《 dos 》

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Lisa realmente se sentía en las nubes. Rosé le hacía sentir así.

Era su cumpleaños, y la mayor había sido la primera en felicitarle, mediante un mensaje de voz de casi cinco minutos en donde mencionaba que era la mujer más afortunada del mundo por tenerle, que agradecía en demasía a los cielos por haberle traído, que esperaba pasar junto a ella muchos cumpleaños más, y que la amaba.

Yo soy la afortunada por tenerte, eonni, le había respondido, por mensaje de texto puesto que el nudo en su garganta pese a su felicidad no le permitiría hablar con claridad.

Ese día, recibió regalos de todos. De su familia, algunos compañeros de su clase y, obviamente, de sus amigas. Lisa mantuvo una gran sonrisa en su rostro durante el resto del día lectivo, incluso esta no se apagó al llegar a Biología, la clase que más detestaba.

El timbre de salida resonó por todas las instalaciones del colegio y Lisa se apresuró en recoger sus cosas. Rosé la había dicho que tenía para ella una sorpresa, y no podía esperar más para averiguar de qué trataba, sin embargo, cuando Nayeon y Jisoo le detuvieron y le vieron con extrañeza debido a su apuro, cayó en cuenta de que las había olvidado.

—¿A dónde vas tan apurada, Lalisa? —comenzó Jisoo—. ¿No iremos a celebrar tu cumpleaños?

La aludida atrapó su labio inferior entre sus dientes, sus manos jugueteando con la tela de su falda de uniforme.

—¿Qué sucede? ¿Por qué no dices nada? ¿La vida te obsequió el quedar muda para tu cumpleaños? —Bromeó Nayeon, y todas rieron, a excepción de la rubia, quien había bajado su cabeza.

—L-lo siento, chicas, tengo una cita c-con alguien...

—¿Alguien más importante que nosotras? —recriminó Jisoo en seguida, mostrando indicios de agregar algo más, pero fue detenida por la otra.

—Descuida, Lisa, nosotras entendemos —fingió una sonrisa—.  Diviértete, feliz cumpleaños.

Lisa hizo una sonrisa, o más bien, una mueca, y sin decir más volteó y corrió, huyendo de la tensión. Algo en su pecho le golpeaba, era la culpa, sin embargo lo omitía. Rosé tenía una sorpresa para ella, y sí, era más importante, aún así, Lisa no entendía porqué las lágrimas insistían en salir y para cuando estuvo frente a Rosé estaba vuelta un mar de ellas. Su novia le acogió en sus brazos y le hizo entrar.

—¿Qué sucede? ¿Por qué mi bebé está llorando en su cumpleaños? —inquirió la mayor al haberse sentado ambas en el sofá. Lisa sollozaba en su pecho, y ella le acariciaba el cabello.

—M-Mis amigas... C-Creo que se molestaron porque v-vine contigo —decía entre tartamudeos, a causa del llanto que no le permitía hablar con claridad—. E-Ellas querían salir hoy, p-por que es mi cumpleaños, pero l-les rechacé porque tú e-eres más importante...

Rosé se mantuvo en silencio por un buen rato, en el apartamento sólo se escuchaban los sollozos de la menor. La expresión comprensiva de la mayor había cambiado a una llena de frialdad, y tal vez, algo de enojo.

—Lisa, quiero que escuches algo —dijo, y la rubia sintió un escalofrío por el habla repentino. Alzó la cabeza y asintió con esta al mirarle. Rosé tomó su rostro entre sus manos—. Nunca más vuelvas a llorar por ellas, nunca, ¿oíste? Tú no las necesitas, a quien necesitas es a mi. Sólo a mi, tu novia, tu amiga, tu confidente. Soy todo lo que ellas pueden ofrecerte, ¿entendido? Ahora seca tu rostro. — Retiró sus manos. Su actitud seca y dura—. Ve a mi habitación y espérame ahí.

Dicho aquello, Rosé se levantó y fue en dirección a la cocina. El llanto de Lisa había cesado, pero aún no dejaba de pensar en lo secas que habían sido las palabras de la otra. Quizás había sido su cabeza quien le daba malas jugadas. Rosé sólo le estaba haciendo sentir mejor, y claramente, todo lo que había dicho era cierto. Así que se dispuso a obedecer.

Una vez en el cuarto de la mayor, Lisa tomó asiento en la orilla de su cama matrimonial. Su mano se deslizó sobre la tersa tela de la sábana, y a su mente llegaron las imágenes de todo lo que ocurría sobre ellas cada vez que se encontraban allí. Un fuerte rubor y latir de su corazón se apoderó de ella y retiró su mano de donde antes la había puesto.

Rosé se estaba tomando su tiempo de terminar de preparar la sorpresa que aguardaba para sí, y mientras, ella se distraía observando con detención cada espacio del cuarto, siendo la primera vez que lo hacía, ya que ella nunca había estado allí sin Rosé devorándole, y en esa situación, no era como si pudiese concentrarse en otra cosa más que eso. La visión de Lisa llegó a posicionarse en los retratos que estaban acomodados en la mesa de noche al lado de la cama. En su mayoría, era de Rosé de pequeña con su familia, otros de su fallecida mascota, pero había uno que estaba recostado hacia abajo, dejando ver sólo el reverso. Lisa lo tomó y leyó lo que estaba escrito allí.

"Porque amor es lo más importante para mi, y el mío para ti. Un recuerdo de nosotras, porque siempre será así. Ni un tú, ni un yo, sólo nosotras. Te ama, Jennie."

Al voltear, había una foto de Rosé, al parecer, más joven, abrazada y tomada de mano con otra chica, quien suponía Lisa, era esa tal Jennie. No dejaba de ver la foto. Su corazón latía muy fuerte, más que antes, y no era a causa de una buena razón. Estaba celosa, y se preguntaba porqué Rosé, su novia, aún tenía ese regalo allí, siendo que aquella debió ser una antigua ex novia. ¿Había sido muy importante como para seguirla recordando? Lisa se sintió poca cosa. Pero pronto apareció Rosé, quien le arrebató el retrato de las manos sin siquiera darse cuenta, y lo volvió a colocar justo como lo había encontrado.

Lisa alzó la mirada y percibió la molestia en el semblante de la mayor.

—Te dije que esperaras, no que estuvieras de chismosa viendo lo que no te corresponde —le acusó, golpeándole con sus palabras. Lisa bajó su cabeza, arrepentida—. Como sea, feliz cumpleaños.

Lisa vio lo que Rosé había traído, un pastel de crema con fresas, su favorito, una rosa, varios obsequios rodeándole y unos globos atados a la bandeja en la que venía todo aquello. Ella sonrió, pero no sentía que fuese un feliz cumpleaños.

Rosé procedió a partir una rebanada para cada una. Se sorprendió de que ella también fuese a comer, pero entendió el buen gesto, y de nuevo sonrió. El ambiente estaba mejorando. La pelinegra puso una vela en su parte, y le cantó la canción de cumpleaños, invitándole a pedir un deseo. En la mente de Lisa resonó el estar siempre con su novia, y sopló la vela, apagando la llama de esta. Posterior a esto, Rosé le entregó la rosa, dedicándole un lindo poema, luego abrieron los obsequios y comieron el resto del pastel jugueteando y embarrándose la cara de crema. Al final, acabaron recostada sobre la cama con sus manos tomadas y sobre el pecho de Rosé, quien con su mano libre acariciaba su rostro mientras ambas sonreían, viéndose muy enamoradas. La mayor parecía haber olvidado el suceso que le contó su niña, sin embargo este seguiría presente.

Más tarde hicieron el amor y después de una ligera siesta, Lisa se despidió de su novia, marchándose a su casa con una amplia sonrisa resonante en su rostro, y casi dando saltitos entre cada paso.

Rosé le hacía sentir como la mujer más feliz del planeta, aún si habían cosas que le desanimaban, pero ella confiaba en estas no se repetirían. Y así sería, porque Rosé le hacía caer en su amor cada vez más.

Sins. (ChaeLisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora