《 quince 》

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Era lunes. Un poco más tarde del medio día, la hora de almuerzo, en la que en el hogar de Rosé tan sólo se oía el sonido del aceite friendo y las cocciones que preparaba para la comida del tiempo. Y mientras, Lisa, sentada en el comedor le miraba sin detenerse ningún instante, luchando de tal modo para que su novia voltease a verle, o que dijera algo al menos, aún si no fuese para ella. Había estado bastante silenciosa desde que llegó esa mañana, y era poco el afecto que le había entregado entonces, mas no por falta de ganas, sino más bien por estar sumida en sus propias preocupaciones, que completamente desconocía. 

Aburrida, deslizó sus brazos en la mesa para recostar y hundir su cabeza entre éstos. Ni siquiera tenía hambre de tanta curiosidad e indignación que sentía a la vez. ¿Habría pasado algo cuando no estuvo allí durante el fin de semana? ¿Algo malo? ¿O era a causa del trabajo? ¿Estaba trabajando muy duro? Nada le quedaba, lo cual le hacía patalear bajo la mesa en modo de desespero. Quería preguntar, y a la vez no, porque, ¿y si era tal vez que estaba molesta y, si le hablaba, le gritaría? Eran muchas las posibilidades que le hacían verse como una niña pequeña y en apuros, con un puchero muy grande en sus labios y su ceño ligeramente fruncido.

Cuando se alzó de vuelta, ya estaba decidida a preguntar. La mayor, entonces, picaba tranquilamente unos vegetales, pero todavía con aquella expresión dura en su rostro.

—Eonnie —lloriqueó, y sorpresivamente consiguió llamar su atención. Tal vez lo único que debía hacer era sacarle de su mundo, después de todo—. Estás muy callada. 

Rosé alzó las cejas y paró de cortar rodajas. Pareció ser tomada por sorpresa, y después hizo una mueca de disgusto, culpándose a sí misma por lo bajo. La de cabecilla rubia abrió sus ojos, luciendo como una bebé curiosa, le miraba con más curiosidad.

—Perdóname, bebé —musitó con un tono meloso—, estaba ida. 

—¿Sucedió algo? Me preocupas —admitió con voz lastimera. Rosé esbozó una sonrisa.

—Eonni te contará cuando acabe de cocinar, ¿sí? —Lisa sacudió afirmativamente su cabeza con furia, más complacida que antes y devolvió el gesto de sus labios.

Así pues, continuaron en silencio, pero hicieron algunas menciones durante el resto del tiempo en que la mayor cocinó. Lisa, mientras tanto, mecía sus pies bajo la mesa, mas no por desespero, sino por emoción y felicidad. Sí, tal vez había sido muy consentida por su madre el fin de semana.

Y era otro panorama en una de las muchas habitaciones del hospital central de Seúl, en donde había sido internada Jennie después de aquel incidente. Viva, por suerte y gracias a la rápida atención que reclamó Jisoo en aquel momento después de haber sido herida de tan grave manera. Sin embargo, sus ánimos estaban por suelo, de modo que no había probado ningún bocado que le fue dado con anterioridad luego de habérsele punteado las aberturas en varias partes de su cuerpo,  y despertado. La susodicha, entonces, apareció por la puerta en ese mismo instante, con comida ''de verdad'' en una bolsa.

Jennie sonrió, mas no fue una sonrisa de compromiso como lo era con todo aquel que llegó a visitarle, pues la actitud tímida con la que la chica ingresó le pareció una escena adorable. Sólo hasta ese entonces, se incorporó hasta sentarse bien sobre su camilla.

—¿Es para mí? —preguntó lo obvio la de mayor edad, riendo a causa del sonrojo de la otra al tenderle la bolsa—. Ven, no te hagas tan allá, Jisoo —pidió, extrañamente, con un incremento repentino de energía y alegría. Jisoo asintió y tomó asiento en una banca junto a la castaña. 

—¿Te encuentras bien ya? —inquirió entonces al fijarse en la gaza en su cuello, la más notoria pese a haber sido la más grave. Jennie ladeó su cabeza, sonriendo con seguridad, sugiriendo una respuesta afirmativa con su mirada para así eliminar la cara larga en Jisoo. Sin embargo, la misma no podría estar tan tranquila, después de todo, el momento fue realmente drástico—. Fue muy peligroso... 

Sins. (ChaeLisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora