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-Claro que sí - respondió y me soltó- váyase si así lo desea -

Corrí hacia fuera de la habitación, me detuve, él me miraba sonriente, tragué en seco y bajé las escaleras de forma rápida, fui hacia la puerta de la entrada, la abrí y salí de allí, pero... No conocía nada, estábamos, de verdad lejos.

-Mmm, lástima, venga, le daré algo para tomar y luego la llevaré a su casa, le parece bien? - agachando la cabeza volví con él, me tomó de la mano y me dejó pasar -

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-Y... Ahora - volvió de la cocina con algo en las manos- helado! - reí por cómo lo dijo, negando me levanté - ¿qué ocurre?-

- Nada, es que... Quiero, quiero irme- él suspiró -

-Deme un minuto- asentí, comenzó a correr por el lugar, de arriba hacia abajo varias veces hasta que se paró enfrente de mí, me tendió la mano -listo, vamos - asustada, tomé su mano -

-Shhhh - susurró acercándome - Venga -

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-Ehhh, Sebastian, esta no es mi casa- se estaciono, y me sonrió -

-Ahora lo es - sonrió y abrió la puerta, salió del auto al mismo tiempo que yo.

Comencé a mirar al rededor, sabía la calle en la que me encontraba, a 5 o 6 cuadras estaba mi instituto y mi casa a 9 o 10.

Tragué en seco y negué.

-Llévame a mi casa o yo me iré caminando, no, es más, ya me voy, dame mi mochila, sé que la tomaste antes de irnos de aquel lugar - él solo se quedó quieto - voy a denunciarte, me escuchas? - sonrió y negó, sus ojos se pusieron rojos -

-Entre a la casa - dijo sonriente -

Corrí, corrí lo más rápido que pude.

Llegué a casa unos 5 minutos después.

Cansada y con una herida en la rodilla (ya que me había caído en un cierto lugar con un hierro sobresaliendo del suelo) me fui hacia detrás de la casa, respiré profundo rogando que estuviese la llave de repuesto debajo de la planta de jazmín. Y así fue.

Abrí la puerta delantera y al entrar, la cerré prendiendo la luz.

Me giré y me quedé sin habla, no estaban ni los muebles. Nada, mi repisa con libros, mi armario con ropa nueva que había podido comprar gracias a un error de Francisco, a quien no le importó el cambio, ni siquiera mi frasco con las pocas monedas que tenía. Pero... Mis libros. Eso era todo lo que amaba.

Largué a llorar, habían saqueado todo, y por culpa de aquel ser.

Decendí lentamente sentándome en el suelo.

Pero una incógnita me vino a la mente.

Me pare de allí y fui a mi habitación adentrandome completamente.
Quité mis lágrimas para ver mejor, y noté que... No había nada! Absolutamente!

Esto no lo habían saqueado, nada estaba roto, ni tampoco parecía que la puerta de la entrada estuviese forzada. Y además, la llave ni la planta estaban en un lugar incorrecto.

-Sebastian - dije, quité las lágrimas nuevamente - ¡Sebastian! - grité, cuando, escuché unos pasos, venían de mi habitación de la cual solamente hace unos míseros segundos había salido.

-Mi Señorita - sonrió al verme - Vendrá conmigo, verdad? -

-Haces todo lo que diga, verdad? - asintió feliz - arrodillate - él lo hizo.

Sin embargo, de aquí, él no se escaparia hasta yo ver todas mis cosas en su lugar.


La tendré, cueste lo que me cueste (Sebastian Michaelis Y Tú) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora