16. El prisionero

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Narrador omnisciente.
Repíteme porque debemos ir al departamento de Nova —pregunta Miguel Ángel logrando llegar de un salto hasta el extremo de otro edificio, su paciencia poco a poco se está agotando producto de la escasez que la reserva de su estómago esta sufriendo.
—Mikey, ya te lo expliqué —comenta Donatello de mala gana al tiempo que vuelve su mirada hacia su hermano menor, sin dejar de correr —. En la guarida de los nuevos villanos no hay nada, y nunca llegamos a su departamento antes de saber dónde se encontraba. Si en verdad había pistas de su hermano, o del anterior paradero de Nova, el lugar más indicado es en el punto de partida, es decir, su departamento.
—Tal vez preguntándole en donde fue la última vez que vio a su hermano sería la mejor opción ¿no? —pregunta el enano en un susurro casi inaudible, poniendo sus ojos en blanco un poco más fastidiado que hace un par de segundos.
—¿Dijiste algo? —cuestiona Donatello dando ágilmente grandes saltos, sin mayor preocupación.
El menor niega con la cabeza estando consciente que Donatello no puede verlo y sigue corriendo.
El sueño y el hambre comienzan a hacer sus efectos en él, es bien sabido que cuando se queda jugando videojuegos hasta las 3 o 4 de la mañana un gran número de bocadillos le hacen compañía en la mitad del tiempo que se queda despierto, así que ahora es un martirio para el enano.
De la nada, el olor a pizza y diferentes sobras del restaurante del señor Murakami se adentran a la mente de Miguel Ángel como si tuviera aquellas delicias frente a él, cierra sus ojos dejándose llevar por esa apetitosa fragancia, cada célula de cuerpo se mezcla entre los átomos de la perfecta unión de ingredientes de su comida preferida.
Alto Mikey...
Su nombre suena tan lejano como el recuerdo del motivo por el cual se encuentran fuera de su hogar. La voz vuelve a escucharse en forma de eco pero el enano de ojos azules la ignora por completo, sin embrago, el golpe a la triste realidad ha llegado con la bella compañía de una caída a más de 3 metros de altura.
—¿Te encuentras bien Mikey? —pregunta su hermano mayor mirándolo desde la cima del edificio con el ceño fruncido.
—Súper dupi —responde Miguel Ángel levantando con gran esfuerzo su pulgar en señal de bienestar.
>>tan perfecto que me encontraba<< piensa el menor resoplando por lo bajo.
Donatello sube la mirada bruscamente al escuchar que la ventana del departamento de su amiga se cierra de golpe, dos siluetas se alcanzan a visualizar, lo que pone en alerta al genio.
—Mikey —llama tratando de esconderse en el borde del edificio mientras observa si hay más movimiento —. Tendrás que estar muy alerta —advierte Donatello colocándose los binoculares con visión nocturna integrada —, gracias a tu golpe brutal unos sujetos se alteraron y entraron al departamento de Nova demasiado rápido como para verles el rostro —lo anterior lo explica mientras maniobra con aquellos lentes de visión nocturna que tanto le gusta cargar en sus misiones para encontrar alguna pista útil.
—¿Quién entró y en dónde de quién?
El enano sube donde Donatello y observa a la misma dirección que el genio, más confundido de lo normal, ladea su cabeza en busca de algo coherente, pero al no recibir una respuesta, soba su cabeza, lo que le llena de una gran satisfacción cuando descubre que de esa manera también calma el dolor que el golpe le ha provocado.
—¿Tienes bombas de humo? —pregunta el chico de banda morada volviendo su vista a su hermano menor después de unos largos segundos de silencio.
—¡Por supuesto!
Miguel Ángel toma dos de su cinturón y las arroja tras el asentimiento de cabeza de Donatello. La bomba de humo logra transportarlos a la escalera de incendio del edifico donde habita Nova, de la manera más sigilosa que les es posible, intentan abrir la ventana aunque ésta no quiere ceder.
—Debieron ser los sujetos que entraron —afirma Miguel Ángel como si de un descubrimiento del siglo se tratase.
Su hermano se limita a asentir y quitarse aquellos lentes nocturnos para poder pensar en uno de los buenos planes que acostumbra hacer para el equipo. No tarda mucho en sacar unas cuchillas de sus muñecas y posteriormente hacer palanca a la ventana e ingresar lo más silencioso posible.
El apartamento se encuentra oscuro, el sonido permanece apagado, ni un solo canto de los grillos se logra escuchar. Miguel Ángel no nota nada fuera de su lugar: un par de cojines tirados en el fondo de la habitación, una cama desordenada, una repisa con aquellas figuras de acción (que tanto a Mikey como a Nova les encanta coleccionar) llena de polvo y un escritorio con plumas y hojas por toda el área. Es la misma imagen que el joven ninja tiene en su cabeza de la última vez que platicó con Nova.
Por otro lado, en pocos segundos Donatello deja que su cerebro divague entre sí su mente le había jugando mal y solo se habría imaginado haber visto a dos sujetos entrar al departamento, o en realidad entraron dos personas; después de todo, la falta de sueño y las alertas que han tenido las últimas horas deben dar frutos de cierta manera. Afortunadamente sus dudas se esfumaron junto con el estrepitoso sonido de diferentes objetos cayéndose en la otra habitación.
—¿Qué fue eso? —cuestiona el enano parándose en seco mientras voltea sus ojos de un lado a otro.
—No lo sé —dice Donatello en un susurro casi inaudible al tiempo que se inclina hacía delante de forma cautelosa.
El flacucho toma su Bo seguido de Miguel Ángel sus Nunchakus, los pasos ágiles que dan hacia la puerta son medidos inconscientemente a la perfección, el entrenamiento que Splinter les ha dado durante sus escasos 20 años no ha sido en vano.
Cuando llegan a la puerta aprietan más sus armas como si su vida dependiera de ello, aunque, siendo objetivos, en realidad sí, puesto que si los extraños lograran quitarles las armas por un motivo tan absurdo como el no sostenerla, estarían en desventaja ya que los enemigos no se tentarían el corazón en hacerlos añicos.
Después de haber inhalado y exhalado el aire que tanto necesitaban. Donatello, de un solo golpe, derriba aquella puerta dándoles una entrada heroica; aunque todo parece tranquilo, la oscuridad se esparce y cuela entre las paredes frías del lugar, poco a poco el silencio vuelve a reinar de una forma profunda e incómoda, así que los chicos se incorporan sin dejar de estar alertas para después voltear a su alrededor en busca de aquellos sujetos que Donnie había platicado segundos antes.
El jadeo de una persona inunda los oídos de ambas tortugas lo que les provoca un escalofrío por todo su cuerpo. Aquel ruido, proveniente de la habitación contigua a la cocina, cesa tan rápido como ha aparecido.
—Donnie... —llama el menor con el temor a flor de piel.
Se coloca detrás de su hermano tomándolo por los hombros esperando que aquel escalofriante sonido haya sido producto de su imaginación.
El mayor toma el poco valor que le queda y decide abrir la puerta de una patada.
—¡¡Ah!!
El grito de todos los presentes ocasiona que diversas bombas de humo salgan disparadas hacia todas direcciones.
—¡Alto! —grita una voz bastante familiar para los hermanos, acompañado de una terrible tos.
—¿Rafa? —pregunta Miguel Ángel dispersando el humo con una de sus manos.
—¿Donnie, Mikey? —indica una tercera voz igual de familiar: Casey.

No Me Dejes [Rafa y tú o Leo y tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora