Capítulo VIII: ¿Venganza?

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Llegué a mi casa y, raramente, no me encontré con nadie de la banda. Me sorprendí, la verdad, yo pensé que me estarían esperando por esa "traición". ¿Traición? Qué sabrán ellos.

Si lo hicieron a propósito. Gary quería que quedara mal delante de Serena, me odiara, y de paso, su padre me denunciara a la policía. Pero primero, no iba a permitir que robaran en su casa. Con el millón de casas que había, y tenían que hacerlo ahí.

Estaba claro que no iba a dispararles, aunque ganas no me faltaban hacerlo en contra de Gary. Pero no sería legal. Él estaba desarmado, y yo no soy cómo su padre, aunque está claro que un día, vengaré su muerte.

Me cambié de ropa y me fui directo a la cama, era ya muy tarde. Al día siguiente, me pareció extraño que no recibiera ninguna llamada de "amenaza" por parte de Gary, o ninguna visita suya.

Bah, mejor no le doy importancia, guardado me la tenía, segurísimo, de seguro estará maquinando su venganza, y viniendo de él, será una lenta y dolorosa. Pero me da igual, ni que le tuviera miedo.

En el trascurso del día, hablaron por el grupo de la banda, y parece ser que yo también estaba citado, porque ponía "más te vale venir, Ketchum, tenemos que hablar". Sabía que no se iban a dar por olvidados, aunque no pensé que tardarían tanto.

Me dirigí hacia el lugar de siempre y, cuando salí de mi edificio, otra vez me la encontré. ¿De verdad? Esto es ya una pesadilla. Terminé de acortar la poca distancia entre nosotros, y ella cambió su sonrisa al ver mi expresión - ¿Qué haces aquí? ¿Es que no sabes obedecer? –

Me fastidia un poco que haga caso omiso a cuando le digo que no se presente aquí, y más aún después de lo de anoche con la banda, seguramente sería un blanco perfecto para cualquier represalia. – Ya lo sé... Sólo venía a darte los apuntes del día de hoy –

- ¿Y no es mejor que el jueves los coja todos? – le dije suspirando. – Bueno... era para que no se te acumularan – dijo como si se estuviera excusando de un reproche – Eh... gracias entonces, pero estoy de salida, y llego tarde, no puedo pararme a soltarlos en mi casa – ella negó con la cabeza sonriendo - No te preocupes, entonces me los vuelvo a llevar y si quieres te los doy mañana –

- Mejor espera ya al jueves. No sería bueno que siguieras viniendo por aquí, además, ya oíste a tu padre – su expresión cambió – De nuevo con lo mismo. ¿No os cansáis? No soy niña chiquita para que me vengan diciendo qué hacer y qué no – no, si ahora se hace la ofendida – Niña chiquita no, pero niña caprichosa sí. Si es que haces lo que te viene en gana, te lo decimos por tu bien y tú, hala, pasando del tema – dije intentando hablarle con normalidad.

- Pero es que yo quiero venir a verte - - Ya me ves en clase – me encogí de hombros empezando a caminar – No es lo mismo. ¡Oye espera! ¿Dónde vas? – preguntó mientras me seguía – A una reunión de la banda, así que vete caminito a tu casa ahora, y es una orden –

Primero puso cara de asombro, y luego de preocupación - ¿Vas a ver a los de la banda? Pero... Después de lo de ayer, pueden hacerte algo. No vayas – me sujetó del brazo – La gente se responsabiliza de sus actos. Yo doy la cara por lo de ayer – no consiguió que me detuviera sujetándome el brazo, por lo que se puso delante de mí – Claro, vas a por tu sentencia, qué chico más listo. Y por cierto, tú no me das órdenes – yo me crucé de brazos – Por favor, ni que tuviera miedo. No te daría órdenes si hicieras caso, niña pija – la que se cruzó de brazos ahora fue ella – Si no hicieras el tonto por ahí, luego ¿Quién te tiene que curar las heridas? - ¿Perdona? Ni que yo le obligara – Nadie te obliga a hacerlo. Y en parte, esas heridas se debieron precisamente por tu culpa –

I Want to Save YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora