14. Iniciando de nuevo

204 14 3
                                    

Leonardo:
Centroamérica
Mi respiración se encuentra acompañada al compás del cálido viento. A pesar de solo llevar de 2 a 3 días aquí no puedo evitar considerar que ya he estado mucho tiempo lejos de casa, de mis hermanos, amigos, sobre todo de mi querida y pequeña Kinoichi ¿se encontrará bien?
No me gusta pensar que podría encontrarse en peligro, lo mas abundante en mi mente es creer que tal vez se encuntre ayudando a su amiga en la resposteria de su madre, o incluso pudo ir a visitar a su familia. al fin y al cabo su escuela aún está en reparación por el ataque de hace una semana.
Suelto un cansino suspiro antes de saltar hasta el extremo del árbol mas cercano a donde estoy, de esa forma puedo tener una mejor visión.
Ahora que lo pienso, Splinter nunca me dijo con exactitud que tenía que hacer aquí, solo sé que debo ayudar a los que pueden necesitarlo, además de entrenar a la interperie sin importar si hay lluvia, viento, sol o frío. Que dilema.
—¡¡Suéltalo!! —grita una niña, logrando captar por completo mi atención.
Me vuelto rápidamente, la niña de lacio pelo se encuentra tratando de ayudar a una mujer de escasos 20 o 23 años de edad a jalar un costal que un sujeto mal encarado les quiere quitar, ver dicha escena me da la sensación de que la vida de aquellas chicas dependiera del costal. Debo actuar rápidamente.
—¡Oye! ¡Eso es mío! —habla la mujer dando golpes al aire con el fin de que alguno pueda darle al sujeto.
—¡Es el pago por la protección que te brindamos!
—¡Esto no es protección! ¡Sólo toman lo que quieren sin importarles nada!
—¡Mamá! —llama la niña con un palo en mano —. ¡Aquí está el palo!
—Esto no se debe hacer Mar, ¡Pero hay veces que es necesario! —y antes de que pudiera reaccionar el sujeto, la chica le lanza el palo, el cual le da directo en el ojo logrando que suelte el costal.
Por lo visto no tengo en que ayudar. Ellas lo tienen bajo control.
—¡Insolente! ¿Cómo te atreves!
—¡Y más vale que te vayas sino quieres que te deje morado el otro ojo! —grita la chica amenazando al sujeto con su puño.
El señor sale corriendo hasta una camioneta poco común (o al menos para mí) y saca un arma, la niña pega un grito antes de irse a esconder detrás de su madre. No puedo seguir observando esto tan injusto.
—¡Dame el costal! ¡Ahora!
Saco mis Katanas y salto enfrente de las chicas. Los tres se sorprenden al verme, por unos segundos había olvidado que mi aspecto no es el mas adecuado para presentarme ante las personas.
—Ellas no te van a dar nada —intervengo tratando de sonar lo mas intimidante posible, aunque con la vergüenza que comienza a hacerse presente en mí, se me complica.
—¿Qué eres?
Me mantengo firme sosteniéndole la mirada, dudo que alguno de nosotros seda.
Logró escuchar como la niña llama a su madre más aterrada a cada segundo que pasa, creo que no fue buena idea salir de la nada, hubiera planeado una estrategia. ¡Por supuesto! Seguro eso quería Splinter.
—¡Apártate del camino fenómeno! ¡Ese costal es mío!
Me mantengo firme. No pienso dejar que se aproveche de estas chicas solo por un costal.
—¡Bien! Si eso es lo que quieres...
El sujeto carga la pistola para después apuntarnos. En su mirada no se ve que haya una pizca de pureza o compasión, así que, me lanzó hacia él sin darle tiempo de replicar, su arma se le cae de las manos lo que me da la oportunidad suficiente para concederle una patada directo en la cara, la cual la acompaño con unos cuantos golpes más.
Cuando me canso de darle una lección, lo levanto sujetándolo de su playera.
—¡Por favor, no me haga más daño! —habla poniendo sus manos al frente al tiempo que las mueve de una forma extraña.
—Te irás de aquí y no volverás a molestarlas —digo zarandeándolo cada vez más —. ¿¡Entendiste!?
El sujeto asiente repetidas veces entre jadeos y sollozos. Lo suelto de mala gana, el hombre no tarda en correr de nuevo hasta su camioneta para subirse en ella y salir de ahí.
Al menos conseguí darles un poco de paz a estas chicas, satisfecho de ello vuelvo mi cuerpo hacia las víctimas de este asalto aunque de la nada siento como un palo me da directo en la cabeza.
—¡Mamá! —grita la niña jalando a su madre de su ropa, se ve aterrada.
La joven la aparta colocándola atrás de ella. Me recuerda bastante a Miguel Ángel cuando estaba pequeño, todo un guerrero para proteger lo que ama... O a la última rebanada de pizza.
Intento acercarme pero paso que doy paso que retroceden las chicas, no sé si sea la mejor opción el hacerlo aunque sí ya me vieron lo mejor sería hablarles ¿no?
Recojo el palo golpeador y me acerco a ellas para entregárselo a la niña, sin embargo, la madre me lo arrebata para después apuntarme con el.
—No pienso hacerles daño —digo mientras guardo mis Katanas en mi espalda.
—¡No te llevarás el costal! —grita dando un paso al frente. Vaya que da miedo en ese estado.
—¿Qué? ¡No! ¡Yo no quiero el costal!
La chica me mira de arriba a abajo, tal vez trate de encontrar un indicio de que pudiera estar mintiendo.
—Entonces...
—Solo no me gusta que alguien se aproveche de los demás, supongo que el costal es suyo ¿no es así?
La joven asiente tomando a la niña de la mano.
—Es el maíz que cosechamos en esta época —dice, su tono aún se oye desconfiado.
—Bueno, pues aquí tienen —digo dándoles el costal.
La niña se aparta de su madre para ir corriendo hasta el e intentar jalarlo.
—Gracias ah...
—Leonardo —digo dedicándole una sonrisa.
—Vaya, hasta tienes nombre... —dice correspondiendo a mi sonrisa.
—Pues claro, tal vez sea una tortuga mutante ninja, pero también tengo sentimientos —digo desviando mi mirada con la intención de ocultar la leve vergüenza que surge nuevamente.
—Te ves agradable, ¿quieres venir a nuestra casa? —dice con una sonrisa de lado y colocando una mano en su cintura mientras la otra la deja estirada, se parece mucho a una pose que solía hacer Nova cuando llegaba a ganar una pelea en un entrenamiento.
Le devuelvo la sonrisa en señal de aprobación ante su propuesta, a lo que ella hace un gesto con su cabeza antes de llamar a su hija.
—¡El costal mamá! —dice la niña tomando las vestiduras de la madre.
—No se preocupen, yo lo llevo —digo mientras lo tomo.
La joven vuelve a sonreír antes de seguir su camino.

No Me Dejes [Rafa y tú o Leo y tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora