Capítulo 13

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El renacimiento de la muerte escupió su ira sobre nosotros. Las manecillas del reloj pausaron su trabajo, el tiempo fue nuestro único aliado y enemigo a la vez.

  ...

La preocupación hacia el capitán fue un factor importante para la joven pelirroja. Pip era arrastrado en el filo de la inconsciencia, lo cual requirió un cuidado por parte de los dos presentes.

—Señorita, ¿cree que logre sobrevivir? No se ve nada favorable si me lo pregunta.

Steve se visualizó como un niño arraigado a la vida de un modo u otro. Se hallaban en un subterráneo de una casa destrozada casi por completo, al parecer los moradores del lugar no corrieron con la suerte de estar vivos.
Mancini dejó escapar un suspiro irritado por la situación, veía al líder de los gansos aferrándose a ganar una lucha contra su débil cuerpo y su espíritu desmoronado por doquier.

—Mantengo la esperanza de que sí, Steve. Su aspecto es de un hombre fuerte, además, lo intuyo por la manera en que se presentó él y su equipo a mí. Es una lástima que sus compañeros no obtuvieron la misma suerte que Pip, pero sé que él de una manera se halla en un vestigio de luz.

Por lo pronto, ambos debían rezar porque así fuera, rezar por el bien de Inglaterra entera, rezar por la ayuda anhelada. Quizá si, ponían su fe en el gran y amoroso Dios, este tendría al menos un pizca de misericordia ante la agonizante humanidad. En esos momentos, orar prometía ser lo más reconfortante y glorioso para sus atormentadas almas. Así pues, la calidez de las plegarias inundaba el ambiente lamentable de esos indefensos.


                                     *


Su locura fue un pétalo frágil, el ácido en los ojos de Enrico Maxwell, demostraba su insana y retorcida mente.
Aquella sonrisa pintada en sus labios le regaló al espectador un escalofrío justificable. Parecía disfrutar de la sangre que escurría por su boca, relamiendo sus dientes con la punta de la lengua.

—Fascinante. Tienes la habilidad de pelear bastante bien, pequeña protestante. A propósito, es increíble que tu sirviente accediera dejarnos en una lucha a muerte entre tú y yo. Ahora mismo debe estar ayudando a su draculina, ¿no es así?

La dama de hierro estaba coronada de un orgullo potente, sintiendo la libertad manifestarse en ella al no tener a Alucard a su lado, protegiéndola de lo que era su trabajo. Pulverizar a sus adversarios, a toda aquella larva en contra de Dios, Hellsing, Inglaterra y su majestad la Reina de esta. El Vaticano representó una espinilla en el pie, pero ese limité se rompió en el momento en que Maxwell traicionó a Hellsing.

Integra por otro lado poseía heridas que intentaba solventar de su cuerpo, no permitiría que Maxwell siguiera haciendo de las suyas. No. Nunca más.
Antes de reanudar la pelea contra el líder de Iscariote, el viento impetuoso le esparció el cabello por todo el rostro. Un nudo se enganchó en la garganta de la Sir, quien almacenaba odio puro cuando en su campo de visión apareció un helicóptero con el Mayor adentro, aterrizando segundos después.

Montana piso tierra y, al ver el semblante cargado de convicción y fiereza de la Hellsing, esbozó una sonrisa entusiasmada y su corazón dio un aleteo.

—Es un gusto verla tan rápido, fraülein.

El alemán era visto con desdén por su enemiga.

—Max Montana, al fin nos conocemos. No esperábamos su llegada ahora mismo— ironizó la rubia.

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