Se atrevió a cuestionar mi cordura, cuando él era el rey del manicomio. Cometió un crimen, enamorarme de mil maneras y lo hice pagar por ello.
...
Dos semanas volaron normales. La misma actividad de vampiros y ghouls mantenía entretenido al trío conformado por Alucard, Seras y Anderson. Fue esporádico que los hombres de carácter pesado dejasen de pelear por cualquier movimiento ejercido de su opuesto.
Esto por supuesto fue mejor para Hellsing e Iscariote; no tuvieron que intervenir en ninguna discusión. E incluso, parece que su odio recíproco fue mermando en el transcurso de las dos semanas siendo aliados.Enrico estaba dispuesto a mejorar su relación con la líder de ojos claros, no perdería nada intentándolo.
Integra se lo pensó varias veces, un poco insegura pidió la opinión del mayordomo, éste brindaba la respuesta de que sería un bien común para ambos bandos. Se decidió por aceptar aquélla cena con Maxwell; y él, complacido y dichoso por la aprobación de la dama de hierro, le invitó al mejor restaurante que pudiesen encontrar en la bella ciudad de Londres.Oh, aguarda un momento. Hubo alguien que desde el vientre lúgubre de la oscuridad y malicia, ardía en ira por escuchar tal proposición hacia su señora. Odiaba admitir que los celos teñían su interior, para él fue un desdén imaginar a los individuos conversando muy animados. El sólo hecho de pensar que otro hombre ocasionaría una risa en la rubia, hizo zambullirse en los deseos más crueles que le dirigía a Maxwell. No permitiría que ése imbécil robase el corazón de su ama. De su reina no viva, de su condesa. No, ¡ni pensarlo!
Eran las seis y media de la tarde, ella portaba un elegante vestido de color beige, resaltando su hermosa y fina figura, zapatillas de color negro un poco altas pero menudas y decentes. Llevaba el cabello dorado recogido en una trenza adherida con broches de color blanco, permitiendo notar sus facciones con mayor magnitud. Sus labios estaban teñidos de un rosa pálido mate, los ojos azules lucían como un par de diamantes, gracias a los párpados adornados de color pardo.
Dios, se veía altamente bella, como una joya escondida tras una dura pared de cristal. Cualquier hombre caería en los encantos de la joven mujer. Esperaba en sus aposentos, fijando la vista en el gran ventanal, siendo atenta en cuanto apareciera Maxwell.
—Su belleza se asemeja a la de una diosa nórdica, ama- Alucard y su costumbre insolente de aparecer en los momentos como éstos, le hicieron recobrar los sentidos.
—Te agradezco el cumplido, Alucard- contestó ella girando hacia el vampiro.
—Pienso que es demasiada mujer para él- siguió el como el adulador que era.
—¿Ah, sí? Y según tu criterio, ¿quién es el hombre digno para mí?- arqueó una ceja, cruzando los brazos sobre su pecho.
Apunto de responder, el sonido de la puerta lo interrumpió de su obvia respuesta. Integra autorizó la entrada a su alcoba, observando entrar al mayordomo.
—Mi señora, Enrico Maxwell ha llegado a la mansión- anunció el ángel de la muerte.
—Bien, dile que espere en mi oficina-sentenció ella.
Walter hizo una reverencia y acto seguido salió de la habitación de la líder.
El silencio emergió durante unos segundos, hasta que la líder decidió ir a su deber.—Suerte en su cita, ama- deseó él con una falsa sonrisa.
Mas Integra no dio respuesta, ya que le pareció de lo más extraño que su sirviente le dijese esas palabras. Prosiguió su camino sin detenerse, yendo a su oficina.
Maxwell se avivó en el segundo en que la rubia entró al lugar, sorprendido por el aspecto que adquiría la joven dama.
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© El plan maestro
FanficEfímero y mortífero como un beso de la misma muerte que se mofa de quienes sufren en vida.Hermoso y seductor le definen. Caballero que despide fuego en sus ojos. Príncipe que ama el elixir de la sangre. Conde cautivo de la belleza de su ama. Inclus...