Capítulo XI: ¿Quién es ella?

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El fin de semana había pasado. Ya había vuelto a mi casa, el mismo sábado volví, cosa que no le hizo gracia a Serena, que insistía en que me quedara más tiempo, al igual que su padre, que me decía que me tomara el tiempo necesario para recuperarme por completo, y cosa que le encantó a Kalm porque me fuera de su casa.

Cuando llegué a mi casa, mi madrastra no se encontraba. Es que ni se molestó en llamarme para saber por qué no aparecí por casa en dos días Bah, ni me tendrá agregado en sus contactos, no se sabrá ni mi número. Ni me importa.

Serena se empeñó en acompañarme hasta mi casa. Yo me resigné, ya se había hecho costumbre que viniera a mi casa cada dos por tres, total, por mucho que le dijera que no lo hiciera, iba a hacer lo que quisiera.

Por lo menos, tenía la tranquilidad que a las reuniones de la banda no se iba a presentar más. Mientras no se presentara en ellas, no habría problemas con Gary, o al menos, eso espero. Me senté en el sofá y ella hizo lo mismo - Estoy bien ya, no tienes por qué tenerme tantas atenciones - le dije sonriendo, ya que, cuando me senté en el sofá, ella hizo por ayudarme - Ya no me duelen los golpes, de verdad - - Bueno... Perdón - se disculpó avergonzada.

Me pareció súper tierno - No tienes por qué disculparte, te lo agradezco - ella me miró sonriendo levemente, no muy convencida de ello. - Me encanta que me cuides - le susurré sujetándola de la mano y haciéndola que se sentara encima de mí.

Podía notar cómo se sentía nerviosa, después del único acercamiento entre nosotros, entendía que tuviera nervios. Pero eso sólo duró dos segundos, cosa que me dejó un poco sorprendido, porque en cuestión de abrir y cerrar los ojos, me había quitado la camiseta mientras me besaba de una manera que me estaba empezando a excitar por momentos.

La niña pija está aprendiendo. Me dije mentalmente mientras metía las manos debajo de su blusa, acariciando su espalda. Iba a quitársela cuando sentí unas llaves y la puerta abrirse. La quité de encima, sentándose en el sofá, avergonzada.

Por la puerta, entró mi madrastra, que al verme, la cara que traía de felicidad se le esfumó - Hasta que al niño le da por aparecer por casa. ¿Se puede saber dónde estabas? - me dijo cerrando la puerta - No creo que te importe, porque si así fuera, me hubieras intentado comunicar - gruñí enojado.

Ella hizo una mueca, al verme que no llevaba la camiseta puesta, una venda en mi torso, golpes que aún se me notaban, y a Serena sentada al lado mía avergonzada - Muy mal no parece que estés si veo que te estabas divirtiendo con una pija que te buscaste de esa secundaria - el tono de voz con el que me hablaba, me ponía desquiciado - Déjame en paz - le grité mientras me ponía mi camiseta. Vi que ella sacaba de su habitación una maleta, y con ella, ropa en sus manos.

Arqueé una ceja y me levanté del sofá para ver qué era lo que estaba haciendo - ¿Qué haces? Que tampoco es que me importe, pero por preguntar - ella sonrió ampliamente - Me voy de esta dichosa casa, de este asqueroso barrio y de esta maldita vida. Me eché un novio, y tiene pasta, así que... - me extendió las llaves de la casa - Te dije que nunca te daría esta casa, por muy tuya que fuera, pero aquí la tienes. Nos vemos - Espera, ¿se iba? ¿Me quedaba aquí solo?

Yo la sujeté del brazo para que se parara por unos segundos, ya que había cogido su maleta y se iba a ir por la puerta - ¿Cómo que te vas? ¿Y yo qué? - le pregunté irritado - ¿Tú no decías millones de veces que estabas deseando perderme de vista? ¿Qué me fuera de esta casa? Pues aquí te quedas - cierto. Era verdad que siempre le decía eso, nuestra convivencia nunca había sido buena, pero de ahí, a quedarme solo así de buenas a primeras... - Espera, aún soy menor. Tienes mi tutela, tienes obligación. ¿Qué se supone que hago? - me exasperé por la sensación de quedarme absolutamente solo.

I Want to Save YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora