《 siete 》

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''Roseanne, ¿por qué no vas a jugar con tus compañeros?''

''Roseanne, eres una chica muy callada, ¿no?''

''Mira, allí viene uno de tus compañeros, ¿por qué no vas y hablas con él?''

Sin duda alguna, el comportamiento asocial de la pequeña Roseanne de seis años era una situación que llamaba la atención de muchos profesores, y que era el punto de conversación de muchos de estos a la hora del almuerzo, alegando que era una niña demasiado bella, curiosa e interesante, y que pronto comenzaría a desenvolverse en el ambiente escolar. 

Sin embargo, la pequeña extranjera mantenía su comportamiento: coloreando sola en las clases, sin emitir ningun ruido por parte de su boca, comiendo su almuerzo sola, y durante los recreos, sentada en una banca observando a los demás chicos juguetear y correr por el patio. A los adultos les intrigaba mucho la mirada perdida que mostraba la menor, y nunca conseguían hacer que la pequeña les mirara a los ojos, o que siquiera mirase algún lugar más que el suelo cuando tenían charlas junto a la psicóloga a la que habían recurrido sus padres debido a esto, y a sus repentinos arrancamientos explosivos. 

Llamaron a sus padres cuando la mujer ''experta'' en psicología infantil indicó que la pequeña padecía de autismo, ignorando la razón por la cual le llevaron allí, pero lo cierto era que todos supieron que tenían una idea errada de lo que realmente sucedía dentro de la mente de la menor. Esto se supo cuando la profesora encargada del grupo de Roseanne les pidió llenar tarjetas con las cosas que les gustaba hacer, quedando estupefacta al leer la de la susodicha, quien, casi al acabar la lista de cosas ''normales'', había escrito: 

''Jugar con los cachorros de la calle. Me gusta ver qué hay dentro de ellos.''

A partir de esa vez, comenzaron a prestar más atención a lo que hacía la pequeña por un llamado de atención a todos docentes, mas nunca conseguían pillarle en nada. Dedujeron que era bastante astuta y que hacía lo que fuese que ellos estaban buscando ver, cuando no estaba bajo el acecho de sus miradas vigilantes. Roseanne incluso les miraba de reojo, una mirada inocente preguntándose porqué le seguían, y sonreía. Una sonrisa tan inocente como escalofriante, y provocaba en los profesores cierto escalorfrío.

Una vez le vieron hablar con una de sus compañeras. Sus miradas no se despegaron de ambas niñas, y al final de clases interrogaron a la otra, quien contó que habían estado hablando de sus muñecas, de una en especial, que era con la que jugaba la niña cuando les vieron juntas. Pasaron los días y les vieron hablar todo el tiempo, incluso habían comenzado a llamarse mejores amigas. Tiempo después, Roseanne estaba de nuevo sola, jugando con el juguete de la otra niña, sin que esta refutase o le dijese algo al respecto.

Sucesos como ese se repitieron durante la primaria. Roseanne se acercaba a diferentes niños para conseguir algo de ellos. 

En secundaria, el comportamiento era el mismo en cuanto a su aislamiento, pero este reducía. Roseanne poseía muchos más encantos superficiales, y una gran capacidad de engatusar y manipular mediante el habla; ella llamaba la atención de muchas personas. Gracias a ello, podía estar con quien quisiese, pero eran pocos quienes acertaban a ser escogidas por su persona, y a esas pocas, les hacía creer que ella era lo más importante. Una increíble autoestima, incluso llegando a ser exagerada, que llegaba a ser creída por todas sus parejas.

Roseanne había aprendido desde niña a conseguir lo que quería y hacerlo solamente suyo. A la edad de los quince, lo hizo con personas. Muchos descubrieron su lado impulsivo, agresivo y brusco además de su poder manipulador.

Roseanne mantenía siempre una faceta para la situación que se le presentase. Su psicóloga solía llamarle como un trastorno de personalidad, y la verdad siempre se reflejaba en su mirada. Como cuando había un brillo inocente en sus ojos, o uno de amor, o bien, uno de inmenso odio o ira. Roseanne se escondía bajo encantos y acciones cariñosas, totalmente externas la mayor parte del tiempo. Pero solo quienes osaban de volverse intolerantes, le hacían desatar esa faceta violenta y dura, que le llevaba a golpear, gritar, y envolverse en actitudes que escalofriaban. 

Sins. (ChaeLisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora