Prólogo.

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"Me consumes, me fatigas, me desarmas, me aniquilas, me matas, Me encantas"

1920, un bello y primaveral abril se acercaba, con vientos gélidos y flores abriendo sus pétalos en los bellos campos con un tinte verdoso. Eran las 12:00 a.m. se escuchaba por todas las calles que era tarde, gracias al Big ben que obsequiaba su estruendoso, nada pasible sonido. Las calles estaban vacías en su totalidad, era viernes y eso significaba que algunas de las familias estaban en sus reuniones con amigos, o familias políticas, degustando de un buen manjar, y conversaciones de media noche, las cuales se intensificaban cuando los menores eran abrazados por Morfeo, dándoles comodidad a sus mayores para decir alguna incoherencia, o majadería dependiente del tema que se hablara en la mesa.

- ¡Lo he dicho! - Agregó un hombre mayor, robusto, ojos avellana y ya un notable cabello grisáceo - Y créanme, no me arrepiento de eso - Se escucharon risas por toda la habitación.

- ¡Oh abuelo! - Expresó con euforia una dama de al menos 35 años de edad - Te aprovechas que los niños no te están escuchando.

- Es verdad, esos impuros se están multiplicando, parece que son cucarachas saliendo de las alcantarillas - Expuso el anciano - Necesitan ser eliminados.

- ¿Qué clase de impuros? - Enmarco una ceja observando con sus aceitunados ojos, interesado en el tema.

- Los homos, ellos son una plaga.

- ¿Homos? Supongo que hablas de los que tienen ese desvío sexual hacía una persona de su mismo género.

- Exactamente, Harold - Sonrío con orgullo al escuchar hablar a su nieto - ¿Qué piensas de ellos?

- No me interesa en lo absoluto, abuelo.

Y la sala se tensó creando un silenció engorroso, que después fue pateado por la risa burlesca del abuelo Cox.

- ¡Acaso este muchacho no es genial! Oh mi nieto, es tan egoísta que ni siquiera le presta atención a las plagas - Contagió con su risa a todos en la sala - Deberíamos tener todos esa actitud.

Entre su alrededor solo fueron risas, insultos y temas burdos que retumbaban en sus tímpanos. Sin inmutarse solo bebió su taza de té esperando regresar a casa pronto.

La reunión acabó, las luces de la casa del abuelo estaban apagadas, y sus familiares estaban tomando sus autos para retirarse, mientras Harold acompañaba a su progenitora a esperar a su amado esposo quien decidió no asistir - Por trabajo - a la reunión familiar.

- He hablado con la señora Tomlinson - Agregó con sorpresa Anne a su hijo - Me ha dicho que necesita un favor de nuestra parte.

- ¿Qué necesita la hipócrita de Johanna? - Mencionó de forma fría, inexpresiva.

- Su hijo Louis está buscando un empleo, pero la gran ciudad de Londres no le ha dado una sola oportunidad - Insinuó Anne observando las calles oscuras y vacías de Londres - Es un pintor neófito, y quiero creer que tienes los recursos para auxiliarle con ese tema.

- Excelente - Suspiró - ¿Qué más da?

- ¿Lo harás?

- No me queda de otra - Mintió - Se que ya le has confirmado a Johanna.

- Gracias, cariño - Sonrío su madre para él.

- No agradezcas madre.

Louis William Tomlinson, el pintor neófito llegaría en un día, con las expectativas más fantasiosas que se podría imaginar. Creyendo que lo recibiría un terrón de azúcar que lo trataría como en casa, y su vida sería un reloj que funcionaba con perfección, grave error.

La manzana dorada |Larry Stylinson|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora