II Rapto

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Según mi amigo Morfeo, el interrumpir el sueño de alguien es una ofensa a todo lo que es bueno y sagrado. Otras personas, por el contrario, gustan el destrozar lo sagrado y bello. Eso es lo que pasó la noche que Apolo vino a mi casa.

Dormía en un estado vegetal que sobrepasaba a cualquier oso en hibernación cuando un temblor hizo que brincara de la cama. La mesa vibraba. La nevera vibraba. La ducha... no porque estaba empotrada. Me balanceaba de un lado a otro pues mi equilibrio estaba de locos. De repente caí al suelo, quedando con el trasero jodidamente adolorido. Una luz inundó mi ventana, sin dejar rastro del paisaje urbano que había fuera. Listo, pensé, los Thanagarianos vinieron a buscarme. ¿Para qué oponer resistencia? Entonces una figura humanoide entro por la ventana, rompiendo el haz de luz. Cuando mis ojos enfocaron la figura, su rubio cabello ondeaba cual bandera.

-¡Hola, chico! –Exclamo Apolo.

-¿Qué Tártaro haces aquí? –Pregunté completamente indignado y más que molesto. Me levante lentamente y camine a la nevera.

-Me pediste que viniera, ¿No? –Dijo mi inesperado visitante- Lo hiciste, ¿Cierto?

-Bueno, sí, pero no te esperaba a las... no sé cuántos de la madrugada. –Dije mientras sacaba una jarra de jugo de naranja y tomaba un sorbo.

-Tres –Dijo Apolo a secas.

-¿Tres qué?

-Tres de la madrugada –Respondió el rubio idiota.

-Es que... no te esperaba hasta mañana. Pasado cuando mucho. –Cerré la nevera y me posé frente a mí... tío. Que dolor es confirmar mi parentesco con ese hombre.- ¿No tienes que manejar un carruaje o algo? Puedes volver... no sé, dentro de una semana si quieres.

-Relájate, pequeño –Dijo Apolo mientras sacudía mi cabello como si fuera un niño. Mi mirada se volvió sombría, tanto por la rabia como por el sueño. Apolo se encamino a la cama y se acurrucó en ella, poniendo los pies en mi mesita de noche- ¿Por qué no te sientas y me hablas de ese extraño sueño tuyo?

**

-Pues... eso fue todo –Concluí. La verdad fue que después de haberle contado toda la historia a Apolo, me sentí algo aliviado pues el joven dios de las profecías me ayudaría. Lamentablemente mi vaga esperanza se fue por el caño cuando respondió:

-Bien, es algo un poco difícil de procesar. Porque no lo dejamos así y no volvemos a hablar del tema.

-¡¿Qué!? –Grite indignado por la estúpida opción ofrecida por Apolo. Noté como la sangre fluía por mis venas cada vez más rápido y, al cabo de unos segundos, mi cara se puso roja de ira.

-Es broma, chico –Respondió riéndose y rascándose la parte trasera de la cabeza. Mi primer pensamiento fue: ¿Por qué llame a este tipo? Entonces recordé que el oráculo de Delfos por ahora se encuentra totalmente inactivo. Apolo continuo, poniéndose totalmente serio-: Obviamente, tu premonición afirma algo malo, no solo para ti, sino también para todos en el Olimpo. Sé que Hades murió y todo pero el hecho de que lo hayas visto cuando ni siquiera Zeus lo ha notado es signo de terror.

-Guau –Exclamé ante la aterradora seriedad del normalmente jocoso hombre frente a mí– ¿Qué podría hacer, Apolo?

-Esto tengo que consultarlo con los grandes para que nos den un plan de acción adecuado –Respondió. El sudor comenzaba a dejarse ver por su brillante frente– Tal vez Artemisa tenga alguna idea y, con algo de suerte, también...

-Espera, ¿Tu poder de oráculo no funciona para saber que pasará?

-Ser un oráculo no significa ver el futuro, chico. Ser un oráculo pretende poder entrever una posibilidad y crear cualquier plan de contingencia para evitarlo –El tono que llevaba la conversación ya me estaba aterrando. Pero luego volvió a algo más cotidiano, en lo que cuanto a dioses respecta- El mayor trabajo que tengo como oráculo es dar profecías que nadie entiende a la primera, no sé si me entiendes –Luego de esto, Apolo me dirigió una sonrisa de oreja a oreja y pensé que sus mejillas se desgarrarían.

Cupido: El nacimiento de SunevDonde viven las historias. Descúbrelo ahora