Capítulo 46

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Lo que hace papá a continuación nos deja mudos. Comienza a reír. Él se está riendo.
Claro está que papá no es muy celoso, pero ahora ríe, con orgullo.

— Eh, ¿papá...? —hablo con un hilo de voz.

— Antonella, ¿estoy alucinando? ¿o estoy viendo al hijo del gran Bernardo Milani? —

Okey, okey, ¡¿qué?!

— No cariño, sí es él —habla mamá desde la cocina. Mi padre se acerca a Nick y se sienta a su lado, le toma la mano y le da un apretón. — ¿Como estás, hijo? Bienvenido a mi casa. —está bien, suficiente para mí. Resoplo y camino hacia la puerta. Mi coche se ha quedado en la cafetería de Lilian, no podía dejarlo ahí. Camino hasta la cafetería y entro a mi coche. Mi celular, apoyado en el asiento del acompañante, vibra sin cesar. Lo tomo y contesto.

— ¿Hola?

¡No has seguido contestando mis mensajes! ¿qué sucede?

— Es... Complicado. Iré a tú casa, ¿vale? Allá te cuento todo.

Más te vale, pequeña idiota.

Cuelgo y dejo mi celular dónde estaba, suspiro antes de encender el coche, y me pongo en marcha a la casa de mi mejor amiga.

Al llegar a la puerta, quién me abre es Isa. Me abraza y presiona mis mejillas con mucha fuerza.
— ¿Buscas a Danielle? —asiento sonriente. — está bien cariño, ella está arriba, pasa —adoraba a la madre de mi mejor amiga. Pasé y subí las escaleras, en su habitación se encontraba Dani pintando sus uñas de los pies, hice una mueca al ver el rosa chillón que cubría su pedicura.

— ¿Qué? No sólo porqué a ti no te guste el color, no tiene que gustarle a todos. Además, tus uñas negras también se ven chic —ruedo los ojos. Dani y sus palabras. — Ahora, aquí —golpea repetidas veces su cama con su mano libre.

Comienzo a pensar. ¿Qué o cómo se supone que debo contarle? Sí, volví a ver a Nick.
Sí, me tiró café encima cuando me vio.
Y sí, está jodidamente guapo.

Oh Dios mío, eso no, eso no.

Okey, a concentrarnos un poco.
Volví a ver a Nicholas Milani, el chico que apostó en un noble intento de devirgarme, un intento fallido debería decir.
Sí, Eduardo me rescató y le estoy completamente en deuda por ello.
Pero el caso es que, el chico peligro ha vuelto a mi vida, y ahora más irresistible que antes.

A veces pienso en que me fijé. Hasta que veo sus ojos azules, su rubio ceniza cabello y... Todo cobra sentido. ¿Que ha pasado conmigo?

— Vaya, mujer... Que cosas —mi mejor amiga sólo alza sus cejas. Resoplo y cubro mi rostro con una almohada turquesa.

— ¿Qué voy a hacer? —hablo amortiguadamente.

— No lo sé. —retiro la almohada de mi rostro para fulminar a Dani con mi mirada.

— Eh, ¿hola? Eres mi mejor amiga, se supone que deberías decirme que hacer. —aviento la almohada contra ella y veo como se le va la brocha. Su uña se ha dañado y ahora ha girado su cabeza hacia mí como el exorcista. Oh no.

— ¡ESTÁS MUERTA, ANABELA! —exclama y comienza a correr tras de mí.

Cuando me cansé, se lanzó sobre mí y comenzó a hacerme cosquillas.

— Niñas... ¡Niñas! —cuando alzo la vista está su madre. 

— No somos niñas, mamá —se queja mi mejor amiga y yo golpeo su cabeza.

— Para mí sí lo son, hasta lo parecen corriendo una detrás de la otra como sí estuvieran en un campo o una pradera. —me río. — Ana, tú madre ha llamado, preguntó sí estabas aquí. Le he dicho que sí. —asiento.

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