37. Migas de pan

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Enoch se sorprendió de que nunca estrelló la camioneta. Detuvo la camioneta enfrente de una casa de estilo victoriano. Soltó el aire cuando terminó de estacionar la camioneta fúnebre. Le fue un poco complicado estacionarla sin pegarle a los autos que estaban enfrente y atrás de ellos. Apagó la camioneta. Quitó las llaves del contacto. Se las dio a Myron. El señor le dio una palmada amistosa en la espalda.

-Estuvo muy bien joven O'Connor como para ser la primera vez que conduce.-Lo felicitó. Enoch sonrió con suficiencia. Como le habría gustado que Olive lo hubiera visto. Ambos bajaron al mismo tiempo de la camioneta. El señor Myron tocó a la puerta mientras Enoch abría la puerta trasera de la camioneta. Una señora mayor vestida de negro salió a atenderlos. Una vez que firmó todo el papeleo dejaron el féretro dentro de la casa, donde iban a velar al difunto. Lo dejaron en medio del salón. Mientras veían que el cuerpo estuviera bien un presentimiento se vino a la mente de Enoch.

-Se ve bien. Vámonos.-Dijo Myron cerrando el ataúd. Enoch asintió y siguió al señor. Enoch miró a los familiares del difunto. Algunos lloraban desconsoladamente, otros parecían sólo estar ahí por puro interés. Enoch por poco choca con un arreglo floral. Lo reacomodó rápidamente y continuó con su camino. La señora les pagó todo el servicio. Myron quedó que al día siguiente para llevar el cuerpo al cementerio y enterrarlo. Salieron al frío aire de la calle. Ambos subieron a la camioneta. Myron le dio las llaves. Enoch encendió la camioneta. Enseguida se pusieron en marcha. El mismo presentimiento que tuvo hacia minutos volvió a su mente. Trató de concentrarse en la carretera y en atender las indicaciones de Myron para no hacerse papilla.

En menos de quince minutos llegaron a la funeraria. La puerta principal estaba abierta. Eso se le hizo muy extraño al joven. Tal vez sólo este atendiendo a un cliente, pensó Enoch para si mismo. Dieron la vuelta. Se estacionaron frente a la puerta trasera de la funeraria. Bajaron de la camioneta. Myron hojeaba unos papeles. Enoch tocó a la puerta trasera.

-Olive ya llegamos.-Dijo Enoch. No hubo respuesta. Sólo se escuchaba música. Enoch giró el picaporte de la puerta. Estaba sin llave. Lo más seguro es que Olive no escuchara por la música. Abrió la puerta y entró. El pasillo estaba desierto. El corazón de Enoch comenzó a latir de manera acelerada.-Aceituna ¿Dónde estás?

No hubo respuesta. Enoch avanzó por el pasillo con rapidez. Se metió al Cuarto Oscuro. Estaba vacío. Salió de ahí y corrió al mostrador. No había nadie. La puerta estaba abierta. Una franela roja estaba tirada en el piso. Enoch la recogió. El mostrador estaba a medio limpiar. Tenía polvo en algunos lados. La música aún sonaba. Provenía de la bodega. Enoch avanzó frenético a la bodega.

Él dice: "Oh, cariño, ruego que me salves"
Aunque últimamente, me gustan locos
Oh, tal vez, podrías devastarme
Pequeña señorita, ven y desvanéceme

No estaba ahí. Sólo yacía en el suelo una mochila de lona color gris abierta, una fotografía instantánea de un campo de futbol con gradas a lo lejos y un cronometro que marcaba cuarenta y siete horas. La cadena de oro con el dije octagonal de Olive estaba tirada en el suelo. Enoch recogió la foto y la cadena. Atrás de la foto, había una palabra escrita con tosca letra: encuéntrame. Debajo de ese mensaje, adjuntaba un número telefónico. Enoch cayó de rodillas. El maldito se la había llevado. Caul tenía a Olive. Se la había dejado en bandeja de plata. ¡Que estúpido fue!

Soy una viajera apasionada
Soy una aventura de una noche
No pertenezco a ninguna ciudad
No pertenezco a ningún hombre
Soy la violencia en la lluvia torrencial
Ven a desvanecerme
Ven a desvanecerme
Soy un huracán

Memories lost | Roman HolidayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora