Y no sabes cómo has llegado ahí. Miras a tu alrededor. Hay mucha gente aquí que ama matar y robar a personas inocentes. ¿Y tú? De pronto vas a ser lo mismo que ellos. Y hasta peor. Estas rodeada. Te sientes así. Y aunque nadie puede comprenderte, tienes una pequeña esperanza. Tienes un arma en la mano izquierda y otra de mejor calibre en la derecha.
¿Cómo has aprendido tan rápido?
Sabes disparar sin errores y hasta se puede decir que ya sabes fumar bien. Y con lo que odiabas el humo… pero ahora parece imposible. Y lo entiendes. En este lugar, solo vale volverse cruel o irse para siempre, si es que antes no deseas morir o que te asesinen ellos mismos.
- Tienes quince minutos. - le indicó Joe. Karol asintió escuchando sus palabras con suma atención. - Te lo hemos dicho todo. Como funciona cada arma, lo que debes hacer, el horario de cada alarma y el de los trabajadores de aquí. - ella vuelve a asentir. Aun no tiene noción de lo que está a punto de hacer. Pero le gusta. De alguna manera, ama sentir el poder. Ya no es ella misma. Ya no lo es más. - Buena suerte, Sevilla.
Karol soltó un respiro. Baja la mirada. Debe esconder ese par de armas en ambos lados de la cazadora. Una por una. Logró meterlas y hacerlas parecer desapercibidas. Suspiró, mirándose en el retrovisor de la camioneta de Joe. Esta noche, su misión es otra… ella será la carnada.
Bajó del auto. Una pierna y luego la otra. Varios hombres por detrás, incluyendo a Joe, se la quedaron mirando. Aquella falda le apretaba el culo y las caderas de una manera espectacular. Incluso le hacía unas piernas esplendidas. Se acomodó el cabello hacia atrás y caminó decidida hasta las puertas del banco Nacional de Paris. Y mientras lo hacía, recibía más y más miradas. Se abrió la cazadora un poco, dejando al descubierto un bonito escote. Pudo observar al tipo de seguridad. Algo mayor y calvo. También la había estado mirando, pero al notar que ella lo había notado, había volteado la mirada. Si Ruggero estuviera viendo esto… pensó… y sonrió al saber lo que hubiera hecho al verla así. Aunque él no lo supiera, todo esto, era por él.
- Hola. - saludó ella, últimamente había aprendido a manejar el francés. Al menos algunas palabras. El tipo de seguridad instaló sus ojos en el escote de ella, pero rápidamente se volvió a sus ojos.
- Hola… - saludó él. - ¿Le… ayudo?
Ella asintió. Sus ojos miraron los de él con suma presión. Haciendo que este empiece a tensarse.
- No soy de aquí… y no hablo mucho el idioma. - dijo entristecida.
- Oh… yo… yo… puedo ayudarle en lo que necesite. - respondió. - En lo que sea. – agregó. Karol sonrió y bajó la mirada tímidamente.
- Muchas gracias ¿sabes? Tengo un problema… - abrió el bolso que traía y sacó un gran mapa que había adentro. - No tengo la menor idea de cómo llegar aquí… - señaló. Y se acercó un poco más. Tanto, que hasta pudo percibir el olor de aquel hombre. Nada deseable por cierto.
- ¿Aquí? - le preguntó él, guiándose por el dedo de ella. - Ese es un hotel… - sonrió con las mejillas enrojecidas. Karol le ponía muchísimo.
- Oh perdona. - se disculpó ella. - Tal vez luego me puedas decir cómo encontrar un hotel por aquí, pero ahora busco otra cosa.
- Lo que tú quieras. - le sonrío una vez más.
Ella también lo hizo. Le indicó otro lugar en el mapa, y observó con disimulo los minutos que había tardado en convencer al tipo de seguridad. Perfecto. Diez minutos. Un record. Ahora era donde en realidad empezaba el trabajo.
- ¿Hay más como tú aquí? - preguntó Karol, cambiando de tonalidad de voz completamente.
- ¿Qué?... - le preguntó el oficial ligeramente confundido.
- ¿Cuántos de seguridad hay a esta hora?
- No creo que pueda decir eso, nena.
Ella negó con la cabeza. Joder, odiaba esta parte.
- Odio hacer esto. - le confesó. Tiró el mapa al suelo y empujó a aquel hombre de más de setenta kilos al suelo. Este cayó totalmente sorprendido. Trató de buscar sus armas por entre los bolsillos de su pantalón, pero no tenía ninguna. Y es que ahora podía comprender, ella las tenía todas.
- Mierda… - se quejó el oficial.
- Te lo advertí, guapo.
Karol dio un disparo hacia el techo. Varias personas gritaron y otras solo se cubrieron ellas mismas. Dio otro disparo, la señal que Joe y los otros necesitaban para entrar y saquear el banco nacional de Francia.
Joe y Zac entraron rápidamente al banco, cada uno cubierto con un pasamontañas. Dieron varios disparos más, solo con la intención de asustar a la gente de ahí.
- Buen trabajo, Sevilla. - le dijo Joe. - Encárgate del gordito. - dijo refiriéndose al guardia de seguridad. Karol sonrió ligeramente. Se volteó y le apuntó al guardia mientras que los demás hacían el trabajo.
Para ser la segunda vez que hacía esto, había mejorado bastante. Había recibido preparación para esto por dos semanas. Dos semanas llenas de gritos y humillaciones. Tentation era basura. Te entrenaban para robar, defenderte, manejar armas, pelear y hasta follar al mismo tiempo… pero al final del día, te tiraban al suelo como un gran saco de mierda. La única razón por la que ahora Karol era parte de esa mafia, era por Ruggero.
- Baja el arma. - le dijo un hombre por detrás. Había aparecido de repente. Pero había estado observándolo todo desde un inicio. Traía lentes de sol, a pesar de la noche y un pasamontañas que solo le cubría la frente. Karol tragó saliva. Mierda. No tenía porque sentirse nerviosa, ella había sido entrenada para esto. Ningún hombre podía intimidarla ahora. Pero aquel tipo… aquel era sumamente diferente. Tanto, que no temió en acercársele un poco más hasta abrazarle el cuerpo. - Te dije que la bajaras… - dijo susurrándole al oído. Karol se estremeció. Eso no pasaba a menudo. Algo andaba mal. Algo no encajaba. Pero no tuvo de pensar mucho. Codeo fuertemente el estómago de aquel tipo, haciéndolo retroceder de dolor. - ¡Mierda! - se quejó este.
- Al suelo, o te juro que te mato. - le apuntó Karol.
- ¿Tú, matarme?
- Sí imbécil. Ahora, al suelo o…
- ¿O qué?
Karol tragó saliva. No podía ser cierto, reconocía aquella voz… abrió un poco más los ojos. Y de pronto todo se fue. El robo. Tentation. Los demás. El oficial que estaba en el suelo. Solo había algo que le había llamado la atención.
- No puedo creerlo. - se quejó él.
- ¿Ruggero…?
- ¿Qué haces vestida así? - le preguntó cabreado. Se quitó las Rayban y el pasamontañas que cubría su frente. - Joder Karol, tienes que explicarme muchas cosas.
Los ojos de ella se humedecieron. Pero… ¿Qué hacía él ahí? ¿Cómo? ¿Cuándo?
- ¿Qué miras idiota? - preguntó Ruggero al oficial, que miraba todo desde un buen ángulo desde el suelo. Probablemente miraba a Karol, y se imaginaba cosas. No tuvo oportunidad de cabrearse más, pues Karol se había colgado de sus hombros, aún con las armas en las manos, abrazándolo y llenándolo del cálido vapor de su cuerpo. Llenándolo de besos en el cuello. Calentándolo. Vaya. ¿Cuánto se podía extrañar a una persona? Sintió como todo su cuerpo se entregaba en un espasmo rápido. Estaba en el cielo y más allá de él. Tenía el cuerpo de Karol pegado al suyo y acariciándoselo. Era perfecto. No podía sentir más. - Vámonos de aquí. - le dijo él. Pues no podía quedarse mucho tiempo, ni mucho menos permitir que los demás le vieran.
- No puedo yo… estoy… estoy trabajando justo ahora…
- Hoy no. Hoy vienes conmigo.