8. Insoportable

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Nova
¿Cuánto tiempo ha pasado? En realidad no tengo una noción del tiempo tan acertada como me gustaría, solo sé que los rayos de sol se cuelan por la ventana. Intento abrir mis ojos más de lo que ya los tenía pero la molestia por la hinchazón hace su efecto, por reflejo tapo mi rostro y lo desvío hacia mi lado derecho, grande es mi sorpresa al encontrarme a Rafael sentado en la pequeña silla de escritorio, justo a un costado de la cama; sus ojos siguen cerrados y su respiración se ve tan relajada que incluso puedo decir que es contagiosa.
El chico aún trae su equipo por lo que supongo no tiene mucho que se quedó dormido, esbozó una leve sonrisa antes de retirar con cuidado las cobijas de mi cuerpo y me pongo de pie desde el lado opuesto de la cama, siento como el frío se cuela por mis pies y sube hasta mis rodillas, de pronto, un leve dolor de cabeza comienza hacer presencia; estupidas consecuencias del llanto.
Salgo de mi cuarto y me dirijo hasta la cocina para tomar un refrescante vaso de agua, al llegar a la alacena, observo que los vasos de vidrio y de plástico están perfectamente acomodados tal y como si no los hubiera tomado en siglos (aunque no haya rastro de polvo) por lo que un vacío comienza a expandirse en todo mi ser, no sé si se deba a la partida de Leonardo, y si eso es cierto puedo decir que estoy haciendo un súper berrinche al sentirme tan destruída, pero es inevitable cuando él es con la única persona con la que podría pasar horas sin aburrirme.
Cierro mis ojos y tomo el vaso más cercano para después servir agua de un jarra y beberla de un trago, nunca creí que el agua pudiera tener sabor o provocar algo, pero en esta ocasión se siente extrañamente bien, invade mi cuerpo tal y como lo había hecho el frío segundos antes, con la excepción de que este frío es refrescante.
Suelto un largo suspiro antes de masajear, con las llamas de mis dedos y con cierta molestia, mi sien derecha. Los recuerdos de la noche anterior llegan a mi memoria tan rápido que parecen ser una ilusión, por alguna extraña razón la vergüenza comienza a apoderarse de mí haciendo que deseara ocultar mi rostro el resto de mi vida para no volver a ver a Rafael. Dejo el vaso en la mesa y me dirijo hacia mi celular, tal vez tenga alguna llamada o mensaje de Leo, Mikey o Zoé, sin embargo, el botón de encendido no responde por lo que deduzco se debió quedar sin pila la noche anterior. Ruedo mis ojos antes de seguir mi camino hacia el enchufe más cercano, pero antes de que pueda llegar a mi destino unos golpes no tardan en escucharse por toda la casa y causarme irritación, por reflejo fijo mi mirada en el pequeño reloj de pared y me doy cuenta que ya pasan de las 10 de la mañana, no creí dormir tanto, pero tampoco creí tener visitan tan temprano.
Voy hasta la puerta con pasos torpes y cansados, antes de tomar la perilla de ésta una fuerte voz me interrumpen mis espaldas:
—¡No abras!
Con cierta indignación y desconcierto vuelvo mi cuerpo y no tardo en darme cuenta que el chico de banda roja se ha despertado.
—Debemos asegurarnos que no sea alguien extraño —añade acercándose lentamente hacia la puerta.
—No recuerdo haber pedido un niñero —respondo con voz más ronca de la que podía sentir.
—Tampoco recuerdo que hayas pedido un abrazo ayer —dice poniéndose frente a mí mirándome cual fiera engreída —, y sin embargo, te lo dí.
Cierro mis manos en un puño, es un mal hábito que tengo desde pequeña, cuando me enojo, lo primero que hago es formar un puño; y digo que es un mal hábito ya que poseo las uñas largas y la mayoría de las veces, al clavarse en mi piel, me sale sangre y un ardor que me hace ponerme más de malas.
—Te hubieras ido —me atrevo a mirarlo a los ojos, son muy profundos y con cierto rencor en ellos —, no lo necesitaba.
Rafael se mantiene serio por unos cuantos segundos pero posteriormente comienza a reírse.
—Claro, se notó que estabas bien.
Dejo salir el poco aire que tengo por la nariz imitando a un búfalo antes de largarme de ahí directo a mi cuarto donde, al entrar, azoto la puerta.
No sé qué pretende Rafael pero está más que claro que no podemos convivir más de una hora seguida, su carácter y mi carácter simplemente no son compatibles ¿por qué se empeña en seguir aquí?
Después de relajarme un poco paro oreja para poder escuchar un poco sobre lo que ocurre a fuera pero ni el más mínimo ruido se detecta; tal vez Rafael le puso seguro a la puerta justo cuando me fui, para después sentarse y pensar sobre sus planes o algo parecido, o simplemente no se ha movido del lugar donde lo dejé, aunque ahora que lo pienso, tal vez haya sido una broma o algo similar pues no han vuelto a tocar.
Me dirijo hasta la puerta para abrirla con cuidado y al hacerlo me doy cuenta que no hay nadie a los alrededores, así que salgo y avanzo por el reducido espacio que figura como pasillo hacia las recámaras y me coloco debajo de la barra que tiene la cocina con la esperanza de escuchar mejor, pero nada de pasos, ni el más mínimo susurro se puede presenciar...
Avanzo hacia una de las paredes de la cocina que conducen a la entrada y me asomo son suma precaución, Rafael sigue de pie frente a la puerta con una de sus armas en mano, no sé si de verdad se preocupe por mí o solo sea por costumbre, ya que las emboscadas fueron más frecuentes que comer una buena rebanada de pieza hace algunos meses atrás.
La tortuga acomoda el arma en su mano y avanza para tomar el picaporte de la puerta, tras un silencioso, pero largo suspiro, abre la puerta y por instinto me hago hacia atrás para ocultarme de aquella persona extraña, puedo escuchar pasos, pero ninguna voz de villano que reconozca. Poco después oigo cerrar la puerta.
—No era nadie —dice al fin el chico de bañada roja.
Un sentimiento de alivio me llena, sino hubiera sentido esto, estoy segura que no sabría que me asustaba el que de verdad hubiera alguien tras la puerta.
—Eres un paranoico —digo levantándome del suelo.
—Lo dice la que prefirió encerrarse y ocultarse tras esos muros —Rafael señala la pared donde estaba.
De verdad no sé cómo puedo aguantarlo.
—No, en realidad, fue para no ver tu horrenda cara —digo mientras me cruzo de brazos.
El chico solo esboza una sonrisa antes de cruzarse de brazos y tomar camino hacia la pequeña sala de mi apartamento, por lo visto no piensa irse de aquí pero tampoco planeo aguantarlo durante varios días más, lo máximo que podría hacer sería dejar dejarlo un día más con la condición de no molestarme...
—No, no pienso irme —tal y como si me leyera la mente vuelve su vista hacia mi.
—Eres más irritante desde la ultima vez que estuviste aquí.
—Lo dices como si hubieran sido siglos —dice clavando más sus verdes ojos sobre los míos, de un momento a otro un sentimiento de que mi mente no está segura me inunda, tengo miedo de que pueda penetrar en mis pensamientos.
—Tú eres mi pasado —digo tratando de mantener la mirada fija en él, aunque me resulta imposible después de ver cómo, en su verde rostro, se refleja la dolencia de mis palabras —... No estás en mi futuro...
Se queda callado por unos segundos, posiblemente analizando mis palabras, que ahora que reaccionó no debí decir. La mayoría de las veces siempre he sido sentimental no comprendo el porque esas palabras han salido de mi boca tan pacíficamente, como si dijera un "hola"
—Bien —dice después de varios segundos de silencio —, entonces no sé qué hago aquí —Rafael se levanta para dirigirse hacia la ventana de mi habitación, la que da justo al callejón donde pocas personas suelen pasar.
—Rafa.. yo no...
Pero ya es demasiado tarde, el chico de banda roja ha abierto la ventana y con una mirada de fastidio se vuelve hacia mi.
— Tal vez Leonardo te cuide desde Centroamérica.
Dicho eso salió tan deprisa que ni tiempo me dio reaccionar, fui una tonta, es absurdo haber dicho eso ¿¡por qué lo dije!?...
Sin embargo, el daño ya está hecho, no tengo forma de remediarlo en estos momentos, tal vez dejando pasar más tiempo pueda pedir disculpas aunque dudo que pueda llegar a perdonarme...

[...]

El sonido que realiza el teléfono me pone alerta y me hace pegar un brinco, desde que Rafael se fue he estado alerta a cualquier ruido fuera de lo común, pues, aunque no lo quisiera admitir una parte de mí se sentía segura cerca de él, pero a estas alturas sigo sin comprender el miedo, tal vez porque Rafael, cuando llegó, quería ver cómo me encontraba y llevarme consigo a las alcantarillas, tal vez mi subconsciente piensa que estoy en peligro sin saberlo.
Voy hasta la pequeña mesa que se encuentra a un lado del sillón más grande para después tomar el teléfono y pegarlo a mi oreja.
—¿Bueno?
—¡Hola!
Debo reconocer que me desconcierta bastante escuchar la voz de mi hermano después de casi un años sin escucharla... ¿Por qué me marcará a estas horas?
Hola, ¿qué ocurre?
Nada, solo para avisar que estaré de visita unos días

No Me Dejes [Rafa y tú o Leo y tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora