《 doce 》

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Después de ser recibida por Rosé, la forma en la que le hizo cohibirse no le permitió siquiera comenzar con su cometido. Esa tarde, luego de mentir con que se había equivocado de apartamento, se retiró de allí y regresó a su hogar con un sólo pensamiento: algo estaba mal con aquella mujer.

Si bien, ya había sacado algunas conclusiones de que era una novia celosa, había algo más allá de eso, pero su mente incrédula y, más que eso, protectora sobre su mejor amiga, le hacía negar cada pensamiento descabellado, aún si este fuera real. En la noche, envió un mensaje a la rubia, a pesar de saber que no obtendría ningún resultado con él.

"Siempre estaré ahí para ayudarte."

La mañana siguiente, temprano, cerca de las nueve, salió de su hogar con el fin de ayudarle a su madre con las compras de la semana entrante y de paso conseguir algo nuevo para sí misma echando ojeadas a algunas tiendas. Y de tal forma, pasaron las dos de la tarde cuando fue en busca de algo ligero para comer, acabando en una cafetería cercana, pese a no querer algo muy pesado, más que un café descafeinado y galletas dulces.

Mientras comía y revisaba su celular, encontró una respuesta de parte de Lisa, en la cual, mencionaba no necesitar su ayuda. Su semblante se entristeció y de pronto sintió una sensación de náuseas, habiendo comenzado previamente como un hormigueo. Sin pensarlo mucho, fue hasta los baños, y allí mismo, al ver sus ojos terminar aguándose y soltando el pesar en estos, cayó en cuenta de que aquella sensación no era más que de la angustia. Así que, sin abstenerse de expresar su angustia, se liberó allí mismo, con su rostro siendo reflejado en el vidrio del espejo a su frente.

Su tiempo de desahogo no se extendió durante mucho, sin embargo, pues pronto entraron varias personas, y claro, era un lugar público por lo que obligada se vio a salir de allí y volver a su mesa, quizás terminar su café si aún seguía caliente y volver a casa donde le esperaba su madre. Pero en su mesa ya no estaba su bebida ni las galletas que aún le quedaban cuando tuvo ese arranque anteriormente, y otra persona había tomado ya su lugar. Sin detenerse a pensarlo, se arrimó a este y llamó la atención de aquella mujer, tocando ligeramente su hombro. 

—Disculpa, yo estaba aquí.

La mujer, de cabellera castaña y ojos muy rasgados, que había estado ocupada en su celular, volteó a verle con inquisición, y una amable sonrisa. 

—¿Cómo dices, pequeña? 

—Que yo estaba aquí —repitió. 

—¿En esta mesa? —La mujer ladeó la cabeza—. Acá no había nadie cuando yo entré, sólo estaban los restos de... Oh, cielos —hizo una pequeña pausa, pareciendo pensar, posteriormente enseguida se puso de pie, inclinándose hacia Jisoo, enunciando una disculpa—. Lo siento mucho, por favor, toma lugar. 

—No, no, de todas formas ya me iba —confesó en su lugar Jisoo, sonriendo débilmente. 

—Por favor, como disculpa, permíteme que compre de vuelta para ti lo que habías dejado acá, no me sentiré bien conmigo misma si te vas así —pidió, tomando su mano para enunciar el hecho de no querer dejarle ir. Jisoo sintió que ésta le sudaba, por lo que rápidamente deshizo el agarre y cedió, tomando asiento en la silla restante. Entonces, la mujer sonrió complacida y procedió a pedir la misma orden, mientras Jisoo mantuvo su visión baja, muy hundida en su propia mente, hasta que nuevamente la mujer llamó su atención—. ¿Cuál es tu nombre? 

—Jisoo. —Respondió con un tono bajo de voz.

—Disculpa, no pude oírte, ¿pasa algo? 

—Me llamo Jisoo —dijo, alzando la voz forzosamente—. Y no, bueno, no importa realmente. 

Sins. (ChaeLisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora