todos dirigen la mirada a mi madre, que esta en la punta de la mesa con una gran sonrisa— Voy les vengo dar gracias a todos por estar aquí en familia, gracias a toda la familia Miller de venir en estas navidades — Esa mujer es una hipócrita — ¡A comer!

Oh si, era el momento que estaba esperando. Todos los meseros trajeron todo tipo de platos, cuando vi el montón de comida no dude en agarrar todo, pero como siempre hay alguien que interrumpe mi felicidad.

— Señora Karem, como usted puede dejar que este fenómeno coma en esta mesa — Y esa vieja que.

— Pues Señora Miller, ella es mi hija, Esther Esmeralda Miller Fernandez — Me levanto de la mesa haciendo que toda mi atención me la lleve.

— Bueno Señora Miller, por si usted no sabe, esta es mi casa, y me vale verga que usted sea mi abuela — Voy hacia el pesebre que tardo dos días en hacerlo, agarro al niño Jesús y voy hacia mi abuela — Perra — Le meto al niño Jesús en la boca, ella comienza a rasguñarme pero mi fuerza ya había alcanzado los límites, algunos me quitaron encima de mi abuela y los otros la estaban ayudando. Cuando ya todo medio se calmo, mi padre me susurro en el oído.

— Vete a tu habitación, ahora hablamos.

Aparte a las personas que estaban en mi camino, Emily como siempre se fue atrás de mi.

Me tire en la cama y la imagen de aquella vieja se me vino a la mente, no aguante las ganas de reírme.

— Esmeralda, ¿Por qué hiciste eso? — Paro de reírme, la miro seriamente y digo:

— ¿No viste como me dijo? ¡Fenómeno!

— Si, p-pero ella es nuestra abuela.

— Ella es la madre adoptiva de nuestro padre, así que prácticamente no es nuestra abuela — Emily iba abrir la boca cuando mi padre entra, mira a Emily y ella entiende la señal, se retira, dejándonos solos.

— Me debes muchas explicaciones.

Su sonrisa crece aún más, mi sonrisa crece, parecemos dos locos sonriendo.

— ¿Estoy castigada? — Alzo la ceja.

— Bueno, eres una señorita de doce años y  lo que hiciste alla fue algo... Alocado, pero la vida simplemente hay que vivirla al máximo, asi que tu castigo lo dejaremos para después.

Abrazo a mi padre, él es la única persona que me entiende, que sabe controlar mis demonios internos, él besa mi frente y en susurros dice.

— Te quiero Esmeralda.

— También te quiero padre.

— Quiero que digas mi nombre.

— Te quiero Edgar Black...



Escucho un grito...

Un grito que ya lo había escuchado antes...

Me levanto rápido de la cama y lo primero que veo es a Emily que esta profundamente dormida, me acerco a su oído y digo.

Jayden no te quiero — Arruga la cara y ya puedo sentir su dolor, en serio que ella cree que va a tener alguna oportunidad con ese chico.

Abro la puerta siento como un escalofrío recorría todo mi cuerpo, por alguna razón comencé a temblar... Algo iba a pasar, o mejor dicho, estaba pasado. El grito que escuche hace poco se volvió más intenso, casi me rompe los tímpanos, veo una puerta que esta entre abierta, y esta era la oficina de mi padre, nada bueno pasaba cuando entraba a ese espeluznante lugar.

Cuando al fin entro veo que no hay nadie, me acerco a la ventana, mi vista se fija en un columpio que esta una niña, abajo de ella hay otra niña pero ella esta muerta, tiene una profunda herida en la cebeza, la otra niña me mira, sus ojos hablaban y decía claramente "Ayuda" nos quedamos viendo por unos segundos hasta que una inesperada sombra aparece, la pequeña comienza a gritar cuando esa sombra le mete un cuchillo en los ojos, le saca el globo ocular lo tira al suelo y lo pisa, agarra el labio de la niña y comienza a cortárselos, por último mete lentamente su cuchillo en el pecho de la niña, fue su último grito. La sombra desaparece, siento que alguien esta atrás de mi, unas manos gruesas tapan mi cara, haciendo que todo en mi se ponga oscuro.

Abro los ojos y lo primero que pueden visualizar mis ojos es el gran árbol de navidad, abajo de este había un obsequio que claramente decía "Para Esmeralda"  no dude en abrirlo y lo primero que vi fue un cuchillo y en la punta tenía un globo ocular, estaba todo lleno de sangre, había una nota y esta decía.

"¿Quieres entrar a mi juego?"

Sonreí y dije en voz alta.

— Ya estoy jugando, hace años — Agarro una vela que estaba en la mesita de madera, voy hacia la parte de atrás y agarro la gasolina, me dirijo hasta donde yo estaba. Riego todo el árbol de navidad, con la vela, le prendo fuego...

Una mano se posa en mi hombro, sabía quien era, asi que no me alarme, él y yo estábamos viendo como ese árbol se quemaba lentamente.










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Mi GemelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora