Corrió lo más rápido que sus piernas le permitían. Al llegar observó su casa con horror.
Varios policías se encontraban alrededor de esta, incluso había una ambulancia.
Su estómago resintió la escena y se dio cuenta de las intensas ganas de vomitar que sentía en ese momento.
Sus ojos se llenaron de lágrimas al ver como unas cuantas personas sacaban dos cuerpos cubiertos por una especie de sábana blanca.
Su presencia no había sido captada hasta que el momento en que su cuerpo cayó al suelo causando un ruido sordo.
Después de ahí, todo a su alrededor se volvió negro.
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Revisó la hora en el reloj.
8: 44 p.m
Su cuerpo estaba cubierto por una cobija roja proporcionada por... no recordaba bien por quién.
Su cuerpo temblaba ligeramente mientras que en sus mejillas se deslizaban lágrimas gruesas.
Había despertado en el departamento de policías.
Notó la poca gente que había en el lugar y un extraño escalofrío recorrió su cuerpo.
-Hey, necesitamos hablar contigo.
Era la primera vez desde que había despertado que alguien le dirigía la palabra.
Era un hombre muy alto, su cabello estaba perfectamente bien peinado para atrás y con una ligera inclinación al lado derecho. Aparentaba unos treinta años.
Alcanzó a leer su nombre en la placa que traía sobre el uniforme.
"Oficial D. Weekes"
-Es necesario, vamos, levántate.- Insistió aquel hombre para después comenzar a caminar hacia uno de los pasillos del edificio.
Ryan trató de levantarse, pero sus piernas no respondían muy bien, causando que su cuerpo vacilara un poco al seguir al oficial Weekes.
Ambos llegaron hasta una pequeña sala apartada en la cual había otros dos hombres.
El lugar era pequeño. Paredes blancas, una sola mesa, tres sillas y una lámpara blanca que emitía una luz muy intensa.
-Siéntate, y tranquilo, ¿sí?- aunque la voz del oficial era relajada, jamás en su vida se había sentido más asustado.
Tomó asiento, no porque quisiera, sino porque sus piernas no aguantarían mucho con todo lo que estaba pasando. Sentía que en cualquier momento se dejaría caer al suelo.
Bajó la mirada y observó la forma en que sus manos temblaban.
-Tú debes ser Ryan, ¿no? Lamentamos mucho lo de tus padres.- mencionó uno de los dos hombres.
Hasta ese punto no sabía que estaba pasando, y realmente no quería saberlo.
-Bueno, creo que deberíamos presentarnos.- volvió a hablar aquella voz varonil y hasta ese punto el menor se dignó a mirarlos.
El que estaba hablando era más bien un hombre de cabello negro. Sus ojos parecían un poco cansados, la falta de sueño era evidente. Tenía la piel muy blanca y usaba una extraña combinación de camisa negra en conjunto a unos pantalones ajustados negros.
-Mi nombre es Gerard, soy el médico forense.
El joven de cabello castaño tembló ligeramente ante tal presentación. No era lo que esperaba.
-Lo estás asustando.- comentó el otro hombre del cual aún no conocía su nombre.
Desvió su mirada a la persona que acababa de hablar y lo observó atentamente.
Lo primero que llamó su atención eran sus labios. Eran gruesos y de un tono rosado muy curioso. Después observó sus ojos, oscuros y profundos. Finalmente, lo admiró por completo. Su cabello iba bien peinado hacia un lado y vestía una gabardina negra que cubría la mayor parte de su ropa.
-Él es detective Brendon Urie.- comentó una voz a sus espaldas que reconoció como la voz del oficial Weekes.
-Criminólogo.- corrigió el hombre frente a él.
-¿Acaso no es lo mis...?
-Perdón, ¿por qué estoy aquí?- interrumpió Ryan con voz tímida sintiéndose pequeño en aquel cuarto lleno de personas que no conocía.
Los dos hombres frente a él se miraron y el que se había presentado bajo el nombre de Gerard habló.
-Lo sentimos, tus padres han muerto esta tarde.
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Ryan recordaba muy pocas cosas felices que habían pasado en su vida hasta ahora.
Su familia era muy conflictiva, por lo cual una vida feliz no era algo que se esperara. Pero aun así recordaba los buenos momentos que había vivido hasta ahora.
Como la primera vez que le felicitaron en la escuela por sacar buenas notas, la vez que sus padres lo habían llevado al zoológico, cuando conoció a Spencer siendo ambos un par de niños, la primera vez que besó a una chica, cuando por su cumpleaños le habían regalado una guitarra, cuando su madre le decía que lo amaba sin necesidad de estar alcoholizada, las veces que su padre llegaba temprano a casa...
Eran pequeñas cosas simples, pero eran las memorias que él más atesoraba.
El joven castaño nunca se quejó.
Podía ir a la escuela, tenía comida, cama y ropa. Tenía una familia. Que aunque fuese pequeña y problemática, finalmente era una familia.
Ahora, ya no tenía eso.
¿Qué haría con su vida?
-Entonces... ¿no tienes a nadie?- una voz le trajo a la realidad nuevamente.
Después de que le habían dado la noticia de la muerte de sus padres, Ryan había contestado una pequeña serie de preguntas y se había quedado viendo hacia la nada.
-No.
Negó, ¿por qué a quién podía recurrir? No tenía más familia y definitivamente no quería molestar a Spencer.
Los otros dos hombres se habían ido de la habitación, ahora sólo quedaba el tal Brendon y él.
-Mira Ryan, debes cooperar, sé muy bien que has sufrido una tragedia recientemente pero si no nos ayudas a obtener información probablemente pasarás toda lo noche aquí y sé muy bien que no es agradable.
Ante esas palabras, el menor sólo pudo suspirar.
-No tengo más familia, ¿sí?- susurró para después cruzarse de brazos.
-¿Algún amigo?- insistió aquel hombre.
-No molestaré a mi único amigo, ¿bien? Por favor déjeme solo.- mencionó a punto de romper en llanto.
Urie no se permitiría mentir. Sentía pena por aquel chico.
-Mira, hagamos esto, este lugar no es adecuado para un chico tan joven, te llevaré a un lugar donde puedas descansar.
-Quiero ir a casa.- protestó.
-No puedes. No hasta que sepamos qué pasó con tus padres.
-Entonces, ¿por qué debería confiar en usted?
-Porque si no confías en mí, ¿en quién más podrías? Soy tu única esperanza niño.
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¿Creen que Ryan acepte? :'u yo lo haría ahq
¡Hasta la próxima!
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Have you ever seen the lights? (Ryden)
Hayran KurguEl joven Ryan Ross se ve envuelto en un acontecimiento trágico: La muerte de sus padres. El encargado de descubrir la causa del homicidio es el criminólogo, Brendon Urie. Lo que empieza como una pesadilla termina siendo algo peor. . . .