XVII Batalla...

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"Dejémonos de juegos", resonó en mi mente. Mis ojos aun no estaban enfocados pero reconocí la voz apenas entró en mis oídos.

-¿Te vas a levantar? –Preguntó Sunev burlonamente.

Gemí en respuesta, más por el dolor de la caída que por otra cosa.

-Espero tu respuesta, chico –Añadió la mujer, aun burlonamente.

-¿Podrías callarte? –Comenté a regañadientes, con un intenso dolor en el estómago. Mi visión se aclaró y vi la socarrona sonrisa de Sunev dirigida a mí.

-Lo siento, bebé... no lo siento –Contestó, aumentando su sonrisa al final–, ¿Te molesto?

-Podría decirse –Contesté, terminando de levantarme. Mis piernas temblaban y mi hombro derecho parecía haberse salido de su coyuntura–. ¿Me trajiste aquí por tu cuenta o aun trabajas para la Titiritera?

-No, querido, esa fue mi vida pasada. Esa estúpida Organización ya no va conmigo. Decidí hacer todo yo sola.

-¿Y supongo que tu hiciste todo esto sola? –Pregunté, obviamente en tono sarcástico, haciendo ademan de señalar todo el lugar. Era un lugar muy espacioso, parecido a un estadio, pero techado, y a la vez muy similar al lugar donde pelamos un tiempo atrás; el mega combate. Vi como Sunev comenzaba a caminar hacia un lado y la imité, formando un círculo casi perfecto.

-Digamos que es un préstamo –Afirmo ella–. Solo es temporal; lo tendré solo el tiempo suficiente para matarte al fin.

-No creo que esa sea buena opción, ¿o es que no recuerdas nuestra última gran batalla?

-Eso de allá fue cuestión de suerte –Aseguró Sunev, deteniéndose de golpe. Yo también paré–. Esta vez será diferente.

-¿Por qué lo dices? –Comenté, claramente intrigado.

Sunev metió su mano en el bolsillo y, luego de registrarlo un par de segundos, sacó un objeto rojizo. Era pequeño y con una forma de piedra...

-Eso es... –Comencé, solo para ser interrumpido por Sunev.

-...La piedra filosofal, sí.

-Oye, pero se parece...

-... a la piedra que tenía tu amiga Ast. La roja, más específicamente. Es increíble como esa mujer no sabía lo que tenía en su poder.

-Pero ella dijo que las piedras no existían sin ellas y ella no existía sin esas piedras. Asumí que...

-... Como Ast murió, las piedras perdieron su poder con ella, ¿no? Pues déjame decirte que te equivocaste. Esta, a diferencia de las otras cinco piedras, funciona por si sola. Su poder solo es intensificado por el resto.

-Eso quiere decir que... ¿las demás gemas quedaron inutilizadas?

Sunev emitió una amarga risa que resonó en toda la habitación, haciendo un horripilante eco. Cuando terminó de reír, Sunev acercó la piedra filosofal a su boca y, sorprendentemente, le dio un fuerte mordisco. Sunev masticó ruidosamente, sin apartar su ceño fruncido de mí. Mi cara, supuse, denotaba asco y sorpresa a la vez. Sunev tragó.

**

Una inmensa aura de poder inundo la estancia. Tan perceptible como aterradora. La energía fluía como sonido por toda la habitación y emanaba, en su inmensidad, de ella.

-No, no, no, no –Dije, desesperado, con lágrimas de miedo que comenzaban a brotar en mis ojos.

-Sí, sí, sí –Replicó Sunev con una voz demoníaca. Era a la vez grave y aguda, con una vibración intensa que hacía temblar el suelo. Mis oídos dolían.

Cupido: El nacimiento de SunevDonde viven las historias. Descúbrelo ahora