VI Premoniciones

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Una imponente figura llego volando a mí. Fácilmente medía 2 metros y su larga cabellera hacia que la mía tuviera envidia.

-Escuche que un pequeño dios griego necesitaba ayuda –Dijo la figura con una voz más imponente que su silueta. Me ayudo a levantarme y me dio un pequeño frasco con un líquido dorado– Bébelo, te ayudara a recuperarte. Ahora –Concluyo mi salvador–, vámonos de aquí.

Me tomo por la cintura y nos elevamos por los aires. Siendo sincero, con mi reciente experiencia, volar me asustaba un poco. Me bebí lentamente el contenido del frasco y me sorprendió que supiera a vino. Casi lo escupo.

-Tranquilo, chico –Dijo quién me salvó. Ahora que estaba un poco mejor logré ver quien era; Horus, con su largo cabello castaño, me llevaba volando cual bebé.

-Creo que ya puedo volar, Horus –Rezongué. Horus me soltó repentinamente e instintivamente desplegué mis alas. Cuando Horus se detuvo frente a mí, ataqué con mi interrogatorio–: ¿Cómo supiste que estaba aquí?

-Tu padre me lo dijo –Contesto él.

-¡¿En serio?! –Exclamé claramente sorprendido. "No puedo creer que mi padre me haya ayudado", pensé, "Seguro se equivoca y ha de ser mi madre."– ¿Estás seguro?

-Completamente –Respondió Horus a secas.

-Bien. Oye, Horus, ¿necesitas alguien para una salida?

-¡No! –Contesto cortante– ¡Adiós! –Y se fue volando, dejándome con mi solitaria soledad.

Continúe volando camino a la ciudad. Bajo mis pies cientos de casas, autos y personas pasaban rápidamente a cada aleteo que daba.

Ya me acercaba a la ciudad cuando el paisaje de la isla de Manhattan desapareció y todo se tornó blanco.

-¡Eros, amigo, ¿Cómo estás?! –Exclamó una muy conocida voz a mis espaldas. Aterricé lentamente y fui a saludar a mi viejo amigo Morfeo.

-¿Qué hay, hermano? –Respondí mientras le daba un abrazo de macho a mi obeso amigo – ¡Aún en forma, eh, ¿después de todo este tiempo?!

-¡Siempre! –Respondió el dios del sueño. Su pijama a rayas moradas y negras estaba manchado de rojo, lo cual es común en mi amigo, amante del espagueti con albóndigas. Su barba de chivo estaba húmeda y grasienta, casi me daban ganas de vomitar.

-¿Estas bien? –Pregunte intrigado– La última vez que te vi así tan sucio fue cuando Iris rechazo tener hijos contigo.

-Estoy bien, viejo amigo, solo disfrutando la vida de soltero a los 7000. ¿Me entiendes?

-Sí, te entiendo, Morfeo –Respondí con aire triste y desolado– Te entiendo perfectamente.

-Te noto algo triste y eso no es normal en ti. ¿Quieres ir al cine mortal?

-No gracias. Aprovechando el hecho de que estoy aquí en el Olimpo quiero pasar a mi casa –Le dirigí una sonrisa forzada, le choque los cinco y me fui lentamente, pasando por la estatua de Urano y Gea.

Caminaba lentamente a mi casa, pasando por varias de las viviendas de mis familiares; la pequeña casa de Pan, decorada con cientos de árboles y maleza; la gigante casa de Ilitía, con sus vitrales de partos en los ventanales; la casa de Némesis, de la cual salía una intensa variedad de sonidos extraños; y, luego de un rato parado frente a la casa de Némesis, pasé a mi casa.

Abrí la puerta y entré a la sala, la cual estaba sumamente oscura. Aplaudí dos veces y las cortinas se corrieron automáticamente. Chasqueé los dedos y el reproductor de música se encendió, reproduciendo el Awesome Mix Vol. 1, comenzando con el atrapante ritmo de "Come and Get Your Love". Baile penosamente hasta el sofá, donde encontré la revista Playb... digo, el número especial de Flash #123, abierto en la página 15, donde un poster de... Flash aparecía. Lancé lejos la revista y me acurruque en el sofá, tomé el control remoto que estaba en el suelo y encendí la televisión. El canal de noticias CNN estaba puesto en el televisor y hablaban de algún muerto en Irán o que se yo. Comencé a cambiar los canales hasta llegar a Cartoon Network donde estaban pasando Teen Titans GO! Me quede viéndola un rato cuando escuché un ruido en la cocina.

Cupido: El nacimiento de SunevDonde viven las historias. Descúbrelo ahora