Capítulo I: Conociéndonos

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Unos rayos de sol entran por la ventana, dándome en toda la cara. Cierro los ojos fuertemente, por la molestia de la claridad, y me giro en la cama para seguir durmiendo. Poco me iba a durar la alegría, porque el despertador empezó a sonar.

Estiro mi mano derecha y lo apago de mala gana. Otro día más. Me levanto con desgana, mientras me dirijo a la ducha. Le doy al grifo de agua caliente y el chorro de agua empieza a correr. Cuando llevo un rato en la ducha, empieza a salir agua fría. Genial, promete ser un buen día desde por la mañana temprano, murmuro entre dientes, no me queda más remedio que terminar de ducharme con el agua fría.

Salgo del baño, voy hacia mi armario a elegir qué ropa ponerme. Suspiro. ¿Pero qué ropa me voy a poner? Pues aparte de que tengo poca, tengo que usar el uniforme. Revuelvo mi cabello aún húmedo y me dirijo a la cocina a desayunar. Allí me encuentro a mi madrastra, tomándose un café. Me mira de mala gana y ni siquiera se molesta en saludarme. Bah, no me molesta, estoy acostumbrado a que me ignore.

Termino de tomarme el vaso de leche y tres galletas y me marcho al infierno, comúnmente llamado como secundaria. La verdad que no me apetece para nada tener que perder el tiempo en ir a un sitio como ese, total, eso no solucionaría mi situación.

Me dirijo hacia la secundaria, por un camino un poco largo. Sinceramente, no sé cómo es que conseguí entrar en esa secundaria, dónde se supone, que la mayoría de los estudiantes que van a ella son unos pijotas malcriados. Pero gracias a una beca y unas ayudas por mis estudios, pude acceder a ella.

¿Qué? ¿Aún no me presenté? Bueno, me llamo Ash Ketchum, y tengo diecisiete años. Voy a la secundaria High Kalos, una secundaria, como ya nombré antes, para niños pijos y malcriados. Es mi primer día de clases, y en vez de estar nervioso, más bien me es indiferente.

Vivo en uno de los barrios de la ciudad más humildes que hay. Nah, para qué mentir, de humilde nada, es un barrio pobre. Vivo con mi madrastra Delia, que ni ella me aguanta ni yo a ella. Se casó con mi padre vete tú a saber por qué, pero mi padre falleció cuando yo tenía diez años. Desde entonces, me está cuidado, si se puede llamar así, mi madrastra.

Cuando no me ignora, me trata mal. Pero ya estoy acostumbrado, ya llegó un punto, que ni me molesta o importa.

El ruido de un despertador empieza a hacerse más sonoro, hasta tal punto de volverse molesto

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El ruido de un despertador empieza a hacerse más sonoro, hasta tal punto de volverse molesto. Con mi mano, enojada, lo tiro al suelo para que así se calle. Lo hizo. Oigo como me dan unos golpecitos en mi puerta indicándome que me levante.

Abro lentamente los ojos, y me incorporo en mi cama, mirando hacia todos lados en la oscuridad. Me levanto y abro la persiana y la ventana, dejando entrar los rayos del sol y una pequeña brisa. Se siente muy bien.

Me voy directa al baño, para darme una rica ducha. Dejo correr el agua caliente y... ¡Deliciosa! Adoro el agua caliente. Me enjabono con un gel de frutas que más bien me entran ganas de comérmelo más que otra cosa. Me contengo. Ya hice eso de pequeña con el gel de chocolate, y eso no sabía a chocolate.

I Want to Save YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora