© El plan maestro

Capítulo 4

No tuvo compasión en erradicar mi alma y escupir a mi espíritu. Se encargó de ahogar todo sentimiento positivo incrustado en una cajita de cristal, frágil y transparente.
       
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Ella se dio cuenta de cuan dolida estaba su señora. Sabía a la perfección que dañaba sus sentimientos con el simple hecho de estar en compañía de Alucard. Éste se planteó un objetivo, el cual era pulverizar sus propios celos y concebir unos inmensos en Integra.
Si bien era verdad que daba frutos, mas no fue de su agrado saber que posiblemente Sir Hellsing le odiaría de ahora en adelante, pese a su carácter gélido con cualquier persona, Seras le había cogido cariño a esa dama de ojos claros, y con el simple pensamiento de que aborrecía a la draculina, lastimaba el corazón de ésta.

-No te preocupes, chica policía. Ella no te odia y no lo hará. Es conmigo con quien va a desquitarse.

Repuso su amo al infiltrarse en los pensamientos de la muchacha, bien conocía que su draculina no estaba de acuerdo totalmente con el plan por el mero hecho de ver sufrir a su señora. Pero a fin de cuentas su obligación como sirvienta de él, era acatar toda orden de provenía de la boca de Alucard. Procuró recobrar la calma.

-Amo, disculpe mi comentario, pero ¿no cree que si Sir Integra piensa que usted y yo tenemos algo ella no estará interesada en usted?- cuestionó con un rubor en los pómulos que le hacían adquirir mayor gracia y belleza. Una mueca también conformaba sus facciones.

-Draculina, el propósito de éste plan es que ella estalle de celos, no que te odie ni mucho menos.

Él anuló la posibilidad de que Integra cediera paso a la indiferencia. Alucard sabía concretamente que el resultado le sería útil y eficaz. ¿Por qué estaba tan seguro de ello?¿Cómo afirmó dicho pensamiento? Era fácil, él notó que su ama compartía el sentimiento romántico que poseía hacia ella. No es que se lo hubiese dicho directamente, pero no era difícil darse cuenta de lo obvio que era. Y por supuesto, los celos no eran fáciles de ocultar para la dama de hierro.

-Lo entiendo, amo. Aunque me sigue pareciendo innecesario darle celos- inspiró profundo, para volver a articular palabra- es sólo que me daña la idea de que Sir Integra guarde rencor por esto. Y que tal vez se enfade con usted de gran manera que le castigue severamente.

Confesó ella temiendo un clase de reproche por parte de él, mas Alucard se mantenía neutral y además no le gritaría en un lugar público y de tal categoría.

-Vuelvo a repetir, chica policía,- adquirió el príncipe de Valaquia alzando un poco la voz- nuestra ama no va albergar alguna clase de resentimiento contra ti. Así que deja de protestar y continúa con tu buen papel como mi compañera de ésta noche, ¿te ha quedado claro?

Seras engulló saliva con nervios emanando en la sangre, desafiar a su amo no era apropiado, puesto una reprimenda le esperaría si refutaba siquiera.
Asintió con la cabeza, abandonando un destello de esperanza de hacerle cambiar de opinión.

-Sí, amo. Lo que usted diga, yo obedeceré.
Tomó la botella de vino tinto y vertió un poco sobre su copa, ingiriendo el líquido que ella no estaba acostumbrada a beber.

-Entonces, Sir Integra- Maxwell limpió su boca con la servilleta que reposaba en su mesa -unas clases de esgrima con usted atraerá entretenimiento y diversión a mis tardes.

Ella proveía una sonrisa de afirmación, practicar esgrima con Maxwell sería una manera de erradicar el estrés que cargaba sobre sus hombros diariamente. Ya que aunque estuviese acostumbrada a dirigir la organización, no negaba que un túnel de irritación se paseaba por su mente.