Agustín no había regresado en toda la noche. Ni una sola aparición de llamadas o mensajes en el celular de Ruggero. ¿A dónde había ido? Todo tomaba sentido, no había dejado rastro de su ropa en el departamento, pero… ¿por qué se habría ido sin antes despedirse?
- ¿Por qué hoy? - preguntó Ruggero. Se acomodó la camisa de cuello inglés. Traía unos pantalones negros, un chaleco del mismo color que había dejado sin cerrar y unos zapatos negros a conjunto.
- Dicen hoy habrá mucha más gente que en los fines de semana. ¿Te lo imaginas? Va a estar lleno. - Julián puso los ojos en blanco, suspirando con felicidad.
Desde que Ruggero había llegado a su club a cantar, solo los fines de semana por la noche, la audiencia había subido como la espuma. Muchas mujeres llegaban solamente por él y consumían hasta que Ruggero terminara su presentación. Era muy favorable.
- Te pagaré más, si es que lo necesitas. - Julián alzó las cejas, derrotado.
- Nada es gratis en la vida. - Ruggero enarcó una ceja, afirmándole con una sonrisa.
Julián tenía razón, hoy… la gente visita el club como en ninguna otra noche. Se preguntaba por qué. Siempre solían llenar el local, pero hoy parecía haber pasado el límite de aforo. Era muy impresionante.
Ruggero tomó de su Vodka rebajado con jugos de fruta. Miró hacia el público, totalmente embelesado por la presentación de Sam, uno de los chicos nuevos, que tocaba una pieza desconocida en el piano. Parecían realmente disfrutar del show. Asintió con satisfacción. Jamás… jamás se imaginó en un club, cantando y tocando para ese número de gente. Era tan… ¿nuevo? No sabía cómo interpretarlo, pero había adquirido la habilidad gracias a que Karol lo había animado a postular cuando necesitaban un cantante.
Alguien lo llamó por atrás.
- ¡Hola!
Oh. Era Valentina. Lucía tan bien. En la oficina, casi siempre parecía tan decaída y cansada. Siempre iba desarreglada y luciendo lo mismo cada día. Quizá se debía al maldito trabajo. Pero ahora mismo, parecía otra, muy sexy. Traía un vestido rojo pegado al cuerpo. Unos tacones negros y había liberado su rubio cabello. Wow.
Ruggero pestañeó dos veces.
- ¿Valentina? - le preguntó divertido y casi sin creérselo.
Ella puso los ojos en blanco y acercó su cuello para darle un beso en la mejilla. Ruggero se lo devolvió.
- Me contaron que cantas aquí ¿por qué nunca me lo habías dicho? - le dijo con una gran sonrisa. Era realmente preciosa.
- Bueno, no hay mucho que contar. - Ruggero alzó los hombros, con humildad.
- Pero te va bien ¿no? eres conocido. - Valentina le codeó con diversión. - Conozco a algunas chicas que están esta noche por ti. Mejor dicho, están locas por ti.
La idea hizo sonreír a Ruggero por dentro y por fuera.
- Oh… lo siento. - el rostro de Valentina cambió de aspecto de un momento a otro. - Está… mmm… ¿tu novia aquí? - frunció los labios y alzó las cejas en modo de disculpa.
- Ruggero, te necesitamos arriba. - le llamó Julián desde la barra de atrás. Este se volteó, asintiendo con educación.
- Tengo que irme, toma el mejor lugar. - le dijo a Valentina con una preciosa sonrisa en los labios. Una, que no hizo más que deshacer el vientre de Valentina en puro deseo. ¡Joder! ¡Estaba ahí por él! ¿Qué no lo notaba? Se había hecho un cambio total y desenfrenado por él, pero aun así, él parecía perdido en otro mundo.