《 uno 》

11.5K 869 870
                                    


Lalisa Manoban era una adolescente de dieciséis años, cursaba aún en la secundaria Yoma, en Seúl, junto a sus amigas de la infancia Jisoo y Nayeon, y tenía una novia de treinta y dos años llamada Rosé, de quien ni siquiera ellas sabían.

Era su secreto.

Los viernes después del colegio, visitaba a la mujer en su apartamento. A veces, cuando ésta se lo pedía, se quedaba a dormir allí, mintiéndole a su madre que lo haría en casa de Jisoo, su mejor amiga, aunque esta no supiese nada en realidad. Ella nunca antes le había mentido a su madre, por lo tanto, esta confiaba en ella, sin embargo, Lisa había traicionado dicha confianza.

Esa fue la primer mala acción que Rosé le hizo hacer.

Pero a Lisa no le importaba realmente, porque la amaba. Rosé le hacía ciegamente caer y fundirse cada vez más en ese enamoramiento. Porque Rosé también le amaba y la quería sólo para sí, quería que Lisa estuviera siempre enamorada de ella.

Rosé abrió la puerta de su apartamento y rápidamente le pidió que entrara, Lisa obedeció en seguida, a sabiendas de que perjudicaría a su novia si alguien descubriese que ella, una mujer influyente de negocios, salía con una chica menor de edad. Eso siempre lo tenía en cuenta.

Cuando ambas estuvieron encerradas y solas, Lisa miró a su mujer, quien sin sus tacones era de su misma estatura, y se acercó a besarla. Sus labios presionándose contra los impropios, estos atrapándolos y degustando de su sabor. Rosé se tomaba la libertad de acariciar el rostro, cuerpo, cintura y trasero de Lisa, mientras la adolescente mantenía sus manos inmóviles y enredadas en la tela tersa de su blusa. Sus labios se movían con torpeza, se dejaba guiar por la mayor, abriendo y cerrando su boca, moviendo su lengua de forma inquieta, denotando su inexperiencia, pero siempre estaba Rosé con ella para susurrarle que se relajase e inundaba sus sentidos con su voz.

Claramente, aquellos susurros en su oreja no hacían nada más que alocarle más, pero le hacía sentir confiada.

Posterior a una calurosa escena de besos frente a la puerta, se movieron a la sala. Rosé siempre era muy atenta con su niña, Lisa podía sentir que le trataba como una madre, sin embargo, no lo era. Era su novia, su amante. Con quien compartía sus emociones, sus sentimientos, sus besos y sus más íntimos deseos. Rosé era el amor de su vida, con quien esperaba pasar el resto de su vida, porque en algún momento tenía que volar de los brazos de su madre, cosa que ya estaba haciendo de forma sigilosa.

Rosé apareció frente a Lisa luego de pasar alrededor de quince minutos en la cocina, y dejó sobre la mesita frente al sofá lo que había preparado para esa noche. Ella no era fan de las cosas grandes para cenar, cuidaba mucho su figura, al contrario de Lisa, quien siempre comía de más. La mayor parte de la comida que colocó sobre la mesa de vidrio, era para la pequeña rubia, de lo demás, únicamente el té negro y dos empaques de galletas integrales era lo suyo.

—Provecho, bebé —susurró la mayor al oído de la rubia, dejando un beso en su mejilla, cerca de su clavícula, mientras tomaba lugar a su lado en el sofá, su brazo rodeando la cintura de la rubia con ligera posesión.

—Gracias, eonni —agradeció con su voz dulce, esa que Rosé amaba, y anhelaba en ser la única que la escuchase. La única en todo el mundo.

—¿Cómo te fue hoy en clases, bebé?

—¡Bien! Siempre me divierto con Nayeonnie y Jinnie —comentó con una amplia sonrisa, y Rosé tan sólo pudo esbozar la mitad de esta.

—¿Me extrañaste?

Lisa asintió en seguida.

—¡Muchísimo! De ser por mi, pasaría todo el tiempo contigo, incluso vendría a vivir aquí.

Rosé recuperó la sonrisa. Escuchar eso había sido mejor que lo anterior. Atrajo el cuerpo de la pequeña, su otro brazo rodeando por completo su cintura. Hundió su nariz en el cuello y aspiró su aroma, posteriormente, comenzó a morder con suavidad la piel de esta.

—E-Eonni... —Lisa se encontraba muy avergonzada.

—Ya verás, mi preciosa, que pronto, muy pronto, sólo seremos tú y yo en este mundo... —Musitó sobre su piel, haciendo un recorrido de besos desde su cuello, hasta llegar a su rostro, allí tomó su mentón y le hizo voltear para atrapar sus labios y sumergirle en un beso profundo, invadiendo toda su cavidad con su lengua.

Lisa quiso responder que era lo que más quería en su vida, pero pronto se vio acorralada en el sofá, con el delgado cuerpo de la mayor sobre el suyo, y sus manos acariciando sus zonas sensibles. Además de su boca siendo atacada por unos labios feroces, tratando de corresponder con la misma intensidad.

Sus latidos frenéticos, su cuerpo estremenciéndose en placer camuflado en escalofríos. Una cosa llevó a la otra, y pronto Lisa sólo se pudo ver a sí misma desnuda sobre la cama matrimonial de Rosé, siendo su cuerpo manejado y a la merced de la misma, quien gozaba de cada parte, cada centímetro de éste, y con sus acciones le hacía crispar sus dedos sobre la sábana, sus pies retorcerse, echar su cabeza hacia atrás y jadear, lanzar gritos ahogados y gemir su nombre sutilmente. Porque Rosé alcanzaba en ella tal punto de locura, le enviaba tales espasmos con su lengua ingresando en lugares prohibidos para cualquier otro u otra, y al final, conseguía hacer que se corriese.

Y la pelinegra no se quedaba atrás. Escuchar y ver las reacciones de la menor era de sumo deleite y excitación. Su cuerpo bombeaba placer ante el sonido de su nombre ser pronunciado entre gemidos. Continuaba sus movimientos cada vez más intensos, y pequeños toques en su zona de placer era lo único y último que necesito para venirse también, siendo más silenciosa que su adorada. Se recostó a su lado y permitió que se abrazara a su cuerpo en busca del calor que instantes después se esfumó, porque el clima aún seguía frío, y sólo fueron capaces de sentirse asfixiadas y acaloradas en su momento de furia sexual, y ahora, debían refugiarse en la calidez de sus anatomías relajadas, y la de su ferviente amor, del cual Rosé le susurraba a Lisa en su oído.

—Te amo tanto, bebé —murmuró.

Lisa sonrió, sus ojos cerrados a causa de la somnolencia. Apenas pudo pronunciar un tenue "También yo" y su cuerpo se rindió ante el sueño, quedándose Rosé junto a ella, aún despierta, acariciando su cabellera rubia mientras sonreía placenteramente.

Sins. (ChaeLisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora