Había pasado ya una semana y media desde aquel nefasto día. Llevaba 11 días en aislamiento total. Y empezaba a tener alucinaciones disfrazadas de recuerdos sobre mi madre.
Estaba sentado en el regazo de esa maravillosa mujer, y veía de reojo su amigable y tierna sonrisa de mamá. Ella, por alguna razón, lloraba; nunca supe la razón, ni lo sabré, pues yo tenía unos 4 años cuando sucedió esa escena. Aun así, aunque su mundo se derrumbara, su sonrisa no se esfumaba de su cara.
Ahora tengo unos 10 años y estoy probando mi nuevo arco. Afrodita observa de lejos, con una gran sonrisa, junto con Apolo, que me entrenaba. Afrodita aplaude cuando lanzo la primera flecha y, por pura suerte, impacta en el objetivo. Apolo se acerca a mí con gesto aprobatorio.
-Ese fue un genial tiro de prueba, chico.
-Yo... eh... –Balbuceo inconscientemente.
-Eso fue genial, mi niño hermoso –Añadió Afrodita, acercándose animosa–. Te aseguro que Ares estará fascinado por tu progreso.
Ahora, con mis 5018 años, estoy perdido. Siento el eterno vacío de una perdida, algo que nunca llegue a pensar, siquiera.
Alguien tocó el timbre. El silencio vuelve a tomar control del departamento y me sumo de nuevo en la oscuridad. El timbre suena otra vez, ahora seguido de una voz amigable.
-Peter, ¿serias tan amable de dejarme pasar? Sé que estás ahí –Añadió pasados unos segundos.
Me levanté del sofá cansadamente. Llegué a la puerta y no pude evitar notar la S que aún estaba tallada en la pared. Una ira incontrolable atravesó todo mi cuerpo y me hizo golpear la puerta, sobresaltando a quien estaba afuera.
-Hola –Dijo Mary cuando abrí la puerta. Traía en sus manos una caja de galletas y una copia de Hamlet.
-Hola, M. ¿Qué se te ofrece?
-Decidí pasar a verte, pues hace tiempo que no teníamos noticias de ti. Harry y yo, me refiero.
Nos sentamos en el sofá, Mary abrió la caja de galletas y comió una. Yo la imité.
-Bueno –Añadí–, aquí estoy. Estoy vivo y coleando. Espero poder vivir hasta los ochenta y conocer a alguien con quien pasar el resto de mis días.
Mary me abrazó y en ese preciso instante no entendí por qué lo hizo, pero mi mente se aclaró pasados unos segundos. Comencé a llorar con fuerza y enjundia y le devolví el abrazo. Mis pensamientos iban y venían y no los podía detener: Destellos del lejano pasado, del doloroso presente y del inminente futuro. Zeus, Hades y Poseidón discutiendo. La Parca y su manto de oscuridad infinita. Luces del cielo y grietas en la tierra. El mundo que tanto me ha cobijado y al que juré brindar de amor perpetuo, justo.
-Ahora no sé qué es el amor –Murmuré muy por lo bajo. Mary apretó el abrazo lo que me reconfortó un poco, pero no lo suficiente.
**
La entrada al Olimpo estaba cerrada y no había posibilidad de abrirla. Una gran señal luminosa indicaba que estaban de luto. "No era de extrañarse", pensé.
Salté la valla de la entrada, lo que no fue tarea fácil, y pise el rocoso suelo. Pero no era el mismo suelo que siglos y siglos he pisado. Estaba agrietado y astillado. La constante vida que emanaba el Hogar Griego parecía haberse ido. Caminé lentamente por la solitaria calle, un tanto asustado, un tanto impotente. ¿Qué diablos había pasado aquí? Llegué a la entrada del Gran Concilio y toqué, como en el pasado he hecho millones de veces. Nadie contestó. Intenté abrir la puerta pero me fue imposible.
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Cupido: El nacimiento de Sunev
Ciencia FicciónUna Organización desconocida secuestra a Eros, clonándolo y creando vida. Esta creación es todo lo opuesto de Eros: Es femenina, fría, letal y piensa que el amor es una debilidad. Eros encontrara en Sunev a su mayor némesis.