Dos meses después, las cosas habían mejorado. Al menos para ellos.
Ambos se habían mudado a una pequeña ciudad en Atlanta, habían conseguido un pequeño departamento en el centro de la ciudad, y no estaba nada mal. Lejos de tantos problemas, se asentaba bien estando ahí.
Karol frunció el ceño. Joder, Ruggero ya le había enseñado muchas veces como encender el fuego en la cocina.
¿Era posible que su propio novio supiera más de cosas domésticas que ella?
Se quedó observando las cuatro hornillas tratando de recordar cómo. Y es que la verdad, nunca antes había cocinado sin ayuda de alguien.
- Buenos días, bonita. - le saludó Ruggero desde atrás. Karol dio un salto pequeño en su sitio. Abrió un poco más los ojos y volteó a su encuentro.
- Hola. - le dijo sin poder articular otra palabra. ¿Es que acaso él no sabía todo lo que producía en ella? Estaba guapísimo. Como siempre, cada mañana. - Has tomado un baño sin mí. - dijo entristecida e hizo un puchero.
- No te encontré en la cama… - dio pequeños pasos hacia ella y olfateó lo que Karol había intentado preparar. - ¿Ravioles? - le preguntó y sonrío al mismo tiempo. Conocía lo suficiente a su novia como para saber que aquellos Ravioles probablemente lo matarían. - ¿Y moriré si los pruebo?
- Tonto. - puso los ojos en blanco y desvió la mirada, aunque con mucho esfuerzo, pues no podía dejar de mirar a ese Ruggero recién duchado y con una toalla enredada en las caderas.
Este se acercó a observar la creación de Karol puesta en una olla.
- Huele bien. - le dijo ya estando a su lado.
- Lo sé. - presumió Karol, y volteó instintivamente para fijarse en los Ravioles que había preparado. - Me ha costado mu… - se quedó callada al sentir el cuerpo masculino de Ruggero detrás de ella. Muy pegados. Este le dio un pequeño beso en el cuello.
- Mañana no te salvas de ducharte conmigo. - le dijo susurrando en su oreja. Ella sonrió y volteó lentamente hacia él. Colocó ambas manos en el pecho de Ruggero, acariciando su torso suavemente, haciendo que poco a poco sus brazos encajaran en los hombros de Ruggero.
Y él… observó detenidamente los ojos de Karol. Le gustaban mucho. Sus manos tocaron la espalda de ella, abrazándosela, pero uno de sus dedos en especial acarició el lunar que últimamente había descubierto en la espalda de ella mientras hacían el amor. La acercó a él un poco más, aunque pareciera imposible. Y sus labios se tocaron por la poca distancia. Ella soltó una risita, pero Ruggero la detuvo al estampar sus labios esta vez más intensamente. Ambos labios se acomodaron en el espacio del otro. Y más y más. Hasta hacer que ambas lenguas se tocaran. Con el mismo sabor. Con las mismas ganas de siempre. Esta vez las manos de Ruggero bajaron de la espalda de Karol hasta llegar a sus caderas, al filo de ellas y después a su trasero envuelto en unos shorts de pijama. Y ella hizo lo mismo. Bajó sus brazos de entre los hombros de Ruggero, para llegar de esa manera a las caderas de Ruggero. Tocó un poco más, y palpó los bordes de la toalla que este tenía envuelta en sus caderas. Sus manos trataron de meterse bajo de ellas. Arriba, Ruggero le mordió un labio suavemente.
- ¿Qué haces? - le preguntó él al sentir las traviesas manos de Karol ahí abajo. Pero había sido tarde, esta había retirado rápidamente la toalla de entre el cuerpo de Ruggero.
Este abrió los ojos un poco más.
- Que bueno estás Ruggerito. - le sonrió Karol, escondiendo la toalla detrás de ella.
- ¿Te gusta verme así? - Ruggero enarcó una ceja, cayendo en el juego.
- No sabes cuánto. - Karol bajó la mirada, se fijó en la gran masculinidad de Ruggero, y él no pudo evitar estremecerse.
- Pues a partir de ahora no voy a usar ropa estando aquí. - sin previo aviso, tomó a Karol de la cintura y la cargó con un solo brazo, sentándola sobre la encimera de la cocina, ubicada tras ella. La toalla cayó al suelo. Pero ya no tenía importancia para ninguno de los dos, que en ese momento, se encontraban en otro mundo. Besándose. Tocándose. Abrazándose. Cada mañana, era diferente. Cada día, era un nuevo momento. Habían pasado dos meses viviendo juntos, acostumbrándose el uno al otro y cada día que pasaba, sentían que valía más la pena haberse ido de Tentation y haber empezado una nueva vida lejos de todo eso.
- Rugge… - le llamó ella.
- ¿Gatita? - le contestó él, mientras seguía dándole pequeños besos en el pecho. Karol soltó un gemido al notar que los labios de Ruggero bajaban poco a poco.
- Son las siete de la mañana. - le dijo ella.
- Joder… - se quejó Ruggero.
Ambos debían irse. Karol por un lado, había conseguido un puesto alto en una de las tiendas más grandes de Atlanta como administradora. Mientras Ruggero, había conseguido de la misma manera un trabajo cómodo en una tienda de autos que le pagaba lo suficientemente bien. Pero no solo eso, sino que también, de un día para otro Karol lo había convencido de audicionar a un club en el centro de Atlanta, donde ahora, cantaba todos los fines de semana. Quién hubiera pensado que tuviera tan buena voz.
- ¿Y si nos quedamos todo el día juntos? - le preguntó él, bajando la cabeza.
- Sabes que no podemos…
- Es que no quiero que te vayas. - le confesó él. Y Karol sabía perfectamente a que se refería, aunque le parecía totalmente ilógico.
- Ya te he dicho que no…
- Sí, ya sé. Que no tienes nada con tu jefe. Pero me pone muy celoso ver cómo te tiene todo el día para él.
- Es que tú eres demasiado mal pensado.
- Eso dicen. - le sonrió de una manera perversa. - Pero casualmente nunca me equivoco.
- Lo que digas. - sonrió y separó a Ruggero de su cuerpo para bajar de un salto de donde se encontraba. - ¿Pasas por mí a las siete? - le preguntó caminando hacia la habitación que compartía con Ruggero.
Este se quedó mirándola, le gustaba mucho la manera en la que movía las caderas al caminar. Cuando pudo darse cuenta, su novia lo había dejado desnudo en medio de la cocina. Negó con la cabeza y se agachó para recoger la toalla.
- ¿Rugge? - volvió a preguntarle Karol, esta vez desde la habitación. Pero este se quedó callado una vez más. En esta ocasión, analizando todo lo que estaba pasando de una manera más intensa.
Las cosas no habían sido nada fácil, sin embargo, ahí estaban, cumpliendo hoy dos meses desde que se habían mudado. Desde que una promesa en un cuarto rentado en Paris, se había hecho escuchar. Habían hecho el amor tantas veces, habían peleado otras tantas, habían gritado el doble, habían reído el triple… y cada día valía más la pena. Por primera vez experimentaba lo que era pasar tiempo con una mujer. Vivir por ella. Mierda, que enamorado lo tenía. Muchas veces se cuestionaba a él mismo si estaría haciendo lo correcto. ¿Enamorarse estaba bien? ¿Dejarlo todo por alguien estaba bien? Pero casi siempre, las respuestas llegaban de otro modo.
- ¿Mi amor? - sin darse cuenta, tenía a Karol otra vez frente a él, con unos jeans que había escogido para ponerse ese día.
- ¿Sí? - dijo él, reaccionando.
- ¿Estás bien? - ella no puedo evitar reírse mientras preguntaba.
La miró una vez más. La respuesta a todas sus preguntas la tenía ahí. Frente a él. Era pequeña. Tenía bonitos ojos. Unos labios preciosos. Una voz dulce. Una mirada que ponía a cualquiera.
- Sí gatita… - le dijo, suspirando por dentro. No había mucho que preguntarse, o tanta vuelta que darle. Estaba claro, nunca antes había estado tan enamorado.
-
-Regresé... perdón por tardar tanto
Intentaré subir otro capítulo 🍃